Bogotá, Colombia -Edición: 794

 Fecha: Miércoles 07-05-2025

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\\ OPINIÓN //

 

 

 

EDITORIAL

 

Inocencias en riesgo

 

Los números son escalofriantes: solo en el primer trimestre de 2025, Bogotá ha registrado 2.404 alertas por violencia sexual infantil desde entornos escolares. Más de 8 casos al día. Y si el año pasado fue el peor en cinco años, este va camino a superarlo. Pero lo más indignante no es solo la cifra, sino la respuesta institucional: lenta, fragmentada y profundamente insuficiente.

El reciente caso de presunto abuso sexual en un colegio de San Cristóbal, protagonizado nada menos que por un funcionario del ICBF, no es un hecho aislado. Es la prueba de un sistema desbordado, donde quienes deberían proteger se convierten en victimarios, y donde el Estado, en sus múltiples capas —alcaldía, Fiscalía, Policía, ICBF—, parece actuar más como observador que como garante de derechos.

¿Cómo se explica que en una ciudad de más de siete millones de habitantes haya únicamente 86 agentes de infancia y adolescencia y dos patrullas disponibles para más de 6.500 alertas? ¿Cómo se tolera que la respuesta a una emergencia por abuso infantil tarde casi tres horas, cuando cada minuto es crucial? Estas cifras no son solo datos técnicos. Representan vidas fracturadas, infancias arrebatadas y una cadena de omisiones estatales que raya en la negligencia estructural.

La Policía se declara sobrecargada, el ICBF tiene personal bajo sospecha y la Fiscalía aún no crea una unidad especial para investigar estos crímenes. Mientras tanto, la ciudad asiste al aumento progresivo de una tragedia que se repite cada día, en silencio, en los rincones de los colegios públicos, especialmente en localidades históricamente vulnerables como Ciudad Bolívar, Bosa y Kennedy.

 

La indignación ciudadana y la labor de algunos concejales ha sido clave para visibilizar el problema. Pero no basta con revelar cifras y señalar culpables individuales. Es hora de una acción institucional coherente, coordinada y contundente. De nada sirve hablar de infancia como prioridad en los discursos si en la práctica las instituciones no cuentan con el personal, el presupuesto ni la voluntad para enfrentar esta emergencia.

 

La niñez de Bogotá está en peligro, y no por culpa del azar. El verdadero escándalo es que el Estado lo sabe, pero sigue actuando como si no. Si no se interviene de inmediato, no será solo la cifra de alertas la que aumente: también crecerá la lista de responsabilidades que los gobiernos y sus instituciones deberán asumir frente a futuras generaciones.

 

 

 

 

La corrupción, un virus al que hay que vacunar

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Hay una sola clase que se mueve por el planeta y que está representada por el ser humano. La diferencia entre unos y otros es su quehacer diario y sus ambiciones futuras. Desde principio a fin todos tenemos un comienzo y un final donde los dos extremos vienen sin nada material. Solo su intelecto que los hace distintos los unos de los otros.

Si una sociedad es primitiva, ella se mueve al ritmo de sus necesidades y sobreviven según la fuerza de su naturaleza individual. Aquí no hay un dios salvador o una vida eterna después del final. Todos somos iguales al final del ciclo vital.

En la estela de la evolución unos están adelante, otros en el mismo lugar, otros en proceso de aprendizaje y acumulación de experiencias y los más avanzados viviendo de ese conocimiento y observando al resto del mundo en su lucha por alcanzar lo que creen que carecen para llenar ese vacío interior y vivir cómodamente.

La ambición de unos, estos que no tienen capacidad de entender lo que es la vida, se lanzan al encuentro con otros como ellos a fastidiar al resto de la humanidad en la adquisición de bienes que creen que los harán felices. Pero así no funciona la naturaleza humana.

Las grandes riquezas existentes en estos días en el mundo se han logrado por golpes de suerte y el manejo de la tecnología. Ahora ellos no saben qué hacer con esas fortunas y tratan de repartirlas dentro de sociedades en desigualdad de calidad de vida.

Con la corrupción no se hacen grandes fortunas, ella hace más daño a su alrededor y afecta la vida de cientos de personas. La ignorancia promueve estos actos corruptivos y por eso las cárceles están ocupadas por estos criminales sociales.

La corrupción en los Estados nace por el mal manejo de las leyes sobre la cotidianidad de la vida. La gente no quiere pagar por algo que consideran que debe estar exenta de impuestos o que el precio es elevado. Las aduanas son los mayores generadores de corrupción, Además los impuestos establecidos son otro dolor de cabeza para los usuarios y dueños de empresas. Siempre están evadiendo el pago de ellos y recibiendo en efectivo los pagos.

Otra de las modalidades es el porcentaje que cobren los políticos por sus servicios y el pago a quienes financiaron sus campañas políticas. Todo esto es un círculo vicioso que jamás va a parar.

Al final del día, todos somos corruptos sin haberlo pensado dos veces.

Hay que revisar nuestra agenda de sobrevivencia y madurar intelectualmente para poder hacer los correctivos necesarios
que permitan que nuestra vida esté un poco limpia de tanta suciedad que nos rodea.

 

 

 

Hay sociedades que han logrado avanzar lentamente en su integración hacia una calidad de vida libre de sobresaltos, desconfianzas entre unos y otros y vivir con las puertas abiertas porque no hay temor de ser asaltados por un desubicado social.

 

LAS COOPERATIVAS DE CONTRATISTAS
Crónica #1118

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Audio: https://youtu.be/kSDkObpoIrU

 

El exministro Carlos Caballero Argáez propuso el sábado pasado en su columna de El Tiempo la conformación de un Frente Civil como solución electoral al avance inusitado y bien planificado de las políticas que aúpa el presidente Petro.

 

Muy loable su propuesta pero parte de un error que no por ser aceptado mayoritariamente deja de ser error. En Colombia ya no existen realmente los partidos políticos. Los reemplazaron las cooperativas de contratistas bien sean vestidos de financiadores de cuello blanco o de robagallinas como han resultado siendo los ordeñadores del actual gobierno.

Como tal entonces el carisma y el nivel de atracción de las ideas para administrar al país, se disolvieron en el recuerdo.

 

Los directorios políticos que existían en la mayoría de los municipios colombianos, son historia patria. Las banderas rojas o azules, verdes o amarillas, no establecen ningún nexo ni significación para el ciudadano.

 

Las contiendas electorales se construyen sobre el mayor o menor aporte de los contratistas y no sobre la militancia partidista.

La dictadura de las OPS, las benditas órdenes de prestación de servicio con las que reemplazaron la burocracia del Estado son los otrora militantes de los partidos. Es a través de esa masa, contratada, no convencida, que se mantiene el poder político.

Los partidos, entonces, solo son estructuras legales disfrazadas para ajustarse a las caducas normas electorales.

Dejamos de ser una república representada por las colectividades políticas para ser una república contractual donde todo se hace, se define y se planifica por el logro o explotación de los contratos.

Y como los contratos han sido siempre, en todos los tiempos de la historia de la humanidad, la forma más expedita para abrirle las puertas a la corrupción, el país anda en las que anda.

Si el Frente Civil lo conformarán los contratistas de la licitaciones de los gobiernos anteriores, los robagallinas que se han lucrado del gobierno Petro montarían el Frente Amplio para derrotarlos.

El Porce, mayo 7 del 2025

 

 

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