Bogotá, Colombia -Edición: 784

 Fecha: Domingo 13-04-2025

 

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INTERNACIONAL

 

 

 

Israel intensifica su ofensiva en Gaza y toma el control total del corredor sur

 

 

En medio de una creciente tensión en la Franja de Gaza, el gobierno de Israel anunció el sábado que ha completado el cerco sobre Rafah, una zona clave en el extremo sur del enclave palestino, fronteriza con Egipto. Este avance militar, que forma parte del plan israelí para ampliar su denominada “zona de seguridad”, ha generado preocupación internacional por sus implicaciones humanitarias.

El ministro de Defensa, Israel Katz, confirmó que el Ejército tomó el control del Eje Morag, un corredor estratégico que conecta Rafah con Khan Younis. Esta acción ha permitido separar ambas ciudades y consolidar una franja de territorio que ahora está bajo control israelí. Katz calificó esta maniobra como un paso esencial para “expulsar a Hamás” y aseguró que la ofensiva continuará hasta la liberación de todos los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre.

La situación en Rafah es especialmente delicada: antes de la guerra, más de 200.000 personas vivían en la zona comprendida entre el Corredor de Filadelfia (en la frontera con Egipto) y el Eje Morag. Hoy, tras semanas de bombardeos y desplazamientos forzados, solo quedan unos pocos centenares, según datos del propio gobierno israelí.

Katz también reveló que el Ejército ha iniciado la evacuación forzosa de civiles en Beit Hanoun y otros sectores del norte de Gaza, al tiempo que amplía el Corredor Netzarim en el centro del enclave. “Las operaciones se expandirán pronto a más regiones, y la población deberá evacuar las zonas de combate”, advirtió.

En paralelo, los habitantes de Khan Younis han recibido instrucciones de abandonar la ciudad en previsión de nuevos bombardeos, esta vez en represalia por el lanzamiento de cohetes desde el sur de Gaza hacia territorio israelí. En las últimas horas, tres proyectiles fueron interceptados por el sistema de defensa aérea israelí, sin dejar víctimas.

Mientras tanto, los esfuerzos por alcanzar una tregua parecen estancados. Aunque medios israelíes aseguran que se han intercambiado borradores entre Egipto e Israel para un alto el fuego, Hamás declaró no haber recibido ninguna nueva propuesta. Aun así, el grupo islamista expresó su esperanza de que las próximas negociaciones en El Cairo con mediadores egipcios logren avances significativos hacia un cese de hostilidades.

En medio del conflicto, las acusaciones contra Israel por el uso del agua como arma de guerra han ganado fuerza. El gobierno de Gaza denunció que el 90 % de la infraestructura hídrica ha sido destruida, lo que ha provocado más de 1,7 millones de casos de enfermedades relacionadas con la escasez de agua. Médicos Sin Fronteras y la ONU también han advertido que la falta de acceso al agua y los ataques sistemáticos a instalaciones civiles podrían constituir crímenes de guerra.

El Ministerio de Sanidad gazatí informó que, en las últimas horas, 21 personas han muerto y más de 60 han resultado heridas por ataques israelíes. Desde el 7 de octubre, el número total de fallecidos en Gaza supera los 50.900, en su mayoría mujeres y niños. La guerra no da tregua, y cada día parece alejar más la posibilidad de una paz duradera.

 

Luisa González: La mujer que desafía al poder en Ecuador con el legado del correísmo

 

 

Con la esperanza tatuada en la piel y el respaldo del expresidente Rafael Correa como escudo, Luisa González se prepara para disputar, el día de hoy, domingo 14 de

 

 

 

abril, su segundo intento por alcanzar la presidencia de Ecuador. La candidata del movimiento Revolución Ciudadana ha logrado lo que parecía impensable tras la salida de Correa del escenario político: reactivar el músculo electoral del correísmo y llevarlo al borde de la victoria.

 

En la primera vuelta sorprendió al conseguir el 44 % de los votos, quedando a un puñado de papeletas de Daniel Noboa, el joven presidente que encarna la apuesta por la "mano dura". Pero más allá de las cifras, González ha logrado posicionarse como la figura femenina de mayor proyección dentro de la izquierda latinoamericana. No en vano, ha recibido el respaldo simbólico de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México, quien le deseó repetir su hazaña en tierras ecuatorianas.

Su historia personal es la de muchas mujeres que enfrentan el país desde abajo: nacida en Quito pero criada en el campo manabita, madre a los 16, divorciada a los 22 y forjada entre el trabajo, el estudio y la crianza. Se declara montubia con orgullo, brinda con currincho y no olvida sus raíces campesinas. Esa identidad es la que ha llevado al escenario político nacional con un discurso que mezcla pragmatismo, sensibilidad social y una firmeza que le ha ganado tanto seguidores como detractores.

 

González ha sido, desde 2010, una figura cercana al expresidente Correa, pero en los últimos años ha intentado construir una imagen propia. A pesar de los tropiezos de su movimiento —como la polémica sobre una eventual “moneda alternativa”—, ha defendido la dolarización y se ha desmarcado con rapidez de las declaraciones ambiguas.

 

En su plan de gobierno promete gratuidad en salud y educación, dos millones de empleos y combate frontal al crimen y al narcotráfico. Pero también carga con contradicciones: es evangélica y conservadora en temas como el aborto y los derechos trans, lo que le ha generado críticas desde dentro de la propia izquierda.

Si gana, será la primera presidenta electa del país y la encargada de reconciliar un Ecuador partido en dos. Ella insiste: “No soy el títere de nadie”. El domingo, los ecuatorianos decidirán si están listos para creerle.

 

Trump lanza señales de advertencia a la disidencia política en EE.UU.

 

 

Las señales son cada vez más claras: este segundo mandato de Donald Trump podría estar marcado por una ofensiva directa contra quienes se atrevan a disentir de su gobierno. En los últimos días, el presidente ha emprendido acciones que, lejos de ser simbólicas, parecen tener como propósito advertir que la oposición no será tolerada.

Trump ha emitido proclamas oficiales que ordenan investigar a antiguos funcionarios de su propia administración. Uno de ellos es Chris Krebs, exdirector de la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de Infraestructuras, quien fue despedido por afirmar que las elecciones de 2020 fueron legítimas. Sin presentar pruebas, Trump sostiene que Krebs “mintió” al negar el supuesto fraude, una narrativa que ha sido desmentida por múltiples cortes y agencias independientes.

Otro blanco de sus ataques es Miles Taylor, exfuncionario del Departamento de Seguridad Nacional, quien escribió de forma anónima sobre una "resistencia" interna al entonces presidente. Trump lo ha acusado, sin base legal, de traición, y ha exigido que se le investigue, en lo que parece más una represalia política que un proceso judicial serio.

El mensaje que se desprende es inequívoco: cualquier funcionario o ciudadano que cuestione a Trump podría convertirse en objetivo de medidas punitivas. Esta actitud no solo alcanza a excolaboradores, sino también a instituciones y empresas.

Bufetes de abogados que representaron a críticos de Trump han sido amenazados. Según su asistente Stephen Miller, algunos han accedido a trabajar gratis para el presidente para evitar represalias, aunque otros, como Jenner & Block, han llevado el caso a los tribunales alegando inconstitucionalidad.
 

 

 

Las universidades también han sentido el peso de esta presión. Cornell, Northwestern y otras instituciones han visto congeladas sus becas de investigación por permitir protestas contra la guerra en Gaza o mantener programas de diversidad. Además, estudiantes con visados legales, como Mahmoud Khalil, han sido detenidos y enfrentan procesos de deportación por participar en manifestaciones.

Incluso los jueces no han escapado del radar de Trump. Ha impulsado iniciativas para limitar su capacidad de bloquear medidas ejecutivas y ha apoyado propuestas de juicio político a magistrados que fallan en contra de sus intereses.

 

La administración republicana también ha cerrado oficinas federales en ciudades que no cooperan con el ICE, como New York o Seattle, lo que impacta directamente en servicios para miles de ciudadanos.

Todo esto compone un panorama alarmante para activistas, abogados, académicos y funcionarios públicos que ven cómo la disidencia política podría convertirse en delito no escrito. Para muchos, el verdadero temor no es solo lo que Trump diga, sino lo que ya está haciendo con el poder que ahora tiene.

 

EE.UU. e Irán abren la puerta a un nuevo diálogo nuclear tras encuentro en Omán

 

 

Tras años de tensión y amenazas cruzadas, Estados Unidos e Irán parecen haber dado un primer paso hacia un posible reencuentro diplomático. El sábado, delegaciones de ambos países se reunieron en Omán en una jornada que, según afirmaron representantes de ambas partes, transcurrió en un ambiente “constructivo y respetuoso”.

Aunque las conversaciones fueron en su mayoría indirectas —con el canciller omaní Badr Al Busaidi como mediador entre las delegaciones instaladas en salas separadas—, el hecho de que se produjera un contacto directo, aunque breve, marca un hito. Es la primera vez que una administración del presidente Donald Trump sostiene un contacto cara a cara con un funcionario iraní.

 

Steve Witkoff, enviado especial del gobierno estadounidense para Medio Oriente, fue el representante de Washington en la reunión. De acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, las discusiones fueron “positivas y constructivas” y se agradeció al gobierno de Omán por facilitar el proceso. Witkoff afirmó haber recibido instrucciones del propio Trump para buscar una solución negociada y “mutuamente beneficiosa” a las diferencias bilaterales.

 

Del lado iraní, el viceministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, aseguró que se logró un avance importante: “Nos acercamos más a una base para las negociaciones [...] Si podemos finalizar ese marco en la próxima sesión, estaremos listos para comenzar diálogos reales y sustanciales”.

Este nuevo intento de diálogo llega en un contexto de creciente presión. Trump ha fijado un plazo de dos meses para que Irán acepte un acuerdo que limite o elimine por completo su programa nuclear, una exigencia que Teherán considera inaceptable. A cambio, el mandatario estadounidense promete evitar un conflicto, aunque no descarta el uso de la fuerza. “Si se requiere lo militar, vamos a tener lo militar”, afirmó esta semana.

Por ahora, Irán mantiene su postura firme. Araghchi advirtió que no habrá negociaciones bajo presión y delineó sus “líneas rojas”, entre ellas el rechazo a demandas que afecten su industria de defensa, especialmente su programa de misiles balísticos.

Pese a las diferencias persistentes, ambos países se mostraron dispuestos a seguir hablando. El próximo encuentro está programado para el sábado 19 de abril. Mientras tanto, en un Medio Oriente cargado de incertidumbre, cualquier avance en la vía diplomática es visto como una luz de esperanza para evitar una nueva escalada.

 

 

 

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