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EDITORIAL
Decisión
Las multitudes ciudadanas en Colombia tienen el
derecho a participar, pero si en una localidad no hay
participación, es porque la comunidad no se organiza para
hacerlo. Lo que no tienen las comunidades, salvo que sea por
vías de hecho, es voluntad de decisión. En lo cotidiano, las
personas participan y deciden, ejerciendo la función que le
corresponde a cada cual en el enlace de la cadena productiva
propia de la ecología y la economía.
En Colombia, y en buena parte de las naciones del mundo, se ha
declarado la igualdad de mujeres, hombres y no binarios ante la
ley. Esto significa que ante la humanidad, sin distingo de sexo,
género y etnia, los seres humanos gozan de protección. Los
derechos de la mujer y su equidad jurídica ante los hombres son
un hecho constituido, así que cualquier acto que los vulnere es
juzgado y castigado con pena severa.
La igualdad se desprende de la ley de origen de la humanidad. De
la especie binaria que engendra los géneros las personas pueden
desarrollar sus capacidades, talentos, destrezas y habilidades.
Con tiempo y paciencia, disciplina, constancia y entusiasmo,
aprenden a hacer las cosas, registrando los hechos y
contabilizando los datos.
En Colombia el pueblo se está informando, y pronto tomará las
acciones propias de lo que en los territorios la gente sabe que
es lo que cada uno tiene que hacer en pro del buen vivir, con la
acción vinculante del día. Es a través de la responsabilidad de
cada cual como sujeto colectivo en la trinchera íntima del
sentir-pensar que se es una presencia de luz, energía y fuerza
protectora de la vida.
Protectores amorosos, es obligación amar la vida. A los
suicidadas se les consiente. La esperanza es una sociedad
consentida, conformada por seres humanos diversos y distintos.
Amar en la diferencia la humanidad de cada uno. Evolución mental
clama la vida, reevolución de la vida, o del ciclo de vida y
muerte de los ejemplares de las especies. Hay que amar la gente
y la tierra en la que se vive, se conoce y se convive.
En las localidades, el mundo global tiene flujos de energía,
raíces culturales, canales de comercio y comunicación y se
adapta a los tiempos estacionarios o a los de lluvias y sequias,
procurando ordenar los territorios alrededor del agua,
protegiendo nacederos, quebradas y ríos que abastecen acueductos
veredales y municipales.
La sociedad civil en Colombia va resolviendo mediante
resoluciones los usos del suelo tanto rural como urbano. Otros,
en campaña, van a las elecciones de 2026 para legitimar su
puesto en una lista cerrada y paritaria que los partidos y
movimientos políticos avalarán para que salgan elegidos a la
presidencia y al congreso.
Lo importante es que la comunidad sepa que lo apropiado es
establecer coaliciones, para acciones coordinadas en los
territorios: trabajo de restauración, mantenimiento y
embellecimiento en campos y ciudades; mingas campesinas para
construir las artes de las vías secundarias y terciarias. Las
cunetas constituyen la primera línea de la ordenación del
territorio alrededor del agua.
Vías agropecuarias y forestales en perfecto estado para
felicidad de los productores y el tránsito oportuno de los
alimentos frescos del campo se logran mediante la asociatividad.
Es menester la cooperativización de la clase campesina alto
andina de la sabana de Cundinamarca y Bogotá. País de regiones
diverso.
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Los miedos a perder lo poco que
se tiene

Por: Zahur
Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Colombia es un territorio de más de un millón
trescientos mil kilómetros cuadrados en la actualidad. Se han
desplumado otro tanto más grande de lo existente por el mal
manejo de la cosa pública y nadie se conduele ni se avergüenza.
Hoy unos separatistas antioqueños quieren pegarle otra mordida
al inerte país.
La base mental del pueblo hispano-americano-colombiano se
arrastra como el chichi del pato después de perseguir a la pata
y coronarla, luego aletear como si todo estuviera consumado. Así
viven la gran mayoría de ciudadanos que solo piensan en
rebuscarse la comida del día a día sin que exista un futuro
cercano. Jamás ha existido un futuro para los colombianos
excepto para pagar la deuda externa que se acumula y que cada
niño nace con ella en su partida de nacimiento.
La desconfianza entre cada uno alcanza para no mirarse a los
ojos cuando se hablan, porque nadie confía en el vecino ni en la
familia, este fenómeno viene por décadas, crece porque quienes
manejan el establecimiento son más perversos que los mismos
criminales que señala el Estado, por lo menos ellos se la
rebuscan para alcanzar su propio estatus y compartir sus
utilidades con quienes los apoyan y los rodean, hacen que su
entorno florezca y haya comida servida en la mesa.
Colombia no es pobre, son pobres quienes administran y dilapidan
el esfuerzo de todos. Jamás presentan un superávit económico de
lo que el pueblo les entregó para que administren y así
demostrar que sí saben manejar lo que el pueblo les confió.
El miedo a perderlo todo aflora a la piel porque no hay como
confiar en quien está al frente de los bienes sociales.
Simplemente gobiernan creyendo que gobernar es apropiarse de la
cosa pública y que nada va a pasar porque no existe condenas
eternas, ni la pena de muerte por delitos contra el bien común.
Huir no es la solución, tomar las armas es un error, enfrentarse
al enemigo en solitario es un suicidio, tomar la justicia por
nuestras manos es un acto criminal, denunciar es gritar a las
piedras para que se muevan.
Mientras la sociedad no sea autónoma y libre no podrá establecer
sus manuales de manejo de sus bienes y nombrar a sus
administradores fuera de la democracia, porque esta es la
generadora de la corrupción y el mal manejo. Si hay democracia
habrá negociación entre bandidos para repartirse el país.
El miedo es el peor enemigo de una sociedad
cuando se enfrenta a los administradores públicos.
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QUÉ LEE GARDEAZÁBAL

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
El loco de Dios en el fin del
mundo
De Javier Cercas
Editado por Random House
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=3RjHOj7CvoI
Cercas es un escritor sesentón, serio en sus
planteamientos y muy hábil en la narración. Algunas de sus obras
como Los soldados de Salamina o Anatomía de un instante las he
comentado elogiosamente antaño.
Ahora, nos sale con un mamotreto de 485 páginas para disque
narrarnos el viaje del Papa Francisco a Mongolia, donde fue
invitado por el Vaticano para que hiciera parte de la comitiva
hace dos años.
No es un libro de viajes, aunque tiene descripciones hasta
paisajísticas de ese olvidado país de estepas frígidas, tampoco
es una novela, si bien posee estructura de tal y hasta asomos de
thriller.
A la larga, montado siempre en una narrativa
alucinante, aunque estratificadamente repetida, el libro termina
siendo una confesión de fe de un ateo que hace hasta
malabarismos filosóficos para interpretar el pensamiento del
Papa Francisco y su casi siempre contradictoria actitud.
Está construida sobre la necesidad de satisfacer el deseo de su
madre, una viejecita de 92 años, picada de las brumas del
alzhéimer, que desea saber si al morir se va a encontrar
nuevamente con su marido muerto un cuarto de siglo antes.
Aunque en verdad lo que trata de ocultar es la necesidad de
resolvernos el enigma de si el núcleo de la religión católica,
la eternidad y la resurrección de la carne, son explicables para
sus lectores y de pronto, hasta para el mismo incrédulo autor.
De ese esfuerzo surge empero una tomografía en 4D del Papa
argentino, destacando su bonhomía de cura de parroquia,
detallando su enfrentamiento durante casi dos décadas con los
jesuitas de los cuales había sido provincial en la Argentina, y
concluyendo que estamos ante un Papa tan transformador como Juan
XXIII.
Pero como a la batalla narrativa la convierte en
definición ideológica, alcanza a esbozar la posibilidad de que
creamos que las creencias en la resurrección y en la vida eterna
son la máxima forma de insurgencia que está al alcance de los
hombres.
Tal vez por todo ello y como sacada de un bombín de mago, llega
a la afirmación de que la victoria suprema de Cristo es haber
postulado que no estamos aquí para aceptar la muerte, sino para
sublevarnos contra la muerte.
Empero, como ni el autor cree en lo que ha descubierto, prefiere
con insistencia, hasta cerrar el libro, la frase de su madre:
"¡Qué cosa! ¿Verdad?, ¿Y si lo imposible es cierto?"
El Porce, abril 13 de 2025
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