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Reservistas
israelíes se rebelan contra Netanyahu

El respaldo interno a la guerra en Gaza comienza
a resquebrajarse en Israel. Una creciente ola de oposición
proviene ahora de quienes han sido pilares del conflicto: los
reservistas militares. Miles de ellos, procedentes de distintas
ramas de las Fuerzas de Defensa de Israel, están firmando cartas
abiertas y uniéndose a protestas para exigir el fin de los
combates y priorizar la liberación de los rehenes aún retenidos
por Hamás.
A inicios de abril, una primera carta firmada por más de mil
miembros de la fuerza aérea marcó el inicio de este movimiento
inédito. Desde entonces, el número ha superado las 12.000
firmas, incluyendo soldados de unidades de élite y altos mandos
retirados. El mensaje es claro: continuar con la ofensiva no
solo es ineficaz, sino que pone en riesgo la vida de los
aproximadamente 24 rehenes que aún estarían vivos en Gaza.
Para muchos firmantes, como el exjefe del Mossad, Danny Yatom,
la raíz del problema es el propio primer ministro. “Netanyahu no
piensa en los rehenes, ni en el país. Piensa en su supervivencia
política”, aseguró. Y aunque algunos han sido críticos del
mandatario desde antes del 7 de octubre, cuando comenzó esta
guerra tras el ataque de Hamás, muchos otros hablan desde el
dolor de haber servido con la convicción de estar haciendo lo
correcto.
Uno de ellos es “Yoav”, un reservista de infantería que combatió
en Gaza y ahora se niega a volver. “Creía que estaba ayudando.
Pero esto ya no es una guerra por justicia. Es perder nuestro
país”, expresó desde un parque en Jerusalén.
Las consecuencias ya se sienten: el número de reservistas que
responden al llamado ha caído drásticamente. Algunos informes
indican una asistencia de apenas el 50-60 %, lo cual supone un
golpe crítico para unas fuerzas armadas que dependen en gran
medida de este contingente.
Pese a la presión, Netanyahu desestima las críticas,
calificándolas de “propaganda de anarquistas”. Pero las
protestas en Tel Aviv, las encuestas y el descontento en los
cuarteles muestran que la fractura social es real. Y mientras
los rehenes siguen bajo tierra, el país se pregunta si la lucha
es aún por ellos, o por los intereses de un gobierno cada vez
más aislado.
Trump y Kiev
sellan un acuerdo económico sin garantías de seguridad para
Ucrania

Un nuevo capítulo en la relación entre Estados
Unidos y Ucrania se ha abierto con la firma de un acuerdo para
la explotación conjunta de tierras raras y otros recursos
estratégicos. El pacto, impulsado por Donald Trump y anunciado
como un hito económico, permitirá a Estados Unidos tener una
participación financiera clave en la minería ucraniana. Sin
embargo, más allá del entusiasmo oficial, en Kiev persiste una
inquietud central: el acuerdo no incluye garantías explícitas de
seguridad ni compromisos concretos en materia de ayuda militar.
El primer
ministro ucraniano, Denys Shmyhal, celebró el acuerdo como una
“alianza igualitaria” que permitirá atraer inversión, promover
el crecimiento económico y facilitar el acceso a tecnologías de
punta. Según detalló, se creará un fondo
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conjunto entre ambos países por una
década, con iguales derechos de voto, sin que la ayuda militar prestada
por Estados Unidos desde 2022 forme parte del trato. Es decir, Kiev no
pagará con recursos naturales por el apoyo que ha recibido durante la
guerra con Rusia.
Sin embargo, el trasfondo geopolítico es más complejo. Este pacto surge
en un contexto donde las conversaciones de paz con Moscú siguen
estancadas y los bombardeos rusos no cesan. Mientras se firmaba el
acuerdo, un ataque con drones en Odesa causó dos muertos y más de una
decena de heridos. En ese marco, la falta de garantías sobre la
continuidad del respaldo militar estadounidense ha dejado un sabor
agridulce en la dirigencia ucraniana.
En Kiev se teme que este movimiento forme parte de una estrategia de
Trump para justificar futuros recortes en la ayuda militar,
camuflándolos bajo una narrativa de “inversión económica”. Desde el ala
más dura del Kremlin, el ex presidente ruso Dmitri Medvedev ya
interpretó el acuerdo como un “pago adelantado” por futuras armas,
insinuando que Kiev ha cedido a las presiones de Washington.
La lectura estadounidense es diferente. El secretario del Tesoro, Scott
Bessent, afirmó que este pacto refleja un compromiso con la paz duradera
y la prosperidad de Ucrania, y que impedirá que cualquier actor
vinculado a la maquinaria bélica rusa se beneficie de la reconstrucción.
Según Bessent, el acuerdo refuerza la posición de Trump de cara a una
eventual negociación con Moscú.
No obstante, analistas y funcionarios ucranianos siguen viendo con
recelo la idea de que la inversión económica sustituya al respaldo
militar. “La magia del capitalismo no detiene misiles”, comentó un alto
funcionario ucraniano en privado, evidenciando la desconfianza sobre la
capacidad real del acuerdo para disuadir nuevas agresiones rusas.
Aunque el gobierno ucraniano ha querido proyectar este pacto como un
paso hacia la reconstrucción, lo cierto es que no resuelve las urgencias
más inmediatas del país: armas, inteligencia y apoyo logístico. En el
corto plazo, lo firmado abre una puerta económica, pero no una salida
militar.
¿Un paso hacia la paz o una jugada política sin red de seguridad?
Ucrania, una vez más, camina sobre una delgada línea entre la necesidad
y la incertidumbre.
Jueza anula orden de
captura contra Evo Morales en medio de tensa antesala electoral

A poco más de tres meses de las elecciones presidenciales
en Bolivia, la justicia ha dado un inesperado giro en favor de Evo
Morales. La jueza departamental Lilian Moreno anuló la orden de captura
que pesaba contra el exmandatario, así como todos los actos
investigativos relacionados con una antigua denuncia por presunta
relación con una menor de edad.
Morales, quien gobernó entre 2006 y 2019, aspira a
retornar al poder en los comicios del 17 de agosto, pese a un fallo
constitucional que prohíbe la reelección continua o discontinua por más
de una vez. Su intento ha sido visto por muchos como una apuesta
arriesgada, sobre todo en un país que aún debate las secuelas políticas
del convulso 2019, cuando Morales abandonó el poder tras denuncias de
fraude electoral y protestas generalizadas.
Desde octubre de 2024, el líder cocalero permanecía refugiado en la
región del Chapare, su bastión político, donde fue protegido por
simpatizantes que bloquearon los intentos de su detención. La anulación
de la orden judicial no solo supone un alivio legal, sino también un
impulso simbólico para su regreso a la arena política.
“Después de mucho tiempo siento que llegó la justicia”,
escribió Morales en su cuenta de X, celebrando la decisión que le
permitirá, en sus palabras, iniciar una caravana hacia La Paz para
inscribir oficialmente su candidatura el próximo 16 de mayo.
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El fallo, sin embargo, no es
definitivo. La sentencia de la jueza Moreno es de primera instancia y
podría ser revertida por tribunales superiores. Manuel Baptista,
presidente del Consejo de la Magistratura, advirtió que la resolución
será revisada y que, de encontrar irregularidades, se sancionará a la
funcionaria.
El caso que originó la orden de captura se remonta a una
denuncia de 2015, cuando Morales habría tenido una relación con una
adolescente de 15 años, con quien habría tenido una hija un año después.
En 2024, la Fiscalía de Tarija reabrió el expediente con una nueva
tipificación penal, acusando al expresidente de trata de personas. No
obstante, la jueza Moreno acogió los argumentos de la defensa, que
calificó la nueva investigación como una reinterpretación ilegal de un
caso previamente cerrado.
Para analistas como Carlos Cordero, de la Universidad
Católica Boliviana, la decisión judicial no implica una habilitación
definitiva para que Morales sea candidato, pero sí representa “un
aliento moral” en su carrera por volver al poder.
Mientras el oficialismo guarda silencio, Morales acusa a su exaliado y
actual presidente, Luis Arce, de liderar una persecución política con el
objetivo de eliminarlo del mapa electoral. La contienda, sin duda, será
tan judicial como política.
Trump busca eliminar el
TPS para venezolanos y lleva el caso ante la Corte Suprema

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha elevado
a la Corte Suprema su intención de terminar con las protecciones
migratorias conocidas como TPS (Estatus de Protección Temporal) para más
de 300.000 ciudadanos venezolanos que residen en el país. Esta medida,
originalmente bloqueada por un tribunal inferior en California, ha
generado un nuevo pulso judicial en pleno desarrollo de su segundo
mandato.
La controversia comenzó cuando Kristi Noem, secretaria de Seguridad
Nacional designada por Trump, anunció a inicios de año el fin del TPS
para los venezolanos, una figura que les permite residir y trabajar
legalmente en Estados Unidos mientras su país enfrenta condiciones
inseguras o extraordinarias. Grupos de beneficiarios acudieron a la
justicia argumentando que la decisión era ilegal por violar los
procedimientos administrativos federales, además de estar motivada por
prejuicios políticos y raciales.
El tribunal federal en California les dio la razón, frenando la orden de
Noem que estaba prevista para entrar en vigor a finales de marzo.
Posteriormente, el Noveno Circuito de Apelaciones también rechazó el
intento del Gobierno de revocar ese fallo, dejando vigente la protección
temporal para los migrantes afectados.
Ahora, Trump recurre al máximo tribunal del país. En su apelación, la
administración sostiene que la decisión judicial “interfiere con
prerrogativas fundamentales del poder ejecutivo” y entorpece decisiones
de política migratoria que, según el Congreso, deben tomarse con
agilidad y discreción.
Este caso es uno más en una serie de
apelaciones de emergencia presentadas por Trump ante la Corte Suprema en
su actual mandato. La lista incluye disputas sobre el despido de
funcionarios federales, políticas hacia personas trans en las fuerzas
armadas y procedimientos de deportación bajo la Ley de Enemigos
Extranjeros.
Para cientos de miles de familias venezolanas, la decisión final marcará
el rumbo de su vida en Estados Unidos. Mientras tanto, la comunidad
permanece en vilo, pendiente de lo que determine un tribunal que en los
últimos años ha sido clave en el destino de muchas de las políticas más
polémicas del expresidente.
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