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CHARLAS CON UN MAESTRO SAMMASATI

Por: Gongpa Rabsel Rinpoché
Lama Sammasati para Latinoamérica
La Sabiduría de No Tomarse Nada Personal
En las
enseñanzas de Budha, encontramos una profunda reflexión sobre la
naturaleza del sufrimiento humano. Una de las causas fundamentales de
nuestro malestar es la tendencia a tomarnos las cosas personalmente. La
frase "No hay que tomarse nada personal, las personas dan lo que son"
encapsula una sabiduría ancestral que nos invita a liberarnos de este
hábito mental.
* El Ego y el Sufrimiento: El budhismo enseña que el ego, ese
sentido de "yo" separado e individual, es la raíz de gran parte de
nuestro sufrimiento. Cuando nos identificamos demasiado con nuestros
pensamientos y emociones, nos volvemos vulnerables al dolor causado por
las acciones de los demás. Al tomarnos las cosas personalmente, estamos
permitiendo que el ego dicte nuestras reacciones y nos esclavice a las
opiniones y juicios de los otros.
* La
Naturaleza de la Mente: La mente humana es como un espejo que
refleja el mundo exterior. Las personas actúan de acuerdo a sus propias
experiencias, creencias y condicionamientos. Cuando alguien nos trata de
manera hiriente o injusta, es importante recordar que sus acciones son
un reflejo de su propio estado mental, no de nuestro valor como
personas.
* La Compasión y la No-Adhesión: El budhismo, nos invita a
cultivar la compasión hacia todos los seres, incluyendo aquellos que nos
causan dolor. Al comprender que todos estamos sujetos al sufrimiento y
que nuestras acciones son influenciadas por múltiples factores, podemos
desarrollar una actitud de no-adhesión. Esto significa no aferrarnos a
las opiniones de los demás, ni permitir que las críticas o los elogios
definan nuestra autoestima.
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* La Libertad Interior: Cuando
dejamos de tomarnos las cosas personalmente, nos liberamos de una pesada
carga. Al no permitir que las acciones de los demás nos controlen,
experimentamos una mayor sensación de paz interior y libertad.
En conclusión, la frase "No hay que tomarse nada personal, las personas
dan lo que son" nos ofrece una poderosa herramienta para transformar
nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos. Al practicar la
no-adhesión y cultivar la compasión, podemos liberarnos del sufrimiento
causado por el ego y experimentar una mayor felicidad y realización.
Reflexiona:
* ¿En qué situaciones tiendes a tomarte las cosas personalmente?
* ¿Cómo puedes cultivar una actitud más compasiva hacia ti mismo y hacia
los demás?
* ¿Qué beneficios puedes obtener al dejar de permitir que las opiniones
de los demás te afecten?
Tashi Delek, para todos y todas.
Vivir para la muerte

Por: Guillermo Navarrete Hernandez
Ese viaje
a Medellín, Colombia, era un compromiso personal ineludible. Se trataba
de la presentación de una prueba de conocimientos que allí se aplicaba,
con motivo de un concurso público de méritos para optar a un cargo
público. Evento que se convirtió en la excusa perfecta para saludar y
dar un paseo con Sergio, mi hijo. Al ingresar a las estaciones del metro
le indagaba acerca de los colados al sistema, a lo que me respondió que
eso no pasaba allí por cuanto era un asunto de cultura. Poco parecido a
lo que sucede en Transmilenio. Durante muchos años me he preguntado e
indago a través de la literatura y conferencias respecto de este tipo de
comportamientos por parte de nuestra sociedad. Luego de almorzar y de
compartir un helado en un centro comercial nos dirigimos a descansar, ya
que al día siguiente debía viajar para retomar mi quehacer diario en el
interior del país.
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Tras un apacible pernocte, un baño y
el consumo de algunos alimentos, el momento de la despedida como siempre
no dejó de ser un momento triste.
En el aeropuerto José María Córdova, curiosamente un hombre de mediana
estatura, blanco, mono y de ojos azules, simpático por demás, en
especial con los niños, se paseaba por la sala de espera.
Es un gringo, pensé; no obstante, y sin duda este es un estereotipo,
porque en últimas ¿quiénes son los gringos? ¿a qué etnia pertenecen? ¿En
verdad, los gringos son de Norteamérica?, entre otras porque los
norteamericanos ni siquiera son originarios de su propia tierra.
Al cabo de unos minutos en un enredado español entabló una charla
conmigo y al mostrarme la pantalla de su celular para determinar hora
del vuelo y puerta de salida, pude darme cuenta de que estaba equivocado
de aerolínea, por lo que, entre un burdo inglés revuelto con vocablos en
español, lo orienté, punto en el cual la interacción se tornó
interesante en tanto me indagaba sobre la posibilidad de adquirir un
inmueble en una zona segura y tranquila en Bogotá; a lo que después de
una breve cavilación un precio aproximado conforme a las características
y ubicación del mismo, le indiqué. Sorpresa y aceptación con base en los
costos que en otros países tienen estos, el foráneo mostró.
Soy un mercenario ruso, dijo, y quiero pasar unos días en Cartagena para
descansar. La guerra es muy dura, los ucranianos son nuestros hermanos…
son nuestros hermanos, repitió. Duele lo que pasa, pero vivo de eso y
pagan bien. De hecho, mi novia es ucraniana y le pido que me comprenda,
con vehemencia manifestó.
Pocos días, Gloria la señora que me ayuda en casa, me refirió con
asombro que un vecino de su barrio partió rumbo a Ucrania como
mercenario y se preguntaba de cómo alguien puede ir a pelear un
conflicto ajeno sólo por dinero; sin embargo, vivir para la muerte es
una práctica milenaria, le respondí. De tal circunstancia macabra viven
muchos humanos. No importa si se mata al hermano o al desconocido, a
quien se ama o a quien se odia, incluso por un rencor ajeno, al de la
casa o al de una tierra lejana. Lo cierto es que las guerras las
provocan élites ególatras y las sufren los pueblos inermes. Es
inobjetable que la a vida no vale nada cuando se le pone precio, el cual
al final resulta despreciable.
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