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EDITORIAL
Un futuro
incierto
Los próximos meses estarán
marcados por una intensa dinámica política, donde los intereses
electorales se entrelazan con la administración del poder. La
atención de la opinión pública se dividirá entre los desafíos
económicos, las reformas en debate y la seguridad nacional, pero,
sobre todo, en el ajedrez político que definirá el rumbo de la
nación.
Es común que en los períodos
preelectorales se reconfiguren alianzas, algunas veces de manera
abrupta. Figuras que en su momento respaldaron una agenda
gubernamental podrían buscar nuevas alternativas, con el fin de
garantizar su permanencia en los espacios de poder. La
estrategia de continuidad, por un lado, intentará consolidar un
bloque de apoyo lo suficientemente fuerte como para sostener las
reformas pendientes y mantener el control político. Por otro
lado, sectores disidentes podrían articularse para ofrecer una
alternativa que seduzca al electorado con promesas de
estabilidad y renovación.
La economía seguirá siendo un
tema crucial en la discusión pública. El manejo del déficit
fiscal y las altas tasas de interés serán factores determinantes
en la percepción ciudadana sobre la gestión gubernamental. Al
mismo tiempo, los temas de seguridad y control territorial
mantendrán en vilo a la población, especialmente en las regiones
donde las estructuras ilegales han consolidado su influencia.
En este panorama, las decisiones gubernamentales tendrán un
impacto directo en la conformación de bloques políticos. Los
movimientos dentro del gabinete y las definiciones sobre
posibles candidaturas serán clave para determinar la orientación
futura. Mientras algunos sectores buscarán asegurar la
continuidad de un proyecto, otros intentarán distanciarse para
construir una narrativa de cambio.
El dilema entre continuidad y transformación es un reflejo de la
incertidumbre que rodea al electorado. Las estrategias políticas
en juego determinarán si el futuro estará marcado por la
consolidación de un modelo o la apertura a nuevas alternativas.
En un contexto donde cada decisión tiene implicaciones profundas,
la ciudadanía enfrenta el reto de analizar con detenimiento las
propuestas y los liderazgos que marcarán el devenir político del
país.

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Hay tantos enemigos del
bienestar de la nación, que nos quieren confundir

Por: Zahur
Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Las experiencias que han vivido los colombianos
por más de un siglo sobre el mal trato que se le ha dado al país
es una larga historia. Hablar sobre ese maltrato es escribir un
tratado sobre vejaciones, atropellos y crímenes.
Hoy en día han salido a la luz las verdades de muchos hechos
atroces que no pasaron como se pensó, sino que fueron
orquestados por esos enemigos del país y que manejaban medios de
comunicación. La ignorancia del pueblo ha sido la perfecta
aliada de esas personas. Y aún siguen jugando en primera
división como si nada pasara.
La labor de los filósofos es abrir puertas y mostrar la
realidad. Trazar caminos y dejar que los buenos oficios de las
personas sanas, con la capacidad de la razonabilidad y visión
del futuro asuman la responsabilidad de guiar a quienes necesita
esa orientación. Porque hay mucho que con pocas palabras saben
cuál es el camino correcto.
La maldad en Colombia es grande, pero es mucho más fuerte la
sociedad que rechaza esos malévolos y se defiende para no
terminar absorbidos por esa aspiradora infernal. Eso es lo que
se ha logrado hacer durante décadas para salir adelante mientras
las corrientes adversas tocan a la puerta.
La historia real del asesinato de Gaitán no es como la
presentaron originalmente. Lo que sí es real es que este hecho
lo usaron para destruir la nación.
De tanto en tanto aparecen hechos que los presentan de una forma
y terminan al final tal como se maquinaron hacerlo ver. Falsos
positivos. Así podemos seguir y seguir hablando de hechos que no
fueron como la gente se imagina que pasó o se maquinó.
La historia de Colombia está plagada de mentiras y por eso es
que el país está como está. Los políticos han sido los
verdaderos maestros haciendo escuela y educando al pueblo para
que acepten sus enseñanzas.
Hoy por lo menos hay una sociedad medio educada, que lee y se
comunica por las redes y trasmite mensajes que recogen de gente
que dice cosas sin ningún respaldo verídico. Pero les creen y se
afilian a esas tendencias.
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Ahora tu defines si eres un ser que sabe
racionalizar independientemente, o acepta lo que dice el
predicador porque está escrito y esa es la verdad infalible.
LA GREGORIANA
Crónica #1065

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=nL0VY1OTE80
El 5 de octubre de 1993 allanaron las casas de
las familias Ladino Ramírez y Molina Solarte en la vereda El
Bosque de Riofrio. Encerraron a todos sus miembros. Les hicieron
vestir prendas militares y después masacraron a los 13
vivientes.
La más significativa de las víctimas era La Gregoriana, que
gozaba de ser una de las intermediarias en la tierra del
milagroso médico venezolano José Gregorio Hernández y, como tal,
operaba a los enfermos el tercer miércoles de cada mes.
Esa misma noche el coronel Becerra salió a declarar con aire
imperial en los noticieros de televisión que en seguimiento de
la operación “Destructor” las tropas del nefasto Batallón Palacé,
sembrador de sangre y atropellos a lo largo de la historia
vallecaucana, se habían enfrentado a un reducto del ELN y dados
de baja los 13 bandidos.
Unos años después la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz
hizo un detallado informe de tan miserable crimen, que también
fue llevado a la Justicia Penal Militar y luego de condenar a
los oficiales del Batallón Palacé fue anulado por alguna
instancia y se perdió en las gavetas del olvido y la impunidad.
A La Gregoriana la reclamaron en Medicina Legal sus agradecidos
seguidores enfurecidos porque sabían muy bien que ella no era
guerrillera y solo curaba con la invocación al médico
venezolano.
Por estos días, cuando el papa agonizante ha elevado a la
categoría de santo al médico José Gregorio, y lo glorifica, he
vuelto a recordar a Carmen Ladino, La Gregoriana y pensado si de
pronto, en homenaje a lo que los del Palacé hicieron con ella y
con quien sabe cuántos más en muchos otros lugares del occidente
colombiano, el nuevo ministro de Defensa decreta, por fin, la
desaparición del nefasto batallón y lo reemplaza por un cuerpo
militar que lleve el nombre de Batallón Gregoriano.
Solo así se haría verdadera justicia y se borraría el estigma
que lo arropa.
El Porce, febrero 28 del 2025
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