Bogotá, Colombia -Edición: 802

 Fecha: Domingo 25-05-2025

 

 

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JUDICIAL

 

 

 

Golpe al narcotráfico en el Cauca

 

 

En una operación conjunta entre el Ejército y la Policía Nacional, las autoridades lograron incautar más de una tonelada de marihuana prensada que era transportada en un camión de carga en el municipio de Piendamó, Cauca. La acción tuvo lugar en un puesto de control ubicado en el corregimiento de Tunía, donde los uniformados, tras una inspección de rutina, hallaron el cargamento oculto entre la carga del vehículo.

El conductor del camión fue capturado en flagrancia y quedó a disposición de la Fiscalía General de la Nación, que inició el proceso de judicialización. Según información preliminar, el cargamento estaría destinado a carteles internacionales con presencia en Centroamérica, una región donde el valor de este tipo de droga se multiplica, generando millonarias ganancias a las redes criminales.

La marihuana incautada estaba lista para ser distribuida, empacada estratégicamente para burlar los controles de las autoridades. Sin embargo, la pericia de los uniformados permitió frustrar su tránsito hacia las rutas del narcotráfico.

El ministro de Defensa, Iván Velásquez, celebró el resultado a través de su cuenta oficial en la red social X, señalando que este tipo de incautaciones golpean directamente las finanzas de las organizaciones ilegales que operan en el suroccidente del país.

Mientras tanto, en el Cauca persiste la tensión entre las autoridades y las estructuras criminales que se disputan el control del territorio y las rutas del narcotráfico. La incautación de este cargamento es una muestra más de que, aunque el conflicto continúa, el Estado mantiene presencia activa en una región donde la ilegalidad busca ganar terreno.

 

La guerra con disidencias de las FARC vuelve a sembrar miedo en el Cauca

 

 

La noche del viernes 23 de mayo, los habitantes de Corinto, un municipio enclavado en el norte del convulsionado departamento del Cauca, vivieron horas de angustia tras un violento enfrentamiento armado en pleno casco urbano. Los disparos, explosiones y ráfagas de fusil no provinieron de un ataque externo, sino del choque entre dos facciones enemigas que, paradójicamente, comparten un mismo origen: las extintas FARC.

En esta ocasión, se enfrentaron miembros de la estructura Dagoberto Ramos, alineada con el mando de alias Iván Mordisco, y el Frente 57 ‘Yair Bermúdez’, grupo que se escindió recientemente del anterior. Aunque las autoridades aún no han emitido un parte oficial sobre lo sucedido, fuentes locales aseguran que al menos dos personas murieron durante el intercambio de fuego. En redes sociales, los videos de la confrontación se viralizaron rápidamente, mostrando escenas de pánico entre la población, obligada a refugiarse o huir para

 

 

 

evitar quedar atrapada en medio del combate.

 

Corinto no es un caso aislado. El Cauca, con su geografía montañosa y estratégica, sigue siendo una zona clave para las economías ilegales que alimentan el conflicto armado en Colombia. La violencia se ha intensificado en los últimos años por la lucha entre distintos grupos armados ilegales que disputan el control del narcotráfico, la minería ilegal y otras rentas ilícitas.

Los esfuerzos del Gobierno nacional, que incluyen intervenciones militares y programas de sustitución de cultivos ilícitos —como los que se adelantan en el Cañón del Micay— aún no logran frenar la espiral de violencia que ahoga a la región. Mientras se intenta comprar coca a los campesinos y reemplazarla con proyectos productivos, los grupos armados siguen ejerciendo un control de facto en amplios sectores del departamento.

Apenas una semana antes de los hechos en Corinto, otra tragedia golpeó al sur del Cauca. En el corregimiento de San Juanito, municipio de Mercaderes, cuatro hombres fueron asesinados dentro de un bar la noche del 16 de mayo. El ataque fue tan brutal como frío: dos hombres armados entraron al establecimiento, abrieron fuego sin mediar palabra y huyeron dejando muerte y desolación. Tres de las víctimas eran oriundas del corregimiento El Rosario, y una más era de nacionalidad venezolana.

La vereda Esperanzas del Mayo, donde ocurrió la masacre, no es ajena a la violencia. Según denunció el alcalde Edilson Gómez, en los últimos meses han ocurrido múltiples homicidios en el mismo punto, incluyendo la ejecución de una docente. La cercanía con el departamento de Nariño y su ubicación en la vía Panamericana convierten esta zona en un corredor estratégico para las economías criminales.

Mientras las balas siguen marcando el pulso de la vida en el Cauca, la población civil sigue esperando, entre miedo y resignación, que el Estado haga presencia más allá de los discursos.

 

David Racero y el director del SENA, en la mira de la Procuraduría por presunta contratación irregular

 

 

La Procuraduría General de la Nación abrió una indagación previa contra el representante a la Cámara David Racero y el director del SENA, Jorge Eduardo Londoño, por supuestas irregularidades en procesos de contratación dentro de la entidad de formación pública. La investigación busca establecer si los funcionarios incurrieron en faltas disciplinarias al intervenir en la designación de personal dentro del SENA.

Según informó el ente de control, la decisión surge tras denuncias difundidas por medios nacionales, donde se revelaron audios y conversaciones en las que, al parecer, ambos funcionarios discutían cómo vincular personas a la entidad, incluyendo la posible manipulación de un concurso para favorecer ciertos nombramientos.

La atención se centra en una posible injerencia indebida por parte del congresista Racero, quien habría solicitado cargos dentro del SENA para un familiar cercano. De confirmarse, esta situación podría representar una vulneración a los derechos de otros servidores públicos, muchos de ellos pertenecientes a partidos diferentes, que ocupaban previamente esas posiciones.

 

“La actuación disciplinaria tiene como propósito establecer la existencia o no de una conducta irregular y si esta fue cometida

 

 

 

bajo alguna causal que excluya la responsabilidad”, indicó la Procuraduría, que ya ordenó la recolección de pruebas.

 

Por ahora, tanto Racero como Londoño guardan silencio público frente al tema. Sin embargo, el caso genera preocupación en el Congreso y en sectores sindicales del SENA, que exigen transparencia en los procesos de vinculación y protección frente a eventuales prácticas clientelistas.

El país seguirá atento al desarrollo de esta investigación, que podría tener implicaciones políticas y disciplinarias para uno de los congresistas más visibles del actual gobierno.

 

Llevan más de 40 días desaparecidos tras acudir a citación de disidencias

 

 

La incertidumbre se ha convertido en una pesada rutina para ocho familias del municipio de Calamar, en el departamento de Guaviare. Desde hace más de 40 días no saben nada de sus seres queridos, todos integrantes de dos iglesias evangélicas locales, quienes desaparecieron tras acudir a una supuesta reunión convocada por las disidencias de las FARC en la vereda Puerto Nuevo.

Era el 3 de abril cuando varios de ellos recibieron una videollamada con una “invitación” a un encuentro comunitario. Entre los citados estaban Carlos Valero, Isaías Gómez, Jesús Valero, Marjorie Hernández, James Caicedo y Óscar Marino. Al día siguiente, según sus familiares, salieron en una lancha hacia el punto indicado. Algunas mujeres que los acompañaban no pudieron seguir el trayecto. Les dijeron que los hombres regresarían en la tarde. Pero nunca volvieron.

Desde entonces, el silencio es absoluto. No hay pistas, no hay comunicación, no hay respuestas. La comunidad, marcada por el miedo, vive entre la zozobra y la impotencia. En esta zona, el frente Primero de las disidencias, supuestamente liderado por alias Calarcá, impone restricciones y controla la vida cotidiana. "Después de las seis de la tarde no se puede andar. Los cultos deben hacerse antes. Nos toca acatar, porque la vida está en juego", confesó un pastor local.

 

Las iglesias, antes lugares de fe y consuelo, ahora sienten la ausencia en cada rincón: sillas vacías, niños que preguntan por sus padres y madres que enfrentan el día a día con un dolor que no se disfraza. “Es como si se los hubiera tragado la tierra”, lamentó otro líder espiritual.

El alcalde municipal, Farid Camilo Castaño, anunció recompensas y convocó reuniones, pero las familias insisten en que no ha habido acciones concretas. “Un mercado no nos devuelve a nuestros familiares”, reclamó uno de los afectados.

Hasta el momento, el único pronunciamiento del grupo armado fue un escueto comunicado negando su responsabilidad. Pero en el Guaviare, donde los actores armados dominan el territorio, las palabras sin hechos no traen alivio.

La senadora Lorena Ríos, del partido Colombia Justa Libres, manifestó su preocupación y aseguró que ha elevado oficios a varias entidades del Estado, entre ellas la Fiscalía y el Ejército. Sin embargo, sus gestiones aún no han arrojado resultados. “Este caso refleja la vulnerabilidad de los líderes religiosos en zonas controladas por actores ilegales”, advirtió.

Mientras tanto, las familias siguen esperando. No quieren discursos, ni ruedas de prensa: solo quieren respuestas. Y, sobre todo, que sus seres queridos regresen con vida.

 

 

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