Bogotá, Colombia -Edición: 793

 Fecha: Domingo 04-05-2025

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\\ OPINIÓN //

 

 

 

EDITORIAL

 

Voluntad

 

La paz es el gobierno y el gobierno gobierna en paz, en tanto que en la guerra sólo existe el desgobierno y en donde hay guerra no hay gobierno. Por eso, la paz no es un asunto del gobierno solamente, sino que es la propiedad y el dominio de las personas que hacen parte de las comunidades que habitan en los territorios. La paz es el gobierno de las personas siendo el control de los actos de violencia lo que cada uno tiene que tener respecto de sí mismo. Agredir a otros de palabra y obra es una conducta impropia.

La primera línea de las multitudes de la paz se encuentra en los frentes en los que hay guerra. La responsabilidad de neutralizar a los violentos no es solo de las fuerza militares y de policía sino que es, en buena parte, de las multitudes ciudadanas que no se permiten tomar partido por los civiles que en los territorios proponen solucionar las desigualdades sociales, económicas y ambientales invitando a matar, amenazar, torturar y desaparecer a quienes ellos consideran objetivos militares. En tal sentido, la objeción de conciencia, más que la de abstenerse a formar fila en un grupo armado, es la convicción de que por causa alguna no se justifica matar o ser asesinado.

La voluntad de poder es una proposición que invita a las ciudadanías, a cada uno de los sujetos colectivos a que se sientan y se piensen en paz. Han de permanecer imperturbables ante la complejidad y la incertidumbre con la que se manifiestan las personas vestidas de autoridad por el simple hecho de portar un arma con la que tienen el poder de matar a diestra y siniestra, por motivos de la derecha o de la izquierda. Colombia está llamada a ser una nación sin asesinos en armas que la montan de guapos y de matones dedicados a cometer crímenes de lesa humanidad.

 

La paz es el camino, y quienes no lo entienden están muertos por la causa violenta. Son personas infrahumanas: necios a quienes se les debe modular el impulso de muerte. La guerra de la paz es un juego divertido que consiste en desarmar la voluntad de dominio y el poder matar. La paz es absoluta en cuanto que elimina todos los actos violentos, incluso los estallidos sociales de confrontación entre las fuerzas militares y de policía contra las ciudadanías de las organizaciones civiles, sociales y sindicales.

Las vanguardias guerrilleras de la lucha revolucionaria obstruyen con su proceder las reivindicaciones que las comunidades en los territorios exigen a través de pliegos de negociación con el gobierno local, regional o nacional que representa al Estado. En la práctica, las guerrillas son violadoras de los derechos humanos de las multitudes desarmadas. La polarización no es más que el odio de los unos contra los otros ya que el uno no concibe la existencia del otro. La paz es una responsabilidad colectiva.

El nuevo estallido social va de frente con el desarme, tanto el de la mente como el de las armas. La mente consciente no aprieta el gatillo, no hunde el puñal en cuerpo ajeno ni envenena el agua. Los pacíficos tienen que desarmar a los violentos sin destruir las armas ni matar a los potenciales asesinos. Hay que recordar que no hay revolución sin evolución ni evolución sin revolución. No matar es una utopía en verdad a la re-evolución.

 

 

 

El deber de cada uno es protegernos y proteger nuestro entorno

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Somos sociedades de eslabones en la cadena evolutiva de la especie humana. Esto nos hace más interesantes como conjunto humano por la variedad intelectual que mueve el mundo.

Sin esta variedad seríamos piezas biológicas que funcionarían como el mecanismo de un reloj. Y el universo no existiría porque él de por sí es un organismo que funciona bajo leyes astrofísicas que todavía no hemos descifrado en nuestro intelecto.

Nuestra existencia como entidad biológica en la actualidad nos proporciona una intelectualidad que nos permite discernir bajo razonamiento empírico las cosas existentes que nos rodean y entenderlas por sus beneficios que nos aportan para nuestra sobrevivencia diaria.

Gracias a esa capacidad que hemos alcanzado estamos en el pináculo de la evolución humana. Pero no todos están en la cumbre del desarrollo por esa variedad biológica en la que nos encontramos en este proceso evolutivo.

Ahora bien, si entendemos estos planteamientos podemos avanzar y abrir las puertas para que todos podamos convivir bajo el libre albedrío que nuestra naturaleza nos brinda. Sin hacer daño a quienes comparten con nosotros este espacio en el planeta y el universo.

Cada ser humano se reconoce así mismo hasta cierto punto y reconoce su entorno y a quienes lo habitan, sin el equilibrio emocional e intelectual no podría vivir en sociedad. Cuando hay un reconocimiento de igualdad en quienes hacen parte de la sociedad, estos están en el deber de proteger a quienes carecen de la razonabilidad para manejar o entender la parafernalia del establecimiento público.

Siempre en una sociedad existen personajes que quieren atropellar a otros que carecen del conocimiento de las cosas del bienestar social y así ellos usufructuar los beneficios que le pertenecen a la sociedad.

Actuar por el bienestar social es actuar por el bien personal, porque si la sociedad en la que uno vive ella prospera, todos quienes viven en ella pueden disfrutar de lo que ella produce porque esos productos representan el esfuerzo de todos. Y esto ya está demostrado a través de la historia.

Si la sociedad está entronizada en el poder y dirige sus administradores para el buen manejo de la cosa pública ella puede disfrutar de esos avances que ella alcanza. Por eso la autonomía de los municipios y los Estados es importante para que se den estos resultados. Por lo general esto produce envidia en personajes que gobiernan otros Estados por la imposibilidad de ellos en manejar bajo la libertad y autonomía su gobierno.

Hay personajes en la sociedad que toman la iniciativa de organizarse como autonomías regionales y establecer rutas de manejo y administración de la cosa pública y así alcanzar el bienestar que todos desean y desean vivir.

 

 

 

Nunca serán los políticos o líderes quienes van a conducir a la sociedad por el buen camino, ellos solo piensan en el bienestar personal y el de su partido.

 

QUÉ LEE GARDEAZÁBAL

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Vida, Vejez y Muerte de una mujer del pueblo
De Didier Eribon
Editada por El Cuenco de Plata, Buenos Aires

 

Audio: https://www.spreaker.com/episode/que-lee-gardeazabal-vida-vejez-y-muerte-de-una-mujer-del-pueblo-didier-eribon--65865893

 

Didier Bribon es un reconocido filósofo y sociólogo francés que ha escrito varios textos muy bien aceptados sobre la identidad, la clase social, la cultura y la política.

Este libro acaba de ser traducido al inglés y mereció una elogiosa nota de The Guardian, lo que me llevó a conseguirlo y leerlo con avidez.

 

No es un libro del otro mundo pero como resulta ser doloroso y hasta enfurecedor, no es fácil olvidarlo. No es una novela, aunque pretendió serlo.

Termina siendo un ensayo si bien es tal el sentimiento de arrepentimiento que encierra, que es casi un autopsicoanálisis del autor. Cuenta su vida como hijo de un par de obreros en la región de Reims. Detalla su trayectoria de estudiante zurdo que adhiere al troskismo, ejerce desde temprano su homosexualidad y se va alejando del hogar, manteniendo a medias una relación con su madre que se queda en la provincia, viuda y sin sus otros hermanos cerca, visitándola cada mes, o cada 3 meses, mientras él asciende con sus libros, sus conferencias y su mundo universitario.

Hasta el día en que el anciano novio que su mamá ha conseguido desde que cumplió 80 años les comunica que ella ya no puede valerse por sí misma y con sus hermanos resuelven trasladarla a una residencia de ancianos del gobierno francés.

Ella, por supuesto no quería, pero tampoco le alcanzaba su pensión para costear quien la cuidara y como el autor y sus hermanos, en su avaricia no hicieron vaca para pagarle, la vieja obrera entra a desgano y sumida en el dolorprofundo al encierro del hospicio senil.

No les dura tres meses viva y prefiere morirse. El autor, arrepentido, tratando de compensar la culpa de haber hecho lo fácil que siempre se hace con los ancianos, escribe este libro desgarrador contando la historia de su madre y, a saltos, su propia vida maquillada de hijo ingrato.

Como sabia enseñanza para tantos que tienen sus madres ancianas y prefieren remitirlas a un hospicio para que terminen de morirse, este libro es más que recomendable.

Para quienes estén arrepentidos de haber actuado mal tirando a sus madres en un ancianato, el libro es un escupitajo en la cara. Hay que leerlo.

El Porce, mayo 4 del 2025

 

 

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