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El poeta de las
tres muertes

Por: Jotamario Arbeláez
El poeta Gómez Jattin permite informar a su numerosa clientela
que ha salido de este mundo arremetiendo con toda la fuerza de
su humanidad contra un vehículo de transporte urbano en
movimiento. El poeta fue conducido a la morgue de Cartagena y el
bus a un cementerio de automóviles.
Se barajan tres hipótesis sobre el percance. La primera, la que
se dijo, que se trató de un suicidio, debido a un acceso de
angustia producto de la consumición de cannabis. La segunda, de
un accidente, pues en la distracción de la traba trató de cruzar
la calle sin percatarse que venía el bus de servicio público. La
tercera, de un asesinato, pues el jíbaro al que le adeudaba lo
empujó de la acera a la calle. Toda una vida avolcanada tenía
que terminar en tragedia.}
A Gómez Jattin lo descubrió el escritor Milcíades Arévalo cuando
paseaba por Cereté. Y empezó a ser conocido en el país por la
carta divinizante que le dirigió el poeta Jaime Jaramillo
Escobar, la cual hasta hoy no ha sido publicada completa por
mezquindad de quienes detentan las páginas literarias en los
medios de comunicación (dice el corresponsal), esos mismos que
siempre proclamaron que la de Raúl era una locura fingida.
Transcribo completa la carta (y su respuesta),como una muestra
de lo que debe ser el amor entre los poetas que se merecen:
“Santiago de Cali, septiembre 17 de 1983. Querido
Raúl:
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He estado recomendando mucho tu poesía: atodo aquel que está enfermo le receto
dos poemas tuyos y al que se acusa de algún pecado le mando a leer tres veces el
poema de la burrita. A los viajeros les recomiendo llevar tus poemas en el
bolsillo y a los que llegan les presento tus poemas como la única cosa vital,
grande, oxigenada, robusta, libre, natural y bella que tenemos aquí: lo único
con fuerza joven, originalidad, audacia, libertad y novedad que se
encuentra hoy en el bazar de la poesía colombiana; lo único que se desborda, que
brama, que tiene impulso y pasión, el único vendaval que nos refresca,
primitivo, animal y selvático como un desodorante de TV, lo único apasionado y
amoroso, lo único! Lo demás está reglamentado por la Academia, pero tú eres
territorio libre del poema. Todos los demás estamos maniatados por la crítica,
los reglamentos del verso, los corsés de la gramática, las normas de la
sociedad, los preceptos religiosos, las jaulas políticas, los considerandos
utilitaristas, las órdenes de los diáconos, la urbanidad, los regaños de la
familia, las conveniencias del matrimonio, los impedimentos del trabajo, los
rezagos burgueses. Pero tú eres el viento, eres un potrillo, eres el río que
arrasa, no limitas con nada, no tienes cuñados en el cielo, no tienes
participación en la bolsa de valores, eres un bruto, eres Atila, eres el
mismísimo Adán, Dios en persona completamente loco deshojando los bosques y
tirando las hojas al aire, eres el ciclón, la barriga pelada, el escándalo
furioso, todo lo que yo no soy ni hay aquí poeta que lo sea, eres el fauno, el
unicornio, el centauro, el volcán, eres las putas! Las polvorientas calles de
Cereté te ven y no te creen, porque nos ha dado por pensar que los poetas tienen
que vivir en Bogotá, muertos de frío a las puertas de la Academia mendigando un
gerundio y poniendo mucho cuidado para que no los vaya a picar el qué galicado.
Los poetas de Bogotá se hacen tratamientos para la conjugación, toman pastillas
para el pronombre, siguen una dieta rigurosa de solecismos y cacofonías y sufren
el estreñimiento de la lengua. Pero tú ya hiciste la revolución,
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pusiste el mundo patas arriba, aunque no se den cuenta los que viven boca abajo,
estallaste, y aunque el eco de ese estallido se demore en llegar a la Tierra, te
amo como a fuerza primigenia que crea y modela. Cuando empezabas apenas a
caminar dabas los primeros pasos de siete leguas, poeta desbocado, lenguaraz,
deslenguado, gigantón y desnudo, desusado, desmesurado, indomable. Aunque aún no
te había visto, presumo que tu persona debe tener ese hálito avolcanado de tus
poemas. No cabrías en mi pequeño cuarto, no cabrías en esta ciudad, tú eres el
padre de la selva. Mándame todos los poemas que tengas, quiero ahogarme en
ellos. La poesía colombiana te estaba necesitando porque nosotros caímos en la
trampa. Tú eres el único que queda libre. No te dejes coger. No te dejes cazar.
Si te cogen mátalos. Mátalos. Jaime Jaramillo Escobar”
La respuesta a una carta no se hizo esperar:
“Cuando llegó tu carta rumorosa como el viento / había lanzado todos los libros
a la calle / y como no estaba el mío me tiré yo mismo a la intemperie / Y
vagabundeé entre el sonrojo agresivo y triste/ de esos pobres hombres que me
vieron crecer / como una bestia tierna que escribía y soñaba / De esos
habitantes de un paisaje que adoro / incómodos y apesadumbrados de tener un
poeta / Y mendigué un alegre dinero mendigando mis versos / y les ofrecí mi vida
erizada de angustia / Y canté en las aceras y me enamoré de un amor malvado /
pero hermoso como un lucero en la noche de la muerte / Eres en mi corazón el
poeta que me ayudó / con sapiencia y serenidad a leer la poesía / Ese Poeta
admirado y lejano Jaime Jaramillo Escobar/ Pero amigo y hermano de mi soledad
como mi propio verso.”
Feliz estadía bajo tierra al inmenso poeta de Cereté, quien ahora tendrá la
ocasión de continuar haciéndose el loco durante lo que resta de eternidad.
Bogotá, agosto 23-11
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