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Israel
intensifica su ofensiva en Gaza y toma el control total del
corredor sur

En medio de una creciente tensión en la Franja de
Gaza, el gobierno de Israel anunció el sábado que ha completado
el cerco sobre Rafah, una zona clave en el extremo sur del
enclave palestino, fronteriza con Egipto. Este avance militar,
que forma parte del plan israelí para ampliar su denominada
“zona de seguridad”, ha generado preocupación internacional por
sus implicaciones humanitarias.
El ministro de Defensa, Israel Katz, confirmó que el Ejército
tomó el control del Eje Morag, un corredor estratégico que
conecta Rafah con Khan Younis. Esta acción ha permitido separar
ambas ciudades y consolidar una franja de territorio que ahora
está bajo control israelí. Katz calificó esta maniobra como un
paso esencial para “expulsar a Hamás” y aseguró que la ofensiva
continuará hasta la liberación de todos los rehenes secuestrados
el pasado 7 de octubre.
La situación en Rafah es especialmente delicada: antes de la
guerra, más de 200.000 personas vivían en la zona comprendida
entre el Corredor de Filadelfia (en la frontera con Egipto) y el
Eje Morag. Hoy, tras semanas de bombardeos y desplazamientos
forzados, solo quedan unos pocos centenares, según datos del
propio gobierno israelí.
Katz también reveló que el Ejército ha iniciado la evacuación
forzosa de civiles en Beit Hanoun y otros sectores del norte de
Gaza, al tiempo que amplía el Corredor Netzarim en el centro del
enclave. “Las operaciones se expandirán pronto a más regiones, y
la población deberá evacuar las zonas de combate”, advirtió.
En paralelo, los habitantes de Khan Younis han recibido
instrucciones de abandonar la ciudad en previsión de nuevos
bombardeos, esta vez en represalia por el lanzamiento de cohetes
desde el sur de Gaza hacia territorio israelí. En las últimas
horas, tres proyectiles fueron interceptados por el sistema de
defensa aérea israelí, sin dejar víctimas.
Mientras tanto, los esfuerzos por alcanzar una tregua parecen
estancados. Aunque medios israelíes aseguran que se han
intercambiado borradores entre Egipto e Israel para un alto el
fuego, Hamás declaró no haber recibido ninguna nueva propuesta.
Aun así, el grupo islamista expresó su esperanza de que las
próximas negociaciones en El Cairo con mediadores egipcios
logren avances significativos hacia un cese de hostilidades.
En medio del conflicto, las acusaciones contra Israel por el uso
del agua como arma de guerra han ganado fuerza. El gobierno de
Gaza denunció que el 90 % de la infraestructura hídrica ha sido
destruida, lo que ha provocado más de 1,7 millones de casos de
enfermedades relacionadas con la escasez de agua. Médicos Sin
Fronteras y la ONU también han advertido que la falta de acceso
al agua y los ataques sistemáticos a instalaciones civiles
podrían constituir crímenes de guerra.
El Ministerio de Sanidad gazatí informó que, en las últimas
horas, 21 personas han muerto y más de 60 han resultado heridas
por ataques israelíes. Desde el 7 de octubre, el número total de
fallecidos en Gaza supera los 50.900, en su mayoría mujeres y
niños. La guerra no da tregua, y cada día parece alejar más la
posibilidad de una paz duradera.
Luisa
González: La mujer que desafía al poder en Ecuador con el legado
del correísmo

Con la esperanza tatuada en la piel y el respaldo
del expresidente Rafael Correa como escudo, Luisa González se
prepara para disputar, el día de hoy, domingo 14 de
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abril, su segundo intento por alcanzar
la presidencia de Ecuador. La candidata del movimiento Revolución
Ciudadana ha logrado lo que parecía impensable tras la salida de Correa
del escenario político: reactivar el músculo electoral del correísmo y
llevarlo al borde de la victoria.
En la primera vuelta sorprendió al conseguir el 44 % de
los votos, quedando a un puñado de papeletas de Daniel Noboa, el joven
presidente que encarna la apuesta por la "mano dura". Pero más allá de
las cifras, González ha logrado posicionarse como la figura femenina de
mayor proyección dentro de la izquierda latinoamericana. No en vano, ha
recibido el respaldo simbólico de Claudia Sheinbaum, la primera mujer
presidenta de México, quien le deseó repetir su hazaña en tierras
ecuatorianas.
Su historia personal es la de muchas mujeres que enfrentan el país desde
abajo: nacida en Quito pero criada en el campo manabita, madre a los 16,
divorciada a los 22 y forjada entre el trabajo, el estudio y la crianza.
Se declara montubia con orgullo, brinda con currincho y no olvida sus
raíces campesinas. Esa identidad es la que ha llevado al escenario
político nacional con un discurso que mezcla pragmatismo, sensibilidad
social y una firmeza que le ha ganado tanto seguidores como detractores.
González ha sido, desde 2010, una figura cercana al
expresidente Correa, pero en los últimos años ha intentado construir una
imagen propia. A pesar de los tropiezos de su movimiento —como la
polémica sobre una eventual “moneda alternativa”—, ha defendido la
dolarización y se ha desmarcado con rapidez de las declaraciones
ambiguas.
En su plan de gobierno promete gratuidad en salud y
educación, dos millones de empleos y combate frontal al crimen y al
narcotráfico. Pero también carga con contradicciones: es evangélica y
conservadora en temas como el aborto y los derechos trans, lo que le ha
generado críticas desde dentro de la propia izquierda.
Si gana, será la primera presidenta electa del país y la encargada de
reconciliar un Ecuador partido en dos. Ella insiste: “No soy el títere
de nadie”. El domingo, los ecuatorianos decidirán si están listos para
creerle.
Trump lanza señales de
advertencia a la disidencia política en EE.UU.

Las señales son cada vez más claras: este segundo mandato
de Donald Trump podría estar marcado por una ofensiva directa contra
quienes se atrevan a disentir de su gobierno. En los últimos días, el
presidente ha emprendido acciones que, lejos de ser simbólicas, parecen
tener como propósito advertir que la oposición no será tolerada.
Trump ha emitido proclamas oficiales que ordenan investigar a antiguos
funcionarios de su propia administración. Uno de ellos es Chris Krebs,
exdirector de la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de
Infraestructuras, quien fue despedido por afirmar que las elecciones de
2020 fueron legítimas. Sin presentar pruebas, Trump sostiene que Krebs
“mintió” al negar el supuesto fraude, una narrativa que ha sido
desmentida por múltiples cortes y agencias independientes.
Otro blanco de sus ataques es Miles Taylor, exfuncionario del
Departamento de Seguridad Nacional, quien escribió de forma anónima
sobre una "resistencia" interna al entonces presidente. Trump lo ha
acusado, sin base legal, de traición, y ha exigido que se le investigue,
en lo que parece más una represalia política que un proceso judicial
serio.
El mensaje que se desprende es inequívoco: cualquier funcionario o
ciudadano que cuestione a Trump podría convertirse en objetivo de
medidas punitivas. Esta actitud no solo alcanza a excolaboradores, sino
también a instituciones y empresas.
Bufetes de abogados que representaron a críticos de Trump han sido
amenazados. Según su asistente Stephen Miller, algunos han accedido a
trabajar gratis para el presidente para evitar represalias, aunque
otros, como Jenner & Block, han llevado el caso a los tribunales
alegando inconstitucionalidad.
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Las universidades también han sentido
el peso de esta presión. Cornell, Northwestern y otras instituciones han
visto congeladas sus becas de investigación por permitir protestas
contra la guerra en Gaza o mantener programas de diversidad. Además,
estudiantes con visados legales, como Mahmoud Khalil, han sido detenidos
y enfrentan procesos de deportación por participar en manifestaciones.
Incluso los jueces no han escapado del radar de Trump. Ha impulsado
iniciativas para limitar su capacidad de bloquear medidas ejecutivas y
ha apoyado propuestas de juicio político a magistrados que fallan en
contra de sus intereses.
La administración republicana también
ha cerrado oficinas federales en ciudades que no cooperan con el ICE,
como New York o Seattle, lo que impacta directamente en servicios para
miles de ciudadanos.
Todo esto compone un panorama alarmante para activistas, abogados,
académicos y funcionarios públicos que ven cómo la disidencia política
podría convertirse en delito no escrito. Para muchos, el verdadero temor
no es solo lo que Trump diga, sino lo que ya está haciendo con el poder
que ahora tiene.
EE.UU. e Irán abren la
puerta a un nuevo diálogo nuclear tras encuentro en Omán

Tras años de tensión y amenazas cruzadas, Estados Unidos
e Irán parecen haber dado un primer paso hacia un posible reencuentro
diplomático. El sábado, delegaciones de ambos países se reunieron en
Omán en una jornada que, según afirmaron representantes de ambas partes,
transcurrió en un ambiente “constructivo y respetuoso”.
Aunque las conversaciones fueron en su mayoría indirectas —con el
canciller omaní Badr Al Busaidi como mediador entre las delegaciones
instaladas en salas separadas—, el hecho de que se produjera un contacto
directo, aunque breve, marca un hito. Es la primera vez que una
administración del presidente Donald Trump sostiene un contacto cara a
cara con un funcionario iraní.
Steve Witkoff, enviado especial del gobierno
estadounidense para Medio Oriente, fue el representante de Washington en
la reunión. De acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, las
discusiones fueron “positivas y constructivas” y se agradeció al
gobierno de Omán por facilitar el proceso. Witkoff afirmó haber recibido
instrucciones del propio Trump para buscar una solución negociada y
“mutuamente beneficiosa” a las diferencias bilaterales.
Del lado iraní, el viceministro de Relaciones Exteriores,
Abbas Araghchi, aseguró que se logró un avance importante: “Nos
acercamos más a una base para las negociaciones [...] Si podemos
finalizar ese marco en la próxima sesión, estaremos listos para comenzar
diálogos reales y sustanciales”.
Este nuevo intento de diálogo llega en un contexto de creciente presión.
Trump ha fijado un plazo de dos meses para que Irán acepte un acuerdo
que limite o elimine por completo su programa nuclear, una exigencia que
Teherán considera inaceptable. A cambio, el mandatario estadounidense
promete evitar un conflicto, aunque no descarta el uso de la fuerza. “Si
se requiere lo militar, vamos a tener lo militar”, afirmó esta semana.
Por ahora, Irán mantiene su postura firme. Araghchi advirtió que no
habrá negociaciones bajo presión y delineó sus “líneas rojas”, entre
ellas el rechazo a demandas que afecten su industria de defensa,
especialmente su programa de misiles balísticos.
Pese a las diferencias persistentes, ambos países se mostraron
dispuestos a seguir hablando. El próximo encuentro está programado para
el sábado 19 de abril. Mientras tanto, en un Medio Oriente cargado de
incertidumbre, cualquier avance en la vía diplomática es visto como una
luz de esperanza para evitar una nueva escalada.
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