En un nuevo giro en la compleja guerra comercial entre Estados Unidos y China, el presidente Donald Trump sorprendió al mundo al sugerir una posible reducción “sustancial” de los aranceles impuestos a las importaciones chinas. La medida, que buscaba enviar un mensaje de distensión a los mercados financieros, fue recibida con escepticismo en Beijing y se convirtió rápidamente en blanco de burlas en redes sociales chinas.

Durante una intervención desde el Despacho Oval, Trump prometió mostrarse “muy amable” en futuras negociaciones con China y afirmó que evitaría vincular la pandemia de covid-19 con ese país, un gesto que muchos interpretaron como un
 

intento por calmar la tensión comercial. No obstante, el gobierno chino reaccionó con frialdad. “Quien ató la campana, debe desatarla”, dijo He Yadong, portavoz del Ministerio de Comercio, al insistir en que la única salida viable sería la eliminación total de los aranceles.

En una ceremonia cargada de simbolismo, el funeral del Papa Francisco se ha convertido en algo más que una despedida religiosa: ha sido un inesperado punto de encuentro para jefes de Estado, monarcas y líderes de organizaciones internacionales, que llegarán a Roma para rendir homenaje a un hombre cuya vida y legado trascendieron las fronteras del catolicismo.

Francisco, el primer pontífice latinoamericano, no solo reformó estructuras internas del Vaticano; también supo tejer vínculos con figuras de todas las corrientes políticas y credos. Su testamento, donde ofreció su sufrimiento por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos, fue un fiel reflejo de su visión de Iglesia abierta, dialogante y profundamente humana.

El próximo sábado, en la Plaza de San Pedro, esa visión cobrará forma. Desde Estados Unidos llegará el presidente Donald Trump junto a Melania, mientras que por América Latina destacan las delegaciones de Argentina, con el presidente Javier Milei —a pesar de sus marcadas diferencias con Francisco— y la esperada presencia de Luiz Inácio Lula da Silva y Daniel Noboa.

Europa, por su parte, enviará a múltiples de sus representantes. Entre los que se espera su asistencia, se encuentran el presidente francés Emmanuel Macron, el primer ministro británico Keir Starmer junto al príncipe Guillermo, y los Reyes de España, Felipe y Letizia, acompañados por una
 

delegación política. Incluso se espera que países con mayor tradición laica o confesiones distintas muestren su respeto, como Irlanda, Mónaco, Polonia o Bélgica.

También dirán presente líderes de Europa del Este, de los Países Bálticos, y representantes de Kosovo, Moldavia y Eslovenia, en una postal que pondrá en evidencia el enorme alcance diplomático del Papa.

Desde Oceanía llegaran autoridades de Nueva Zelanda y Australia. Asia tampoco se quedará atrás, con la confirmación del presidente filipino Ferdinand Marcos. Y, en un gesto simbólico, estará presente el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, aunque no su contraparte rusa, Vladimir Putin.

Se espera también que la ceremonia tenga cierto carácter institucional. La Unión Europea estará representada por sus tres principales autoridades, y desde las Naciones Unidas viajará el secretario general António Guterres.

Más allá del protocolo, la jornada será una muestra palpable de la influencia de Francisco. Su funeral, sin buscarlo, funcionará como un espacio de encuentro entre potencias enfrentadas, ideologías contrapuestas y naciones distintas y distantes. En tiempos de tensiones geopolíticas, su figura logró algo que pocos consiguen: convocar a la esperanza común de una humanidad más unida.

A sus 70 años, Bolsonaro permanece hospitalizado y sin fecha de alta. Aunque los doctores aseguran que no presenta dolor ni sangrado, continúa con ayuno total, recibiendo nutrición por vía intravenosa y sometido a fisioterapia para prevenir complicaciones. El ambiente en la sala de cuidados intensivos se tensó aún más el miércoles, cuando recibió la visita de funcionarios del Supremo Tribunal Federal (STF), que le notificaron sobre su obligación de presentar su defensa en cinco días por el caso en su contra por una supuesta trama golpista.

La reacción del exmandatario fue inmediata y explosiva. En un video difundido por su propia cuenta en X, se le ve reclamando visiblemente alterado: “¿Cinco días para presentar mi defensa? ¿Es consciente de que estoy dentro de una UCI?”, exclamó. Tras el episodio, el personal médico advirtió un fuerte aumento en su presión arterial y le recomendó no recibir más visitas.

El caso judicial que enfrenta podría tener consecuencias graves: la Fiscalía lo señala como parte de un plan para desestabilizar el resultado de las elecciones de 2022, presuntamente con el objetivo de impedir la posesión de Luiz Inácio Lula da Silva. De ser encontrado culpable, Bolsonaro podría enfrentar hasta 40 años de prisión.

Su estado actual es resultado de una larga cadena de complicaciones médicas derivadas del atentado que sufrió en 2018, cuando fue apuñalado durante un mitin. La cirugía más reciente, que duró 12 horas, fue descrita por los médicos como la más compleja desde aquel ataque.

A pesar de su frágil estado, Bolsonaro apareció el martes en una transmisión en vivo promocionando una marca de cascos. Esa aparición llevó al STF a considerar que estaba en condiciones de recibir la notificación judicial.