Keir Starmer sacude al ala izquierda del Partido Laborista con su plan contra el fraude

En la conferencia nacional del Partido Laborista en Liverpool, Keir Starmer, el primer ministro británico, presentó un plan polémico que busca combatir el fraude en las prestaciones sociales, una propuesta que ha provocado malestar en el ala izquierda del partido. Starmer pretende ahorrar alrededor de 1.900 millones de euros mediante la implementación de controles más estrictos sobre los receptores de beneficios, lo que ha suscitado comparaciones con las políticas de austeridad de los conservadores en 2010.

El líder laborista defendió su iniciativa con un discurso que prometía "renovar el Reino Unido" y "reconstruir los servicios públicos". Sin embargo, sus palabras no fueron suficientes para calmar las críticas provenientes de figuras destacadas del partido como John McDonnell, ex colaborador cercano de Jeremy Corbyn, quien afirmó que las propuestas de Starmer recuerdan a las políticas del exministro conservador George Osborne. "Cierras los
 

ojos y parece que estés oyendo a un conservador", dijo McDonnell en respuesta al anuncio.

Starmer también planteó la necesidad de aprobar una ley de asistencia social para reducir el número de personas que permanecen inactivas laboralmente alegando enfermedades prolongadas. Actualmente, alrededor de 2,8 millones de británicos reciben prestaciones sociales por este motivo, cifra que ha aumentado significativamente desde la pandemia. El primer ministro subrayó que los inspectores de servicios sociales obtendrán poderes similares a los de los inspectores fiscales, permitiéndoles acceder a cuentas bancarias y verificar si los beneficiarios tienen ahorros superiores a 16.000 libras (19.000 euros).

Este plan ha causado preocupación entre los sindicatos y el ala izquierda del laborismo, quienes temen que las medidas de Starmer puedan abrir la puerta a una nueva era de austeridad, similar a la implementada por los conservadores en la última década. La propuesta también ha sido criticada por estar dirigida principalmente a los pensionistas y a los receptores de ayudas sociales, mientras que muchos dentro del partido demandan más acciones contra la evasión fiscal y las grandes fortunas.

El discurso de Starmer en Liverpool tenía el objetivo de recuperar el respaldo popular, especialmente tras el reciente escándalo de los regalos personales, que ha afectado su imagen. Con un nivel de aprobación del -13%, comparable al de su predecesor Rishi Sunak, Starmer busca remontar en las encuestas antes de las próximas elecciones generales. No obstante, su estrategia de presentarse como un líder moderado y pragmático ha generado divisiones dentro del propio partido.

Durante su intervención, Starmer intentó proyectar optimismo, afirmando que "hay luz al final del túnel" y que su gobierno tomará "decisiones difíciles, pero correctas a largo plazo". A pesar de sus esfuerzos, el líder laborista enfrentó una interrupción durante su discurso cuando un manifestante irrumpió en el evento, aunque rápidamente fue acallado por el aplauso del público.

En un intento por desviar la atención del escándalo de los regalos, Starmer bromeó diciendo: "Nunca he prestado mucha atención a mis trajes, no voy a permitir que sean ahora una distracción". Sin embargo, cometió un error al referirse al conflicto en Gaza, confundiendo las palabras "hostages" (rehenes) y "sausages" (salchichas), lo que desató críticas en redes sociales.

Con este discurso, Starmer buscaba consolidar su liderazgo y mostrar un enfoque más severo para afrontar los problemas económicos del país, pero su propuesta ha dejado al descubierto las crecientes tensiones dentro del Partido Laborista, lo que plantea interrogantes sobre su capacidad para unificar a la formación de cara al futuro.

Por su parte, el gobierno libanés, encabezado por el primer ministro Najib Mikati, ha condenado los ataques israelíes como una “guerra de exterminio”, advirtiendo que buscan destruir ciudades enteras en el sur del país. Beirut ha solicitado la intervención de la ONU y de actores internacionales para detener lo que consideran una agresión injustificada.

El Ministerio de Sanidad libanés confirmó que entre las víctimas se encuentran 35 niños y 31 mujeres. La magnitud de los ataques ha provocado el desplazamiento de miles de personas. Se estima que 110.000 libaneses han abandonado sus hogares en el sur del país, mientras que en Israel, alrededor de 65.000 ciudadanos han sido evacuados del norte por temor a los ataques de Hizbulá.

El portavoz militar israelí, Daniel Hagari, enfatizó que las explosiones secundarias en los objetivos atacados se deben al arsenal almacenado por Hizbulá en áreas residenciales, lo que ha convertido estas zonas en objetivos prioritarios para las fuerzas israelíes. Además, reveló un intento fallido de la milicia chií de lanzar un misil de crucero de largo alcance desde una casa en el sur de Líbano.

En respuesta a los intensos ataques israelíes, Hizbulá ha mantenido su postura de continuar la lucha en apoyo a Hamas y al pueblo palestino en Gaza. A pesar de haber sufrido numerosas bajas entre sus líderes, la milicia sigue resistiendo. Analistas locales señalan que Israel está intentando debilitar de forma decisiva a Hizbulá, aprovechando el contexto actual para golpear sus capacidades armamentísticas y obligar a sus efectivos a replegarse lejos de la frontera.

Los temores de una nueva guerra a gran escala entre Israel y Hizbulá se han intensificado en Líbano, con recuerdos dolorosos de la devastación que dejó la guerra de 2006. Los ataques del lunes, que han golpeado áreas clave controladas por la milicia, parecen allanar el camino hacia un conflicto más amplio, mientras la comunidad internacional observa con preocupación el deterioro de la situación.

Con la presión aumentada tanto en Israel como en Líbano, las perspectivas de un cese de hostilidades parecen lejanas. Nasrala, líder de Hizbulá, ha reiterado que la milicia mantendrá sus operaciones hasta que cesen los ataques israelíes en Gaza, lo que indica que la violencia en la región podría continuar intensificándose en los próximos días.

El expresidente de Estados Unidos y candidato republicano, Donald Trump, afirmó que no se presentará nuevamente a las elecciones presidenciales si pierde los comicios de este año, que se celebrarán el 5 de noviembre. En una entrevista para el programa Full Measure, conducido por la periodista Sharyl Attkisson, Trump declaró: "Eso sería todo. No lo veo, para nada... Pero creo que vamos a tener éxito este año", refiriéndose a sus posibilidades de triunfo.

La declaración de Trump llega en un momento crítico de la campaña, donde su principal rival, la vicepresidenta y candidata demócrata Kamala Harris, ha ganado terreno. Según diversas encuestas, ambos candidatos están empatados en estados clave que serán decisivos para determinar el resultado final de las elecciones.

Trump, quien lanzó su candidatura a la reelección en noviembre de 2022, después de perder las elecciones de 2020 ante Joe Biden, ha seguido alegando que los comicios anteriores estuvieron plagados de fraude. Actualmente, el expresidente enfrenta varios cargos federales y estatales relacionados con sus intentos de anular los resultados de esas elecciones.

En la misma entrevista, Trump también insinuó que podría incluir al empresario Elon Musk y al excandidato independiente Robert F. Kennedy Jr. en su eventual gobierno. El exmandatario destacó que Musk podría ayudar a controlar el gasto gubernamental, mientras que Kennedy Jr. podría desempeñar un papel clave en temas de salud y medio ambiente. Ambos nombres han sido mencionados como posibles figuras en su administración en caso de que logre regresar a la Casa Blanca.

Estas declaraciones refuerzan la postura de Trump de cara a las elecciones, marcando el tono de lo que podría ser su último intento por recuperar la presidencia de Estados Unidos, en un clima de alta competencia política.