Bogotá, Colombia -Edición: 799 Fecha: Domingo 18-05-2025 |
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TECNOLOGÍA-CIENCIA |
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Una inquietante técnica para “leer la mente” de criminales podría llegar a Sudamérica
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Para Cárdenas y otros
expertos, permitir el ingreso de BEOS a sistemas judiciales como el
colombiano es abrir la puerta a un futuro orwelliano, donde no solo se
castigue lo que se hace, sino lo que supuestamente se piensa. La falta
de transparencia en la metodología, la inexistencia de estudios
revisados por pares en publicaciones científicas de prestigio y la
ausencia de protocolos estandarizados hacen de este sistema un riesgo
más que una solución.
A pesar de las críticas, la empresa india continúa su expansión, vendiendo el BEOS como una promesa de eficiencia judicial. En tiempos donde la tecnología parece tener respuestas para todo, la tentación de adoptar una herramienta que promete resolver crímenes de forma “objetiva” puede resultar irresistible para algunos gobiernos. Pero la ciencia ha sido clara: no hay, al día de hoy, evidencia que respalde que este sistema pueda identificar, con fiabilidad, la participación de una persona en un crimen solo con observar sus ondas cerebrales.
En Colombia, los próximos meses podrían ser decisivos. Algunos
sectores académicos ya preparan pronunciamientos conjuntos para advertir sobre
los peligros del BEOS. Mientras tanto, desde la Fiscalía y el Ministerio de
Justicia no se han emitido declaraciones oficiales sobre posibles acercamientos
con Axxonet.
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En un pequeño laboratorio de India, entre cables, electrodos y pantallas repletas de gráficos encefalográficos, se cocina una de las tecnologías forenses más polémicas del siglo XXI. Se trata del BEOS (Brain Electrical Oscillation Signature), un procedimiento que afirma poder “leer” la mente de presuntos criminales y revelar si han vivido o no una experiencia relacionada con el crimen investigado. Aunque esto suena a ciencia ficción, ya ha sido utilizado en más de 700 casos judiciales en India y Pakistán. Y, según reveló recientemente la revista Science, está en marcha una campaña para exportarlo a otros países, entre ellos, varios de América del Sur.
La noticia ha encendido las alarmas en la
comunidad científica internacional y en organizaciones
defensoras de derechos humanos. En particular, preocupa que
países de la región, incluidos algunos de Latinoamérica, puedan
incorporar esta herramienta en sistemas judiciales ya
sobrecargados y en ocasiones deficientes en estándares de
prueba. En Colombia, donde los desafíos del sistema penal son
conocidos, expertos advierten sobre los peligros de permitir que
herramientas pseudocientíficas puedan terminar influyendo en
decisiones que afectan directamente la libertad y el destino de
personas. Lo inquietante es que, detrás de esta aparente sofisticación, no hay evidencia científica robusta. “Es como un polígrafo, pero aún menos confiable”, dijo Henry Greely, experto en bioética de la Universidad de Stanford, en declaraciones retomadas por Science. Y es que, aunque desde hace décadas se han buscado métodos para detectar mentiras mediante reacciones fisiológicas, ningún sistema ha logrado
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demostrar con suficiente rigor que puede distinguir, de forma certera, entre una memoria vivida y una falsa o inducida.
En India, la técnica ha tenido un recorrido tan controvertido
como preocupante. En 2008, un tribunal usó un resultado de BEOS como uno de los
elementos para condenar a cadena perpetua a una mujer por asesinato. El
veredicto fue fuertemente criticado por científicos, pero no impidió que se
continuara utilizando. Hoy, más de dos décadas después de su implementación,
BEOS no solo sigue aplicándose, sino que está siendo promovido activamente por
la empresa india Axxonet, que monopoliza la tecnología y los entrenamientos para
su uso. Pero ¿qué tan cerca estamos de que este sistema cruce nuestras fronteras? Según voceros de la comunidad forense, más cerca de lo que se quisiera. “Cuando se vive en un país con sobrecarga de procesos judiciales y baja tasa de esclarecimiento de crímenes, las autoridades buscan atajos tecnológicos”, explica Laura Cárdenas, doctora en neurociencia y profesora en una universidad pública colombiana. “El problema es que este tipo de tecnología da una ilusión de objetividad, cuando en realidad es extremadamente manipulable”.
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