Colombia avanza en conectividad, pero la brecha digital aún deja por fuera a uno de cada tres ciudadanos

Colombia ha logrado avances notables, pero no puede dormirse en los laureles. Superar el promedio regional en uso de internet es importante, pero no suficiente si uno de cada tres colombianos sigue por fuera del sistema. La inclusión digital es, hoy más que nunca, una condición fundamental para el desarrollo humano, la equidad y la competitividad.

Mientras tanto, en alguna vereda remota de la Orinoquía, un grupo de jóvenes aprende a programar gracias a una red comunitaria gestionada por sus propios vecinos. En una escuela rural del Cauca, los niños descubren el mundo a través de una tablet. Y en un barrio popular de Barranquilla, una madre soltera abre su primer emprendimiento en línea. Son pequeñas victorias, sí, pero también señales de que la transformación digital, aunque aún incompleta, está en marcha.

En un mundo cada vez más conectado, donde el acceso a internet es casi tan esencial como el acceso al agua potable o la educación básica, Colombia ha logrado destacarse en el contexto latinoamericano. Con un 79 % de su población utilizando internet, el país supera el promedio de los países de ingreso medio, que ronda el 68 %. Sin embargo, la otra cara de la moneda revela una realidad preocupante: un 33 % de los colombianos sigue fuera del ecosistema digital, lo que representa una de las desigualdades más profundas y persistentes en el país.

El Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC), bajo la dirección del ministro Julián Molina, ha venido desarrollando una estrategia nacional para cerrar esta brecha digital, que va mucho más allá de simplemente tender cables o instalar antenas. “Cerrar la brecha digital es cerrar las grandes desigualdades del mañana”, afirma Molina. Y es que la conexión a internet no solo permite el acceso a información y entretenimiento, sino que habilita oportunidades laborales, educativas, de salud y de participación ciudadana.

Uno de los puntos críticos del problema radica en que, aunque las redes existen en muchas zonas del país, el uso real del internet no siempre está garantizado. Hay factores económicos, culturales y educativos que hacen que una parte significativa de la población, especialmente adultos mayores y habitantes de regiones rurales, no se sienta parte del mundo digital. “Muchas personas nunca han usado internet y no lo sienten como algo necesario. Ahí empieza la brecha: en la motivación”, explica el ministro.

El enfoque del Gobierno, entonces, no solo se basa en llevar infraestructura a donde no la hay, sino también en incentivar el uso del internet, proporcionar dispositivos adecuados y formar a los ciudadanos en habilidades digitales. La conectividad sin apropiación, recalca el MinTIC, no cierra ninguna brecha.
 

Un buen ejemplo de este enfoque se encuentra en las escuelas rurales. Cuando inició el actual gobierno, solo el 12 % de estas instituciones tenían acceso a internet. Hoy, esa cifra ha escalado al 56 %, y la meta

Conectar las escuelas no es simplemente una cuestión de tecnología; es una apuesta por el futuro de miles de niños y niñas en zonas históricamente marginadas. Allí es donde se comienza a romper el ciclo de pobreza digital, desde la infancia.

Para hacer posible este avance, el Gobierno ha destinado una inversión significativa: 2.5 billones de pesos en infraestructura y programas de conectividad, una cifra que supera en un billón a la de administraciones anteriores. Pero no se trata únicamente de una cuestión presupuestal. El MinTIC también ha implementado estrategias novedosas para asegurar que la conectividad llegue hasta el último rincón del país.

Una de esas estrategias es el modelo de “comunidades de conectividad”, donde se capacita a las mismas comunidades para gestionar y mantener sus propias redes de internet, especialmente en zonas donde los grandes operadores no tienen interés comercial. Es un modelo que apuesta por la sostenibilidad y la apropiación local del servicio.

A esto se suman las redes troncales, descritas por el ministro como “las grandes autopistas del internet”, desde las cuales los proveedores locales pueden conectar a hogares y empresas mediante lo que se denomina la “última milla”. Este esquema de trabajo colaborativo entre el Estado y actores locales busca solucionar una de las principales dificultades: la dispersión geográfica y la falta de rentabilidad para los operadores en algunas regiones.

No obstante, el camino no está exento de obstáculos. El más evidente es el