Bogotá, Colombia -Edición: 798

 Fecha: Viernes 16-05-2025

 

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INFORME

 

 

 

 

 

 

Las abejas también sueñan: El hallazgo científico que revela cuánto se parecen a los humanos

 

 

 

 

 

entonces interrumpir su descanso podría ser tan perjudicial como impedir que un ser humano duerma durante días.

 

En palabras de Haase, “cuando una abeja duerme, consolida la memoria que necesita para orientarse hacia las flores que poliniza. Si interrumpimos ese proceso, podríamos estar afectando indirectamente toda la cadena alimentaria que depende de ellas”.

Desde la perspectiva de la neurociencia humana, el estudio también representa una ventana a nuevas posibilidades. Gracias a la estructura relativamente simple del cerebro de las abejas y al acceso visual que ofrece su cráneo, los investigadores pueden observar procesos neuronales individuales durante el sueño. Esto es prácticamente imposible en humanos, lo que convierte a estos insectos en modelos ideales para entender cómo se forma la memoria, cómo se altera el sueño en enfermedades neurológicas y cómo podríamos intervenir para restaurarlo.

 

 

Más allá del laboratorio, esta conexión entre abejas y humanos nos invita a ver la naturaleza con otros ojos. Es fácil subestimar a los insectos por su tamaño o complejidad aparente, pero este descubrimiento nos recuerda que compartimos más con ellos de lo que creemos. No solo dependemos de las abejas para tener alimentos en nuestra mesa, también podríamos depender de ellas para comprender mejor nuestra propia biología.

 

En Colombia, país biodiverso y agrícola por excelencia, donde el café, las frutas y los cultivos locales dependen en buena medida del trabajo silencioso de los polinizadores, este hallazgo debería despertar aún más interés. Proteger a las abejas es proteger el futuro alimentario del país, pero también —y ahora lo sabemos— una oportunidad para avanzar en la comprensión de uno de los misterios más profundos del ser humano: el sueño.

 

Una colmena guarda muchos secretos. Durante el día, las abejas revolotean sin descanso, cumpliendo su papel crucial en la polinización y sosteniendo con su trabajo buena parte de la biodiversidad y la producción agrícola del planeta. Pero cuando cae la noche, en la aparente quietud de la colmena ocurre algo inesperado: las abejas duermen. Y lo hacen de una manera tan sorprendentemente parecida a nosotros que la ciencia se ha detenido a observarlas con lupa. Literalmente.

 

Un equipo de científicos, liderado por la Universidad de Trento en Italia, acaba de publicar un estudio revolucionario en la revista Neural Networks que revela que el sueño de las abejas comparte patrones neuronales con el de los seres humanos. Esta conexión va mucho más allá de lo anecdótico: podría tener implicaciones tanto en la protección de estos polinizadores vitales como en la comprensión de nuestra propia neurociencia.

 

 

En palabras sencillas, el cerebro de las abejas en reposo presenta una “firma” neuronal que recuerda a la que vemos en los mamíferos durante el sueño. Esta es la primera vez que se logra observar este tipo de actividad en el cerebro de las abejas, y las implicaciones son profundas: nos habla de cómo los cerebros, incluso en organismos tan distintos como insectos y humanos, podrían compartir mecanismos básicos para descansar, procesar información y consolidar recuerdos.

El experimento, que involucró microscopía óptica avanzada, aprendizaje automático y modelos computacionales del cerebro, se centró en los lóbulos antenales —las áreas del cerebro de las abejas responsables del olfato—. Allí, los investigadores monitorizaron a las abejas durante la noche, cuando naturalmente entran en estado de sueño. Se utilizó una cámara para registrar sus movimientos corporales y, al mismo tiempo, se midió la actividad cerebral con un microscopio de dos fotones. Todo con una precisión asombrosa.
 

 

El equipo observó que, durante el sueño, la actividad neuronal de las abejas cambiaba por completo. Pasaba de un modo de procesamiento altamente integrado, típico de la vigilia, a uno sincronizado y de baja integración de la información. Este fenómeno también se ha documentado en humanos durante el sueño profundo. En otras palabras, cuando una abeja duerme, su cerebro reduce la percepción sensorial —especialmente olfativa— tal como nos ocurre a nosotros.

"Detectamos una especie de 'modo de bajo consumo' del cerebro durante el sueño. Las conexiones neuronales cambian su dinámica y se produce una reducción en la capacidad de descodificar estímulos externos", explica Albrecht Haase, autor principal del estudio. “Y lo interesante es que todo esto puede explicarse modificando un único parámetro: el acoplamiento sináptico entre las neuronas”.

Pero, ¿por qué debería importarnos cómo duermen las abejas? La respuesta va más allá de la curiosidad científica. Comprender los patrones de sueño de estos insectos puede ser clave para saber cómo factores ambientales como los pesticidas o el cambio climático están afectando no solo su salud individual, sino la estabilidad misma de los ecosistemas que ayudan a mantener.

Hoy en día, las abejas enfrentan una amenaza creciente por la pérdida de hábitat, el uso indiscriminado de químicos en la agricultura y las alteraciones en los ciclos naturales provocadas por el calentamiento global. Si el sueño es, como lo indica este estudio, un proceso vital para la consolidación de la memoria, la cognición y el comportamiento adecuado de las abejas,

 

 

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