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EDITORIAL
¿Qué será la
paz?
La muerte del Papa deja
demasiados interrogantes, frente a sus últimas palabras. “La paz
es posible” afirmó el Papa en una de sus últimas apariciones, ¿qué
tipo de paz estamos hablando? es una de las preguntas que
podrían surgir, obviamente podríamos referirnos a la paz
espiritual, pero esta puede llegar a parecer un imposible en un
contexto tan caótico como el que vive nuestra sociedad en la
actualidad.
La aceptación y el desapego a los males que se nos son
proporcionados puede llegar a ser una manera, pero, cómo podría
alguien ver con calma a aquel que produjo un mal enorme, tal
cual sucede cuando una madre ve al asesino de su hijo, pasar
tranquilamente por la esquina de su casa ahora después de haber
pagado tal crimen. ¿De qué manera alguien podría llegar a tener
paz? El Papa podría referirse a esta problemática con sus
últimos escritos, mismos en donde afirma:
"Renovemos nuestra esperanza y
nuestra confianza en los demás, incluso en quienes son
diferentes a nosotros o vienen de tierras lejanas, trayendo
costumbres, formas de vida e ideas desconocidas. Porque todos
somos hijos de Dios".
Todos somos los hijos de Dios,
pero si sostenemos tal afirmación en pro de crear un principio
lógico, esto mismo no implica que todos tengamos igualdad de
condiciones, el mundo y la desigualdad nos lo impide: ¿cómo
regresar la confianza en una sociedad tan herida como Colombia?
o acaso para llegar al perdón debemos ocultar nuestro dolor,
temor o infinidad de pensamientos que nos dañan cuando se nos
comete un acto injusto, ¿colocar la otra mejilla? y es que la
paz que el Papa Francisco se refiere es por mucho algo que sólo
funcionaria en un mundo ideal es donde nadie ha sentido el temor,
el horror de ser dañado, y ocultar todos estos sentimientos, es
psicológicamente un acto negligente contra nosotros mismos…
Podemos “permitir la libertad religiosa, libertad de pensamiento,
libertad de expresión y respeto a las opiniones de los demás”
como leyó el clérigo encargado bajo la atenta mirada de
Francisco. Pero ¿qué hacemos con nuestra historia?
Día a día encontramos más odio en nuestro mundo, y esa constante
transgresión frustra y esta misma nos lleva a agotarnos de
querer alcanzar la paz. Sin embargo, podríamos cambiar el orden
lógico de las premisas del Papa, En otras palabras, si dejamos
de verlo como una orden general y universal, y lo vemos como una
forma, de no seguir construyendo guerra y adentrarnos en un
futuro un poco menos bélico, tal vez y solo tal vez podríamos
entender la paz de la cual habló el Papa. Es decir tomar estas
palabras, para cambiar nuestra dirección, una en donde el otro,
también está en este mundo alocado, por lo tanto, también sufre,
por lo tanto intentar que nosotros no seamos uno mas de sus
dolores de cabeza.

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Los carroñeros que olvidaron
sus raíces

Por: Zahur
Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Cuando crecía e iba a la escuela, muchas veces
escuche al maestro decir que los indios no tenían alma y que los
perros eran más valiosos que esos animales. Estaba en tercero de
primaria y ya me perfilaba en lo que hoy soy. Lo escuche decir
esas palabras y eso me hizo afinar el sentido de la
razonabilidad.
Ese maestro hoy debe de estar enterrado bajo la misma tierra de
sus antepasados aborígenes en el más completo olvido.
La tierra nunca ha sido de nadie, el que la reclame como propia,
sobre ella vivirá sólo para labrarla y morir esclavo de ella.
Los primeros humanos y descendientes han vivido como parte de
ella y han convivido en paz. Pero unos sicópatas de los primeros
siglos cuando la Mesopotamia y la Grecia eran colmenas todas
funcionaban bien. Esto duró hasta que un arrogante guerrero
macedonio conquistó parte del mundo y cambio el orden de la
tenencia de la tierra.
Los españoles por azar apoyando a Colón llegaron a estas tierras
donde antes habían llegado otros navegantes y se regresaron
dejando todo intacto como lo encontraron.
Castilla y León, un mísero territorio se lanzó a la devastación
de un extenso continente y lo que era de todos los que lo
habitaban lo hizo propio blandiendo una cruz y una espada
asesinando millones de sus habitantes.
Hoy siglos después, los bastardos descendientes que no pudieron
regresar reclaman las tierras que no son de nadie y que las han
habitado los aborígenes en ella.
En Colombia el Estado carroñero los desplaza y les asigna
territorios como si esas tierras no fueran de ellos. Y lo más
interesante es que bandidos de todas las calañas reclaman como
propio lo que nunca ha tenido dueño. Y por eso se creen que son
dueños y demarcan territorios para sentirse dueños de una tierra
que siempre estará ahí.
El aborigen no tiene el sentido de la propiedad porque no hace
parte de su información genética, todo es de todos y por eso
toman lo que encuentran si les es útil para comer o fabricar sus
cosas básicas.
El descendiente del macedonio todo lo ve como un tesoro y quiere
apropiarse de lo que encuentra a su alrededor. Lo marca, lo
titula y lo convierte en un negocio para oprimir al otro.
Mientras que el nativo ve las cosas como parte del todo y para
todos. Por eso es que nace el crimen, por esa sed de poseerlo
todo y sentirse dueños de todo. Así nace el mercado de las
cosas. No el canje, yo tengo y tú tienes e intercambiamos
elementos según nuestras necesidades.
Las leyes exitosas son aquellas donde la participación de todos
se combinan entre unas cosas y otras y se llenan los vacios con
la aportación de todos.
La democracia obliga a elegir a unos individuos por una minoría
que al final son
ellos lo que esclavicen
a sus electores obligándolos a pagar impuestos para que
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ellos construyan un establecimiento que permite
crear la corrupción más monumental.
Este continente evolucionaba lentamente y todos vivían al ritmo
de su quehacer cotidiano al igual que los que habitan la
amazonia o las selvas profundas de este continente.
Solo cuando llega el invasor blandiendo su espada y sus leyes,
la tierra se convierte en una cloaca de su humanidad.
EL NOBOA COLOMBIANO
Crónica #1098

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=kwiiSBTXwaw&t=14s
En este país otrora consagrado
al Corazón de Jesús, existe la tendencia de enfrentar los
problemas empleando la fórmula contraria que los propició.
Como nos fue mal con el gobierno de izquierda y con un
presidente pobretón, ya andan buscando imitar al Ecuador y
encontrar un candidato de familia burguesa adinerada, que tienda
a la derecha, para que sea algo así como el Noboa colombiano.
Lamentablemente la cosecha de ese producto es muy escasa en el
país. La posibilidad empero estaría en escoger entre Alex Char,
Alejandro Éder o Gabriel Gilinski, pertenecientes a lo que
Gaitán llamaba oligarquía.
Éder y Char tienen experiencia política gubernamental, y aún
cuando el alcalde actual de Cali goza de muy mala aceptación en
su ciudad, en el imaginario nacional está alto y tiene
reconocida esposa samaria; Char va sobrado en Barranquilla y la
costa, y goza de un reconocimiento nacional como muy buen
gobernante, aunque poco se asoma a Bogotá; Gilinski no es
reconocible aún para el colombiano común, pero ha sostenido la
revista Semana y con su esquema digital ya patrocinó el
lanzamiento de Vicky Dávila, su antigua empleada, por lo que
puede pedirle que se haga a un costado para él ser la opción.
Éder y Char tienen plazo de decidir si renunciar como alcaldes
para ir a la contienda, hasta el 31 de mayo, cuando comenzaría a
regir la inhabilidad, un año antes de la primera vuelta del
2026.
Cada uno de los tres tiene sus pro y sus contra, sus imágenes
públicas son diversas, y combinan hábitos regionales con
pretensiones internacionales.
Aunque los tres hacen parte de familias adineradas, tal vez a
Gelinski le sería más fácil invertir en una campaña, pero Char
tiene a Olimpica.
Todos son jóvenes y actúan como tales, por lo que pueden
resultar atractivos como Éder, hábiles como Char o negociantes
como Gilisnki.
Cualquiera de ellos coparía el molde Noboa, faltaría ver qué
tanto proponen y qué tan atrevidos resultan ser para captar
votantes.
El Porce, abril 23 del 2025
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