Bogotá, Colombia -Edición: 796

 Fecha: Domingo 11-05-2025

 

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INFORME

 

 

 

 

 

 

Más que flores, una historia de lucha y reconocimiento

 

 

 

 

 

Sin embargo, como en muchas cosas, la excepción confirma la regla. En el departamento de Norte de Santander, el Día de la Madre se celebra el último domingo de mayo. ¿La razón? Un terremoto devastador ocurrido el 18 de mayo de 1875 llevó a posponer la celebración. Otra versión apunta a embarcaciones provenientes de Europa que no llegaban a tiempo con los regalos, lo que obligaba a retrasar el festejo. Sea cual sea el motivo, la fecha puede variar, pero el sentimiento permanece intacto.

 

Más allá de los orígenes, el Día de la Madre es también una oportunidad para reflexionar sobre la carga que históricamente se ha depositado sobre las mujeres. No es casualidad que ese domingo los restaurantes estén a reventar. ¿Por qué no ocurre lo mismo el Día del Padre? La respuesta está en la distribución desigual del trabajo doméstico. Las madres suelen ser quienes cargan con las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. Por eso, este día representa para muchas una rara ocasión de descanso, en la que no tienen que cocinar ni limpiar, aunque sea por unas horas.

 

Reconocer a las madres no puede limitarse a una fecha en el calendario. El verdadero homenaje está en la equidad, en compartir responsabilidades, en valorar su trabajo dentro y fuera del hogar, en escucharlas y acompañarlas en sus sueños y desafíos. Como sociedad, aún tenemos una deuda pendiente con ellas.

 

 

Para este Día de la Madre, más allá del regalo o el almuerzo, vale la pena preguntarle a mamá qué le haría feliz. Tal vez quiera salir a caminar, escuchar su música favorita, recordar viejos tiempos con un álbum de fotos, hacer yoga, cocinar en familia o simplemente conversar. Porque al final, lo que más agradece una madre no es el obsequio más costoso, sino el tiempo compartido, la atención genuina y el reconocimiento de su labor, tantas veces invisibilizada.

El Día de la Madre es, sin duda, una fecha para celebrar. Pero también es una invitación a cuestionar, transformar y construir vínculos más estrechos. Porque honrar a una madre es también comprometerse con un mundo donde ser madre no sea sinónimo de sacrificio solitario, sino de amor compartido. Y eso, más que cualquier regalo, es el mayor acto de gratitud.

 

Cada segundo domingo de mayo, los colombianos se reúnen para celebrar a uno de los pilares fundamentales de la sociedad: la madre. Lo hacen con flores, tarjetas, almuerzos familiares y homenajes escolares. Pero, ¿sabemos realmente de dónde viene esta tradición? ¿Qué historia se esconde detrás de esta fecha cargada de emociones? Lejos de ser solo una estrategia comercial, el Día de la Madre tiene raíces profundas que conectan con la espiritualidad, la política, la resistencia femenina y la transformación social.

 

Aunque en Colombia la fecha fue oficializada en 1925 por medio de la Ley 28, durante el gobierno de Pedro Nel Ospina, la tradición se remonta mucho más atrás. Su origen está entrelazado con rituales ancestrales, revoluciones culturales y reivindicaciones feministas que marcaron un antes y un después en la forma de concebir la maternidad y el rol de la mujer en la sociedad.

 

 

En las antiguas civilizaciones, la figura materna ya era venerada. En Grecia, por ejemplo, se celebraban las Fiestas de Rea, en honor a la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Rea representaba la fertilidad y el poder de la creación. Los romanos, por su parte, rendían culto a la diosa Cibeles en una celebración conocida como Hilaria, que se realizaba en marzo y que también exaltaba el rol creador y protector de la madre.

Con el avance del cristianismo, estas fiestas paganas se transformaron en una conmemoración más espiritual: el Domingo de la Madre. Esta fecha fue vinculada, en el siglo XX, con un episodio clave del catolicismo: la aparición de la Virgen María ante tres niños pastores en Fátima, Portugal, el 13 de mayo de 1917. Así se fue cimentando la idea de una madre no solo biológica, sino también espiritual, guía y protectora.

 

 

Pero es desde el siglo XIX que la celebración ha tenido un gran matiz político. La activista y poeta estadounidense Julia Ward Howe, conmovida por los horrores de la Guerra Civil en su país, propuso en 1870 un “Día de las Madres por la Paz”. Su intención no era regalar flores, sino movilizar a las mujeres, particularmente a las madres, para que alzaran su voz contra los conflictos bélicos y abogaran por la justicia y la unidad. Era un llamado poderoso y disruptivo: las madres no solo como cuidadoras, sino como líderes morales y sociales.

Años más tarde, otra mujer sería clave en esta historia: Anna Jarvis, quien tras la muerte de su madre inició una campaña incansable para institucionalizar el Día de la Madre en Estados Unidos. Lo logró en 1914, pero con el tiempo la fecha se desvirtuó y fue absorbida por el comercio. Irónicamente, Jarvis terminó rechazando la celebración que ella misma impulsó, al ver cómo las tarjetas impresas y los regalos prefabricados reemplazaban el verdadero sentido del homenaje.

En Colombia, la oficialización de esta fecha llegó de la mano de un reconocimiento estatal. La Ley 28 de 1925 no solo estableció el segundo domingo de mayo como Día de la Madre, sino que ordenó que en todas las escuelas del país se resaltara la importancia de la madre en el hogar, la sociedad y el Estado. “El ejecutivo dictará todas las medidas del caso a fin de que dicha fiesta sea celebrada dignamente en toda la República, especialmente por la niñez”, señala el artículo 4.
 

 

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