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Daniel Noboa
inicia su segundo mandato con promesas firmes y un país
expectante

Con un tono firme y desafiante, Daniel Noboa juró
nuevamente como presidente de Ecuador el sábado 24 de mayo,
dando inicio oficial al período 2025-2029. El joven mandatario,
que ya había gobernado por un año y medio tras su elección
anticipada en 2023, prometió profundizar su combate contra el
crimen organizado y llevar adelante ambiciosas reformas
económicas y energéticas.
Durante su discurso de investidura, Noboa no escatimó en
críticas a los gobiernos anteriores, a los que responsabilizó
por la corrupción, la persecución política y el estancamiento
del país. “Hoy gobierna un presidente que fue perseguido. Hemos
derrotado juntos a los que intentaron arrodillarnos”, afirmó,
flanqueado por su nueva vicepresidenta, María José Pinto, quien
reemplaza a Verónica Abad tras una notoria ruptura interna.
Su principal bandera continúa siendo la seguridad. El mandatario
reafirmó su "guerra" declarada a las bandas criminales,
responsables del alarmante crecimiento de la violencia en el
país. Con más de un asesinato por hora, Ecuador figura hoy entre
los países más peligrosos de América Latina. Noboa ofreció
respaldo total a las Fuerzas Armadas y a la Policía, incluso
proponiendo una polémica ley que le permitiría indultar
anticipadamente a uniformados procesados por violaciones a los
derechos humanos durante operativos contra el crimen.
Más allá del frente de seguridad, el presidente delineó una
visión económica centrada en la inversión y la transparencia.
Heredero de una de las mayores fortunas del país, Noboa prometió
romper con “las oligarquías que se enriquecían a costa del
Estado” y abrir aún más la economía al comercio internacional.
También anunció programas específicos para jóvenes, como bonos y
pasantías, buscando frenar la migración por falta de
oportunidades.
Uno de los anuncios más sorpresivos fue su intención de
presentar una ley para desarrollar energía nuclear en Ecuador.
Con esto, pretende evitar futuras crisis eléctricas como la de
2024, cuando la sequía forzó apagones de hasta 14 horas diarias.
También se comprometió a aumentar la producción de gas natural
en el Golfo de Guayaquil, con apoyo de capital extranjero.
La investidura contó con representantes de 74 países, incluidos
los presidentes de Colombia y Perú. Para Noboa, esa masiva
presencia simboliza la confianza internacional en un Ecuador
que, según él, está listo para un nuevo capítulo.
Tensión
académica entre EE.UU. y China: Harvard en la mira y talento
chino en fuga

La decisión del gobierno estadounidense de
revocar la autorización de Harvard para matricular a estudiantes
internacionales ha sacudido al mundo académico global. Detrás de
esta medida, impulsada por la administración de Donald Trump, se
esconde un nuevo capítulo de la creciente desconfianza hacia
China, en especial hacia la supuesta influencia del Partido
Comunista Chino (PCCh) en las universidades de Estados Unidos.
Todo comenzó en 2017, cuando un grupo de
estudiantes chinos creó una célula del PCCh
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en la Universidad de Illinois. La noticia, que parecía
anecdótica, destapó una red más amplia de actividades del Frente Unido,
un organismo del régimen de Xi Jinping que opera globalmente para
promover la narrativa oficial china y vigilar a su diáspora. En varias
universidades estadounidenses —desde California hasta Virginia—
surgieron más agrupaciones de este tipo, despertando la alarma en el
Congreso y en los medios.
El punto álgido llegó esta semana, cuando Harvard fue acusada de
colaborar con el régimen chino en investigaciones científicas con
posibles aplicaciones militares. El Departamento de Seguridad Nacional,
encabezado por Kristi Noem, no solo canceló la admisión de nuevos
estudiantes extranjeros en la institución, sino que también ordenó a los
ya matriculados buscar otro centro o abandonar el país.
Desde Pekín, la respuesta no tardó. El Ministerio de Exteriores calificó
la medida como un "ataque sin fundamento" y denunció el creciente
hostigamiento a estudiantes chinos. China advierte que Estados Unidos
está dañando irreversiblemente su reputación como destino académico. En
paralelo, universidades de élite en China y Hong Kong han ofrecido
recibir a los jóvenes rechazados por Harvard, con el objetivo de
convertir la crisis en oportunidad.
La medida también pone en jaque décadas de cooperación científica entre
ambos países. Iniciativas como el Proyecto Harvard-China sobre energía y
medioambiente, que durante años ha aportado soluciones al cambio
climático, ahora están en riesgo. Michael Barnard, experto en políticas
ambientales, advierte que esta ruptura afecta directamente el liderazgo
de Estados Unidos en áreas estratégicas como la sostenibilidad.
Mientras tanto, las cifras hablan: India ya ha superado a
China como principal fuente de estudiantes internacionales en EE.UU., y
muchos jóvenes del gigante asiático comienzan a mirar hacia otros
horizontes. La academia se convierte así en otro escenario donde se
libra la pugna entre dos superpotencias.
El
Ártico en disputa: Una región helada que se calienta al ritmo de la
geopolítica mundial

El Ártico, durante décadas visto como un rincón remoto
del planeta, hoy se perfila como el nuevo tablero estratégico donde
grandes potencias juegan su partida más ambiciosa. Bajo la superficie
congelada de esta región —que representa el 4 % del planeta— yacen
recursos naturales invaluables, nuevas rutas comerciales y, cada vez
más, tensiones militares y diplomáticas.
En el norte de Noruega, el alcalde Magnus Mæland no llevaba ni un mes en
el cargo cuando tres delegaciones chinas llamaron a su puerta. La
pregunta inevitable es: ¿qué busca China tan al norte del mundo? Su
respuesta es clara: “quieren convertirse en una superpotencia polar”.
Aunque su capital más septentrional, Harbin, está a la altura de
Venecia, Pekín se autodenomina un “estado casi ártico” y apuesta fuerte
por una presencia permanente en la región.
China no es la única interesada. Estados Unidos, Rusia, los países
nórdicos e incluso India compiten por un trozo del Ártico. El deshielo
acelerado —cuatro veces más rápido que el promedio global— está abriendo
caminos marítimos antes intransitables y permitiendo el acceso a
aproximadamente el 30 % del gas natural sin explotar del planeta. Para
las potencias mundiales, el tiempo es oro, y las rutas polares acortan
considerablemente la distancia entre Asia y Europa.
En Kirkenes, Noruega, una ciudad que alguna vez vivió del hierro, el
panorama hoy es desolador. Sin embargo, las ruinas industriales
contrastan con las aspiraciones del director del puerto, Terje Jørgensen,
quien sueña con convertir el lugar en “el Singapur del Alto Norte”. Su
proyecto no contempla vender tierras a capitales extranjeros, y enfatiza
que el control debe permanecer en manos locales, sin dependencia de
potencias como China.
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Pese al rechazo europeo a sus intentos
de adquirir puertos y aeropuertos en el Ártico, China ha encontrado en
Rusia un socio dispuesto. Ambos países colaboran económica y
militarmente. Desde patrullas conjuntas hasta ejercicios navales, su
presencia en el norte envía un mensaje a la OTAN, cuyos miembros rodean
el Ártico. La cooperación entre Pekín y Moscú, sin embargo, es frágil:
China no quiere romper completamente con Occidente, y Rusia teme ceder
demasiado control sobre su territorio ártico, clave para sus intereses
nucleares y de defensa.
En este ajedrez polar, Noruega se siente bajo presión. Su frontera
terrestre con Rusia mide apenas 200 kilómetros, pero es una línea
caliente. Desde la invasión rusa a Ucrania, han aumentado los casos de
interferencias GPS, espionaje y vigilancia de infraestructura crítica
submarina. La península de Kola, repleta de capacidades nucleares rusas,
está a tiro de piedra.
El comando militar noruego, oculto en una montaña de cuarzo en Bodø,
monitorea en tiempo real movimientos marítimos sospechosos. Aquí, donde
la Guerra Fría nunca terminó del todo, la información se comparte minuto
a minuto con los aliados de la OTAN. Cada submarino ruso que quiera
llegar a Europa, debe pasar por estas aguas.
Pero la carrera por el Ártico no solo enfrenta a potencias globales:
también relega a quienes siempre han vivido allí. Las comunidades
indígenas denuncian que el discurso ambiental es usado como excusa para
despojarles de sus tierras. “El Ártico no es un interés, es nuestra
vida”, afirma Miyuki Daorana, joven activista inughuit de Groenlandia.
La esperanza de un “excepcionalismo ártico”, donde la cooperación
primaba sobre el conflicto, se desvanece. Las banderas ondean, los
desfiles militares resurgen y, en el corazón de Svalbard, se respira una
tensa mezcla de orgullo y desconfianza. Como advierten los expertos, con
tantas potencias en juego, los errores de cálculo ya no son improbables:
son inminentes.
China
halla megacampo petrolero en el mar del Sur
China ha dado un paso significativo hacia su
independencia energética. La petrolera estatal CNOOC anunció el hallazgo
de un gigantesco yacimiento de hidrocarburos en el mar de China
Meridional, fuera de las zonas disputadas, con reservas que superan los
100 millones de toneladas. El campo, llamado Huizhou 19-6, se ubica
dentro de la Zona Económica Exclusiva de China, lo que reduce el riesgo
de tensiones diplomáticas con otros países del sudeste asiático.
Este descubrimiento es clave para un país que, a pesar de su fuerte
inversión en energías renovables, sigue siendo el mayor importador de
petróleo del planeta. Con una demanda energética que crece al ritmo de
su desarrollo industrial, China ha buscado desde hace años diversificar
sus fuentes de abastecimiento. Tener recursos propios no solo le da un
mayor margen de maniobra en el mercado global, sino también mayor
seguridad energética.

Aunque todavía es pronto para cuantificar el impacto
económico del hallazgo, analistas señalan que podría reducir ligeramente
la dependencia de proveedores externos como Rusia o Arabia Saudita, al
tiempo que fortalece la posición de Pekín en el tablero energético
internacional.
Además, el hecho de que el yacimiento se encuentre en aguas no
disputadas contrasta con las habituales tensiones regionales que genera
la exploración en esa zona. En el pasado, China ha sido acusada de
avanzar sobre áreas reclamadas por países como Vietnam o Filipinas.
Con Huizhou 19-6, Pekín demuestra que aún tiene espacio para crecer en
sus propias fronteras marítimas, al tiempo que refuerza su apuesta por
la autosuficiencia energética.
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