Bogotá, Colombia -Edición: 799

 Fecha: Domingo 18-05-2025

 

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TECNOLOGÍA-CIENCIA

 

 

 

Una inquietante técnica para “leer la mente” de criminales podría llegar a Sudamérica

 

 

 

 

Para Cárdenas y otros expertos, permitir el ingreso de BEOS a sistemas judiciales como el colombiano es abrir la puerta a un futuro orwelliano, donde no solo se castigue lo que se hace, sino lo que supuestamente se piensa. La falta de transparencia en la metodología, la inexistencia de estudios revisados por pares en publicaciones científicas de prestigio y la ausencia de protocolos estandarizados hacen de este sistema un riesgo más que una solución.

Desde las organizaciones de derechos humanos también se alzan voces de preocupación. “Una herramienta que dice determinar culpabilidad sin que el acusado diga una palabra, sin que haya una defensa técnica y sin posibilidad real de réplica, va en contra del principio de presunción de inocencia”, afirma la abogada Carolina Moreno, del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo. “Esto no es justicia moderna, es una regresión peligrosa hacia el castigo basado en interpretaciones arbitrarias”.

 

A pesar de las críticas, la empresa india continúa su expansión, vendiendo el BEOS como una promesa de eficiencia judicial. En tiempos donde la tecnología parece tener respuestas para todo, la tentación de adoptar una herramienta que promete resolver crímenes de forma “objetiva” puede resultar irresistible para algunos gobiernos. Pero la ciencia ha sido clara: no hay, al día de hoy, evidencia que respalde que este sistema pueda identificar, con fiabilidad, la participación de una persona en un crimen solo con observar sus ondas cerebrales.

 

 

En Colombia, los próximos meses podrían ser decisivos. Algunos sectores académicos ya preparan pronunciamientos conjuntos para advertir sobre los peligros del BEOS. Mientras tanto, desde la Fiscalía y el Ministerio de Justicia no se han emitido declaraciones oficiales sobre posibles acercamientos con Axxonet.

Lo cierto es que en el país, donde el sistema penal ya enfrenta múltiples desafíos estructurales, incorporar una tecnología no probada podría terminar siendo más un problema que una solución. Y, como recuerda el profesor Greely, “seguimos buscando una solución mágica para detectar la mentira. Tal vez un día exista. Pero hasta entonces, debemos exigir los más altos estándares de prueba antes de arruinar la vida de alguien por confiar en la ciencia equivocada”.

 

En un pequeño laboratorio de India, entre cables, electrodos y pantallas repletas de gráficos encefalográficos, se cocina una de las tecnologías forenses más polémicas del siglo XXI. Se trata del BEOS (Brain Electrical Oscillation Signature), un procedimiento que afirma poder “leer” la mente de presuntos criminales y revelar si han vivido o no una experiencia relacionada con el crimen investigado. Aunque esto suena a ciencia ficción, ya ha sido utilizado en más de 700 casos judiciales en India y Pakistán. Y, según reveló recientemente la revista Science, está en marcha una campaña para exportarlo a otros países, entre ellos, varios de América del Sur.

 

 

La noticia ha encendido las alarmas en la comunidad científica internacional y en organizaciones defensoras de derechos humanos. En particular, preocupa que países de la región, incluidos algunos de Latinoamérica, puedan incorporar esta herramienta en sistemas judiciales ya sobrecargados y en ocasiones deficientes en estándares de prueba. En Colombia, donde los desafíos del sistema penal son conocidos, expertos advierten sobre los peligros de permitir que herramientas pseudocientíficas puedan terminar influyendo en decisiones que afectan directamente la libertad y el destino de personas.

El BEOS funciona de forma no invasiva: se colocan electrodos en el cuero cabelludo del sospechoso y, mientras un software analiza las ondas cerebrales, se reproducen frases clave como “yo escondí el arma” o “yo estuve en el lugar del crimen”. Si el cerebro del individuo responde de cierta manera, el sistema interpreta que ha vivido esa experiencia. En teoría, esto indicaría que el acusado tiene conocimiento de primera mano del hecho, aunque no se le escuche pronunciar palabra alguna.
 

Lo inquietante es que, detrás de esta aparente sofisticación, no hay evidencia científica robusta. “Es como un polígrafo, pero aún menos confiable”, dijo Henry Greely, experto en bioética de la Universidad de Stanford, en declaraciones retomadas por Science. Y es que, aunque desde hace décadas se han buscado métodos para detectar mentiras mediante reacciones fisiológicas, ningún sistema ha logrado

 

 

demostrar con suficiente rigor que puede distinguir, de forma certera, entre una memoria vivida y una falsa o inducida.

 

En India, la técnica ha tenido un recorrido tan controvertido como preocupante. En 2008, un tribunal usó un resultado de BEOS como uno de los elementos para condenar a cadena perpetua a una mujer por asesinato. El veredicto fue fuertemente criticado por científicos, pero no impidió que se continuara utilizando. Hoy, más de dos décadas después de su implementación, BEOS no solo sigue aplicándose, sino que está siendo promovido activamente por la empresa india Axxonet, que monopoliza la tecnología y los entrenamientos para su uso.

La situación se agrava al conocerse que representantes de Axxonet han ofrecido conferencias y cursos a fiscales, jueces y autoridades de justicia en países de América Latina, África y Asia. Aunque no se han revelado nombres específicos, se sabe que algunos gobiernos han mostrado interés en adquirir el sistema. En el caso colombiano, si bien no hay registros oficiales de adopción o compra, algunos investigadores locales han sido invitados a seminarios sobre tecnologías emergentes en criminalística, donde se han presentado los fundamentos del BEOS como herramientas del “futuro judicial”.
 

Pero ¿qué tan cerca estamos de que este sistema cruce nuestras fronteras? Según voceros de la comunidad forense, más cerca de lo que se quisiera. “Cuando se vive en un país con sobrecarga de procesos judiciales y baja tasa de esclarecimiento de crímenes, las autoridades buscan atajos tecnológicos”, explica Laura Cárdenas, doctora en neurociencia y profesora en una universidad pública colombiana. “El problema es que este tipo de tecnología da una ilusión de objetividad, cuando en realidad es extremadamente manipulable”.

 

 

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