Bogotá, Colombia -Edición: 797

 Fecha: Miércoles 14-05-2025

 

 

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JUDICIAL

 

 

 

Crece tensión en la Corte Suprema por señalamientos entre magistrados en caso UNGRD

 

 

Una fuerte controversia sacude la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia. La magistrada Cristina Lombana solicitó al Congreso revisar el actuar de sus colegas César Reyes y Misael Rodríguez, a quienes señala de haber ofrecido beneficios judiciales a Sandra Ortiz, exconsejera presidencial detenida por el escándalo de corrupción en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD).

Lombana, única mujer en esa Sala, compulsó copias a la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, alegando que sus compañeros habrían vulnerado los procedimientos internos del alto tribunal.

Ortiz permanece privada de la libertad desde diciembre, mientras avanza la investigación de la Fiscalía por lavado de activos y tráfico de influencias. Las autoridades la señalan de haber entregado $4.000 millones en efectivo a los expresidentes del Senado, Iván Name, y de la Cámara, Andrés Calle, presuntamente para agilizar reformas clave del gobierno Petro.

El caso ha generado un remezón dentro del alto tribunal, donde las diferencias internas ahora escalan a instancias legislativas. Mientras la Sala dictó recientemente orden de arresto contra los expresidentes del Congreso, Ortiz ha insistido en que no ha tenido garantías por parte de la Fiscalía y ha pedido ser escuchada directamente por la Corte.

Este nuevo episodio no solo profundiza la crisis judicial en torno al caso UNGRD, sino que pone en entredicho la armonía al interior de una de las salas más sensibles de la justicia colombiana.

 

Condenado el exsenador José Ignacio Mesa Betancur por parapolítica

 

 

En una decisión que revive los oscuros lazos entre política y paramilitarismo en Colombia, la Corte Suprema de Justicia condenó al exsenador antioqueño José Ignacio Mesa Betancur a seis años de prisión por sus vínculos con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), específicamente con la temida Oficina de Envigado. La sentencia, proferida por la Sala Especial de Primera Instancia, lo halló responsable del delito de concierto para delinquir agravado, al haber pactado con cabecillas paramilitares apoyo económico y electoral para sus aspiraciones políticas.

Mesa Betancur, quien ocupó cargos de elección popular entre 1994 y 2006 —como alcalde de Envigado y luego senador—, fue señalado de haber sostenido relaciones coordinadas con líderes como Juan Carlos Sierra, alias El Tuso Sierra, y Daniel Alberto Mejía Ángel, alias Danielito. Según el fallo, estos encuentros no solo buscaban
financiación para sus campañas, sino que
 

 

 

también implicaban compromisos de colaboración con la organización ilegal una vez alcanzados los cargos.

 

“El exsenador puso su investidura al servicio de una estructura criminal, facilitando su expansión y legitimación en las esferas del poder público”, indicó el alto tribunal. Los jueces, además, negaron beneficios como prisión domiciliaria o suspensión condicional de la pena, alegando la gravedad de los hechos y el impacto institucional que estos generaron.

Los testimonios de El Tuso Sierra y de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna, fueron fundamentales en la condena. Ambos relataron cómo Mesa Betancur no solo recibió sumas millonarias para sus campañas, sino que mantuvo vínculos estrechos con figuras clave del paramilitarismo en el Valle de Aburrá. La Corte también destacó que estos nexos pudieron verse favorecidos por la relación de su padre con reconocidos narcotraficantes como Pablo Escobar y Gustavo Upegui.

La condena revive los ecos del fenómeno de la parapolítica que marcó a Colombia a comienzos de siglo y representa un nuevo llamado de atención sobre cómo los intereses criminales lograron infiltrarse en la institucionalidad. Para muchas víctimas del conflicto armado, esta decisión judicial representa un avance en la verdad y la justicia, aunque queda el sinsabor de cuántos más pudieron haber sido parte de esa red de complicidades.

 

Con esta condena, la Corte continúa desentrañando las alianzas entre políticos y estructuras armadas ilegales que por años sembraron terror, silencio y control en amplias regiones del país.

 

Soldado muere en Teorama tras ataque con drones explosivos del ELN

 

 

El conflicto armado en el Catatumbo vuelve a dejar luto entre las filas del Ejército. El soldado profesional Edison Guerrero Rodríguez, de 24 años, perdió la vida tras un ataque con drones explosivos en zona rural del municipio de Teorama, Norte de Santander. El hecho, atribuido al Frente Héctor del ELN, eleva las alertas por el uso cada vez más frecuente de nuevas tecnologías en acciones violentas contra la Fuerza Pública.

 

Guerrero Rodríguez, oriundo del mismo departamento, hacía parte del Batallón de Despliegue Rápido N. 8 de la Segunda División del Ejército. Durante una operación de control en la región, los uniformados fueron sorprendidos por la activación de artefactos explosivos adaptados a drones, una modalidad que el Ejército calificó como “terrorista” y que, según expertos, representa una grave amenaza en escenarios de guerra no convencional.

El joven militar llevaba dos años en servicio y era reconocido por su compromiso y vocación. El Ejército expresó públicamente sus condolencias a la familia del soldado y aseguró que reciben apoyo jurídico y psicosocial para afrontar este duro momento.

El alto mando militar condenó el uso de estos métodos, que consideran una infracción grave al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Además, reiteraron que las operaciones ofensivas en el Catatumbo continuarán, con el objetivo de neutralizar a los grupos armados ilegales que operan en la región.

Este ataque se suma a otro hecho trágico ocurrido recientemente en Caquetá. El sargento viceprimero Carlos Andrés Cisneros Maigual, quien viajaba de civil en un bus intermunicipal, murió calcinado tras ser interceptado el vehículo por presuntas disidencias de las FARC. Los atacantes

 

 

 

obligaron a los pasajeros a bajar y luego incineraron el bus en el sector de Riecito, vereda Morro Seco.

 

Ambos casos reflejan la persistencia del conflicto y el alto riesgo que enfrentan los uniformados, incluso fuera de servicio. Mientras las familias lloran sus pérdidas, el país asiste con preocupación al recrudecimiento de las violencias, en un momento donde el diálogo con grupos armados sigue siendo una promesa lejana.

 

Tatiana Hernández: Un mes de angustia que expone la grave crisis de desapariciones en Cartagena

 

 

El 13 de mayo se cumplió un mes desde la desaparición de Tatiana Hernández, una joven estudiante de medicina de 23 años cuyo rastro se perdió en las playas de Bocagrande, en Cartagena. La incertidumbre sobre su paradero ha dejado a su familia sumida en la desesperación, mientras el caso se convierte en símbolo de una problemática que crece en silencio: las desapariciones forzadas en la ciudad.

Tatiana se encontraba en su año rural en el Hospital Naval y, según las versiones iniciales, su desaparición podría haber sido producto de un accidente en el mar. Sin embargo, tras una búsqueda exhaustiva por parte de la Armada Nacional en más de 12.500 kilómetros cuadrados, no se encontró ninguna prueba de que hubiera ingresado al agua. Ante esto, la familia sostiene otra hipótesis.

“Tatiana no está muerta. A Tatiana se la llevaron. Y la vamos a encontrar”, sentenció el abogado Antonio Hernández Torres, quien representa legalmente a los familiares de la joven. Para ellos, se trata de un posible secuestro. Y no están solos en su preocupación: Cartagena ha registrado 147 desapariciones desde 2019, y más del 80 % permanecen sin resolver.

La mayoría de las víctimas están entre los 20 y 39 años, un patrón que ha encendido las alertas entre organizaciones de derechos humanos y veedurías locales. Érick Urueta, de la Veeduría a la Rama Judicial de Cartagena, insiste en que no se trata de casos aislados, sino de un fenómeno que requiere atención urgente. “Es alarmante que las personas desaparezcan y no haya respuestas. No hay coordinación entre las instituciones, y las investigaciones se diluyen con el tiempo”, señaló.

El fenómeno parece agravarse con los años. En 2022 hubo 32 desapariciones; en 2023, 33; y en 2024, al menos 35. En lo que va de 2025 ya se reportan cuatro, incluida la de Tatiana. La ciudad, además, encabeza la lista de territorios con menor porcentaje de casos resueltos: solo el 17 %.

La situación se ve agravada por la presencia de grupos criminales que operan en zonas costeras y rurales. Luis Fernando Trejos, experto en seguridad, advierte que el puerto, el turismo y la cercanía al Caribe convierten a Cartagena en un punto vulnerable para el narcotráfico, la trata de personas y otras actividades ilícitas. “La desaparición se ha convertido en una herramienta de castigo en el mundo criminal”, aseguró.

La familia de Tatiana ha solicitado una audiencia urgente con el ministro de Defensa, exigiendo respuestas y acciones concretas. Mientras tanto, la ciudadanía mantiene viva su imagen y reitera un llamado colectivo: que Tatiana aparezca y que Cartagena deje de ser una ciudad donde tantos simplemente desaparecen.

Si usted tiene información sobre Tatiana Hernández, puede comunicarse a los teléfonos 123 (Policía), 122 (Fiscalía) o a las líneas 3214732045, 3225072370 y 3233190810.

 

 

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