Bogotá, Colombia -Edición: 792

 Fecha: Viernes 02-05-2025

 

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INFORME

 

 

 

 

 

 

El sorprendente hallazgo de un Van Gogh en una venta de garaje reaviva el misterio del genio atormentado

 

 

 

 

 

turbulenta vida, no es descabellado pensar que aún hay piezas por descubrir.

 

El interés por la vida y obra de Van Gogh no ha disminuido con el tiempo. A los 37 años, el pintor terminó su vida con un disparo en el pecho, dejando tras de sí una estela de belleza, sufrimiento y misterio. Su paso por hospitales psiquiátricos, los episodios de autolesión como el famoso corte de su oreja y sus múltiples cartas a su hermano Theo forman parte de una narrativa tan trágica como inspiradora.

En 2020, un estudio del Centro Médico Universitario de Groningen en Países Bajos sugirió que Van Gogh pudo haber padecido episodios psicóticos relacionados con la abstinencia alcohólica. Estas crisis, sumadas a un posible trastorno bipolar y una personalidad límite, conforman un perfil psiquiátrico complejo y aún debatido. Y sin embargo, en medio de la confusión interna y el dolor emocional, Van Gogh logró producir algunas de las obras más conmovedoras de la historia del arte.

 

 

El hallazgo en Minnesota no solo reaviva el debate sobre la autenticidad y el proceso de validación de obras, sino que también conecta al público con la posibilidad de que los grandes artistas no solo habitan los museos. En ocasiones, un genio olvidado puede emerger de la forma más humilde: escondido entre una lámpara rota, una radio antigua y una caja de libros viejos en una venta de garaje.

Por ahora, la pintura del pescador con pipa espera su destino final. ¿Será colgada algún día junto a los Girasoles, La noche estrellada o El dormitorio en Arlés? ¿O permanecerá como una pieza controvertida, atrapada entre la certeza científica y la prudencia institucional? Lo único claro es que, más de un siglo después de su muerte, Vincent Van Gogh sigue sorprendiéndonos. Y lo seguirá haciendo mientras su arte, como su vida, nos hable con la fuerza de lo humano, lo imperfecto y lo profundamente verdadero.

 

En un rincón olvidado de Minnesota, entre objetos polvorientos y recuerdos sin valor aparente, una pintura adquirida por unos cuantos dólares en una venta de garaje ha encendido una chispa en el mundo del arte. Lo que parecía ser un retrato más, sin firma clara ni historia documentada, es ahora considerado por expertos como una obra auténtica del célebre Vincent Van Gogh, uno de los pintores más influyentes y enigmáticos de la historia del arte moderno.

 

 

El lienzo, de 45,7 por 41,9 centímetros, retrata a un pescador de barba blanca que, con una pipa en la boca, repara con serenidad su red de pesca. La imagen evoca la vida sencilla, los oficios humildes y el peso introspectivo que tan a menudo habitan las obras del pintor neerlandés. Fue adquirido en 2016 por un coleccionista de antigüedades que, sin sospechar su posible origen, lo sumó a su colección personal. En la esquina inferior derecha aparece la palabra “Elimar”, un nombre que por ahora sigue envuelto en misterio, aunque podría tener relación con el título original de la pieza o con la persona que la inspiró.

 

La empresa de investigación de arte LMI Group International fue la encargada de estudiar la pintura. Su equipo dedicó cuatro años a analizar el pigmento, la textura del lienzo, el patrón de brochazos e incluso elementos microscópicos como un cabello incrustado en la pintura. El análisis del cabello confirmó que pertenecía a un varón, pero el estado degradado del ADN impidió comparaciones certeras con descendientes de Van Gogh.
 

Sin embargo, más allá de la biología, fue el estudio técnico y contextual el que reveló su posible origen. La obra, al parecer, es una reinterpretación de una pintura del artista danés Michael Ancher (1849-1927), lo cual coincide con el estilo que Van Gogh desarrolló especialmente en su periodo de

 

 

internamiento en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy-de-Provence en 1889. Durante esa etapa, marcada por la enfermedad mental, el aislamiento y una profunda angustia existencial, Van Gogh pintó no solo paisajes melancólicos y autorretratos icónicos, sino también versiones personales de obras de otros artistas que admiraba.

 

“La pintura es emocionalmente rica y profundamente personal”, declaró Lawrence M. Shindell, presidente de LMI Group. “Su ejecución coincide con el último y más agitado capítulo de la vida del artista. Integrar ciencia, tecnología y análisis tradicional nos permite explorar estos hallazgos con una mirada renovada y responsable”. Para LMI, no hay duda de que la pintura es auténtica. Pero el veredicto definitivo aún está pendiente.

El Museo Van Gogh de Ámsterdam, autoridad mundial en la obra del pintor, ha optado por la cautela. En 2018, cuando el anterior propietario intentó verificar la autenticidad de la obra, la institución rechazó atribuírsela a Van Gogh. Por ahora, el museo no ha emitido una nueva declaración, y aunque las evidencias reunidas por LMI son sólidas, se necesitará más que entusiasmo para convencer a la comunidad académica.

El caso plantea una cuestión fascinante: ¿cuántas obras de Van Gogh podrían seguir perdidas, olvidadas en desvanes, trasteros o mercados de pulgas? El propio artista fue descuidado con muchas de sus creaciones, especialmente aquellas que consideraba estudios. Algunas las regaló, otras las dejó atrás al mudarse, y muchas simplemente se perdieron entre manos que nunca imaginaron su valor. Con más de 900 pinturas realizadas a lo largo de su corta y
 

 

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