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Varsovia, capital polaca que se convirtió en una de las heroínas de
esta guerra
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personas que ya tenían amigos o familiares allí y
fueron acogidos por ellos. Hoy ese grupo es el 70% de los recién
llegados, lo que significa que el 30% de ellos “necesita un techo
sobre sus cabezas” y otro apoyo.
Los más de 530 kilómetros que comparten de frontera con Ucrania
convirtieron a Polonia en una de las naciones heroicas de esta
guerra. Aliada clave de la OTAN, estuvo meses preparándose
precisamente para este escenario.
Ya la primera invasión rusa de Ucrania en 2014 llevó a más de un
millón de ucranianos a Polonia para trabajar y estudiar, acercando a
los dos países de Europa del Este mucho más de lo que habían estado
durante mucho tiempo. Esta crisis humanitaria establece otro
precedente de hermandad entre ucranianos y polacos.
“Estamos lidiando con la mayor crisis migratoria en la historia de
Europa desde la Segunda Guerra Mundial. ... La situación se vuelve
cada día más difícil”, dijo la semana pasada el alcalde Rafal
Trzaskowski. Y lo cierto es que el mayor desafío está por delante.
Y las personas que han llegado últimas son las que han presenciado
situaciones más terribles; han sufrido un trauma mayor que las que
llegaron hace semanas.
Las imágenes que observa un informativo internacional en los centros
de refugiados son desoladoras. Mujeres en shock en busca de un
abrazo o que alguien cargue un segundo a sus bebés que no paran de
llorar, seguramente conscientes de la extraña situación y de las
emociones que atraviesan la piel. Estas madres están solas a cargo
de sus hijos, y llevan el terror constante en el cuerpo de no volver
a ver nunca más a sus esposos, padres o hermanos que quedaron atrás.
Algunos niños que las observan, abrazando al pecho un juguete
preferido, y otros que prefieren encontrar consuelo correteando por
los pasillos rebosantes de camas, pateando una pelota o haciendo una
medialuna por los aires.
Los varsovianos hacen lo que pueden. No siempre con la mejor actitud
ni con la mayor simpatía, pero lo cierto es que muchos se han tomado
tiempo del trabajo o de su ratos libres para ofrecerse de
voluntarios en los centros de recepción, tratan de brindar
asistencia y apoyo. Pero no dan abasto y el cansancio y la
exasperación se nota en sus marcadas ojeras y sus gestos
malhumorados. Razonable y entendible.
Un polaco fuma un cigarro en la calle, su postura encogida. En su
pecho, una cinta amarilla y azul. “¿Le podemos sacar una foto?”. Se
encoge de hombros y sigue fumando, pero ahora erguido y sonriente.
La pequeña bandera brilla al sol.
Fotos: Franco Fafasuli

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“Bloodymir”, reza un cartel debajo de un puente de Varsovia con la
foto de Putin y sangre que le cae de la boca. Al vampiresco líder
ruso un transeúnte polaco se tomó la libertad de dibujarle un pene
en la mejilla.
Varsovia es una ciudad enojada

Auschwitz fue sólo uno de los campos de exterminio donde fueron
recluidos y asesinados unos tres millones de judíos polacos durante
el Holocausto. Otros miles murieron luchando, como en el histórico
levantamiento del gueto de Varsovia en 1943.
Pero Varsovia es una ciudad resiliente
Orgullosa y lastimada, reabre sus heridas y hoy le da refugio a las
olas masivas de ucranianos que arriban a territorio polaco escapando
de las tropas rusas.
ucranianos que se agolpan en terminales de micros y trenes, y otros
miles que encontraron techo y un lugar dónde dormir en centros de
refugiados a cargo del gobierno polaco, que decidió encargarse de
lleno del asunto.
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Las imágenes son impactantes pero muestran la solidaridad entre
pueblos que no siempre supieron poner sus diferencias de lado.
El número de personas llegadas a Polonia desde Ucrania superó los
dos millones este viernes, según datos de los guardias fronterizos
polacos. Son en su mayoría mujeres con niños. Hoy, dos de cada tres
refugiados ucranianos entran a Polonia, de acuerdo a información
publicada por la ONU.

Más de una décima parte de todos los que huyen de Ucrania llegan a
la capital polaca. Algunos se instalan allí, mientras que otros
siguen viaje hacia otros destinos, por lo que las principales
estaciones de tren se convierten en centros abarrotados donde la
gente acampa en los pisos, fatigada y aterrada. Los locales tratan
de acompañarlos como puede, con asistencia, alimentos y un brazo de
apoyo.
Los que se quedan en Varsovia enfrentan un problema creciente, el de
la vivienda.
Cuando comenzó la guerra, el 95% de los ucranianos que llegaban a
Varsovia eran
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