Bogotá, Colombia -Edición: 777

 Fecha: Viernes 28-03-2025

 

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TECNOLOGÍA-CIENCIA

 

 

 

El legado fosilizado de la humanidad: Tecnofósiles y la huella imborrable del Antropoceno

 

 

 

 

han proliferado a una escala sin precedentes. En el futuro, los restos de estos animales podrían ser los principales vestigios biológicos de nuestra era, convirtiéndose en fósiles tan abundantes como los dinosaurios en su tiempo.

 

La evolución del reciclaje podría jugar un papel en la cantidad de tecnofósiles que dejamos atrás. Si bien cada vez hay más iniciativas para reutilizar materiales, todavía estamos lejos de una economía completamente circular. Muchos plásticos solo pueden reciclarse una vez antes de perder su utilidad, y los vertederos continúan acumulando enormes cantidades de basura. Algunos investigadores sugieren que en el futuro podrían excavarse los basureros actuales para extraer materiales valiosos, alterando el registro fósil que dejamos. Sin embargo, incluso con esfuerzos de reciclaje, los tecnofósiles serán inevitables: el cemento, el vidrio y los metales seguirán formando parte de la geología del planeta en el futuro lejano.

 

 

Quizás los tecnofósiles más impresionantes serán aquellos preservados en condiciones excepcionales, similares a las que permitieron la conservación de plumas de dinosaurios en ámbar hace millones de años. Actualmente, la humanidad produce materiales como resinas epoxi, que podrían encapsular pequeños objetos o incluso insectos, de manera semejante al ámbar natural. Asimismo, los microplásticos que hoy contaminan los océanos podrían sedimentarse en el fondo marino y formar parte de la roca sedimentaria del futuro.

 

El legado de la humanidad no será solo cultural o histórico, sino también geológico. Nuestra civilización ha creado materiales que desafiaron la biodegradación y que, irónicamente, podrían ser nuestro testimonio más perdurable. Dentro de millones de años, cuando otras especies examinen la historia de la Tierra, podrían encontrar no solo los restos de nuestra presencia, sino también las huellas indelebles de nuestra tecnología y nuestra forma de vida. Lo que hoy desechamos podría convertirse en la evidencia más duradera de nuestra existencia.

 

Dentro de millones de años, cuando los seres humanos sean solo un eco en la historia del planeta, es posible que los rastros de nuestra civilización sigan presentes en las capas geológicas de la Tierra. No serán nuestros huesos o herramientas de piedra los principales testigos de nuestra existencia, sino los vestigios de nuestra tecnología y el impacto de nuestras actividades en el medio ambiente. Según los paleontólogos Sarah Gabbott y Jan Zalasiewicz, de la Universidad de Leicester, el legado de la humanidad estará marcado por los "tecnofósiles": objetos manufacturados como plásticos, telas sintéticas y dispositivos electrónicos que podrían persistir por millones de años.

La era del Antropoceno, caracterizada por el impacto del ser humano en la geología del planeta, se está consolidando con la acumulación de residuos industriales y materiales de larga durabilidad. Si bien en el pasado el registro fósil ha estado dominado por restos biológicos, en el futuro la evidencia de nuestra era podría presentarse en forma de botellas de plástico, microchips y cemento endurecido, dejando una marca indeleble en la historia terrestre.

 

 

Los tecnofósiles más comunes serán aquellos materiales que producimos en grandes cantidades y que tienen una alta resistencia a la descomposición. El plástico es un claro ejemplo: su ubicuidad en la vida moderna y su persistencia en el medio ambiente lo convierten en un candidato ideal para fosilizarse. No solo lo encontramos en botellas, bolsas y envases, sino también en la ropa, donde cerca del 60 % de las prendas actuales contienen fibras plásticas como el poliéster. En contraste con la ropa fabricada con algodón o lana en el pasado, que se descomponía rápidamente, las prendas modernas podrían fosilizarse con facilidad, quedando atrapadas en capas de sedimento durante millones de años.

El proceso de fosilización es, en gran medida, una cuestión de suerte. Para que un organismo o un objeto se convierta en fósil, debe quedar sepultado rápidamente en un ambiente sin oxígeno, donde la descomposición sea mínima. Muchas de las estructuras que construimos, como ciudades enteras, podrían desaparecer con el tiempo debido a la erosión, pero ciertas urbes tienen una ventaja en este proceso.

 

 

Ciudades como Nueva Orleans o Ámsterdam, que se encuentran en zonas que se hunden progresivamente, podrían quedar sumergidas y enterradas por sedimentos marinos, creando condiciones ideales para su conservación geológica. Mientras los edificios en la superficie colapsan y se reducen a escombros, las estructuras subterráneas como el metro o los cimientos de rascacielos podrían preservarse durante millones de años, transformándose en megafósiles.

En un futuro distante, los paleontólogos podrían encontrarse con una enorme acumulación de estos restos tecnológicos y tratar de interpretar su función en nuestra civilización. Algunos objetos serán más fáciles de reconocer que otros. Mientras que una botella de plástico podría delatar su origen con relativa facilidad, un teléfono móvil podría convertirse en un enigma arqueológico. Con el paso del tiempo, el vidrio de la pantalla se volverá opaco y adquirirá un aspecto cerámico, mientras que los componentes metálicos en su interior se oxidarán y descompondrán parcialmente. Desde la perspectiva de un científico del futuro, el hallazgo de millones de estos rectángulos con rastros de circuitos podría sugerir la existencia de una tecnología avanzada, pero no necesariamente revelar su propósito exacto.

 

Otro rastro distintivo que dejaremos en el registro geológico es la drástica alteración de la diversidad biológica. Actualmente, la humanidad cría enormes cantidades de animales domésticos para su consumo, lo que ha cambiado radicalmente la composición de la biomasa del planeta.

 

Mientras que en el pasado los mamíferos salvajes dominaban la Tierra, hoy en día solo representan un 4% del total. En cambio, animales como el pollo y el ganado vacuno

 

 

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