Bogotá, Colombia -Edición: 785

 Fecha: Miércoles 16-04-2025

Página 9

 

    

\\ OPINIÓN //

 

 

 

EDITORIAL

 

Verdad fragmentada

 

Durante mucho tiempo hemos dado por sentada la existencia de una única verdad. Una verdad sólida, inquebrantable, que actuaba como faro moral, como sustento de nuestras decisiones y nuestras visiones colectivas. Pero en los últimos años, ese faro parece haber sido cubierto por una niebla espesa. Hoy, más que una guía, la verdad se ha convertido en un campo de batalla simbólico, en donde cada bando reclama su posesión, su versión, su relato.

En esa disputa, se ha diluido su valor. Porque cuando la verdad se transforma en moneda de cambio, en herramienta estratégica o en consigna repetida, pierde su esencia. La verdad que debería representar una diversidad de voces y miradas, ha sido reducida a una narrativa única, uniforme, cerrada a la posibilidad del matiz. Y es ahí donde comienza la mayor de nuestras pérdidas.

Confundimos hechos con interpretaciones, datos con opiniones, realidades con ficciones bien armadas. Nos han enseñado a elegir entre versiones, en lugar de invitarnos a construir una verdad colectiva a partir de la diferencia. Lo preocupante no es solo que haya múltiples verdades circulando, sino que hemos perdido la capacidad de reconocer cuándo una verdad ha sido capturada, moldeada o incluso distorsionada.

Detrás de cada discurso que se proclama absoluto, hay una renuncia al diálogo. Detrás de cada “verdad única” hay una imposición que niega otras formas de ver, de sentir, de entender el mundo. Y cuando esa imposición define políticas, rige decisiones o guía voluntades, lo que está en juego no es solo la verdad, sino la libertad.

 

Nos enfrentamos, entonces, a una tarea urgente: repensar qué entendemos por verdad. No como algo definitivo o inamovible, sino como un reflejo de nuestras complejidades, de nuestras contradicciones, de nuestra pluralidad. La verdad, si ha de servirnos, debe estar viva, abierta, incómoda incluso. Debe hacernos preguntas, no darnos respuestas preempaquetadas.

Quizá ha llegado el momento de liberar la verdad. De quitarle las cadenas del dogma, del interés, de la manipulación. De permitirle nuevamente habitar la incertidumbre, moverse entre distintas voces, mirar desde distintos ángulos. Solo así podrá volver a ser lo que alguna vez fue: un espacio común donde encontrarnos, no donde enfrentarnos.

 

Y en esa búsqueda, cada uno de nosotros tiene un rol. Porque la verdad no debe pertenecer a unos pocos. La verdad, si es verdadera, debe pertenecer a todos.

 

 

 

 

Conducta y expresiones que distinguen a los colombianos

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Es interesante observar a los colombianos fuera de su país, se les reconoce porque tienen un aire particular en su expresión y su figura. Un peruano, chileno o argentino tienen su toque particular.

A las mujeres se les ve siempre usando tacones altos y bien arregladitas, muy coquetas por lo cierto. Esa expresión de ellas siempre las ve uno y las distingue de inmediato. No necesitan hablar porque su figura lo expresa todo.

Los hombres siguen un patrón diferente, son más sueltos y usan ropa casual, dueños de sí pero con temores escondidos por sentirse que no están en su ambiente. Son desconfiados y miran todo como averiguando qué es lo que pasa en su entorno. Siempre están dispuestos a participar y trabajar lo que sea con tal de ganar un dinero.

Las mujeres quieren conocer a alguien que les de seguridad y sea detallista, pero el idioma les impide llegar donde ellas quieren, pero se esfuerzan.

La concentración de colombianos en New York siempre ha estado en el barrio Jackson Heights, Queens. Hace muchos años, en los 70s lo llamaban “Chapinerito”. Hoy es otra cosa ya que la emigración colombiana no es la de esos años.

 

Ahora la ciudad está muy deshabitada, los millones de ciudadanos que tenían se han ido. Las calles después de las 6pm están solas y no hay esos trancones de autos que eran desaparecieron. Se siente la soledad en la ciudad. Hay más del 30% de los edificios desocupados y han cerrado más 1.868 restaurantes en lo que va del año.

Ahora es más fácil detectar a los colombianos que caminan por Wall Street o la 42 y Time Square. Todos estos sitios que eran concurridos por miles de turistas dejaron de ser.

 

Las noticias que antes se escuchaban de Colombia sobre el negocio de la droga ya no se escuchan. Gracias a esa publicidad mediática el país está bien planteado y no es como el colombiano se imagina. En la actualidad hay 35 estados de 50 que han legalizado el consumo de cannabis y esto cambió el concepto, porque si viene de Colombia tiene que ser de buena calidad.

Esa conducta temerosa ya no hay por qué tenerla, la persecución ha desaparecido y las cárceles se están desocupando y dándole trabajo a los que antes estuvieron presos por vender el cannabis a que sean ellos los que la puedan vender porque conocen el negocio.

 

 

 

QUÉ LEE GARDEAZÁBAL

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Caldas, el sabio y el departamento
De Pedro Felipe Hoyos Korbel
Hoyos Editores

 

Audio: https://youtu.be/7jIDw3Wry9o

 

El mito del sabio Caldas lo aprendimos a respetar desde cuando enseñaban historia en las escuelas y colegios. Hoy día más de media Colombia ha oído hablar de él, pero finalmente la otra media y muchos de los que al menos lo recuerdan no saben por qué era sabio y por qué el asesino del General Murillo lo mandó fusilar cuando los días de la fracasada reconquista española de la Nueva Granada.

Hoyos Korbel, con marcado estilo manizalita, acaba de publicar un impresionante libro sobre este mártir patriota utilizando la lectura minuciosa de más de 350 cartas que el sabio escribió con maestría dejando una huella evidente.

Caldas fue tan singular en su sapiencia, en su vida privada y en su vida pública que el libro resulta muy atractivo.

Era inteligente como pocos y capacitado para aprender. Aprendiendo primero desde las bibliotecas de su natal Popayán, después a través de copiosas correspondencias y el resto con su genialidad, fue descubriendo con instrumentos hechizos, con botijuelas de agua hervida en las cúspides de los volcanes, alturas y latitudes al tiempo que catalogaba plantas, construía puentes y dictaba clases como inigualable profesor de ingeniería.

En razón a su resabiado temperamento no se acercó a Mutis en edad temprana, pero terminó siendo parte fundamental del equipo glorioso de la Expedición Botánica.

Era tal su fama de sabio provinciano que Humboldt en su mitológico viaje lo buscó y trató de engancharlo para su equipo, pero Caldas resultó tan lleno de remilgos provincianos que se espantó con las costumbres sexuales del científico alemán y se quedó haciendo patria, en Popayán, en Medellín o en Bogotá, escribiendo y editando periódicos, manejando el Observatorio de Astronómico de Colombia y vinculándose a la gesta libertadora como soldado federalista tras las huestes de su primo Camilo Torres.

En un acto de estupidez muy española y de la soberbia que abunda en los militares intransigentes, Murillo ordenó su fusilamiento y privó a Colombia de un cerebro sin igual.

Este libro recupera, con sentimiento especial a ese hombre y, de paso, les explica a los lectores por qué el departamento lleva su nombre incluyendo 6 páginas a color de fotografías de cada uno de los municipios que lo integran.

Más que recomendable, el libro nos hace enorgullecer como colombianos.

 

 

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