Bogotá, Colombia -Edición: 783

 Fecha: Viernes 11-04-2025

Página 9

 

    

\\ OPINIÓN //

 

 

 

EDITORIAL

 

De ensueño y responsabilidad

 

Vivimos en una tierra donde abundan los sueños, pero escasea la voluntad para convertirlos en realidad. En muchas ocasiones, el país parece habitado por voces que imaginan futuros brillantes, pero rehúyen la más mínima exigencia que los acerque a esos horizontes. Se sueña mucho, se actúa poco. Se desea con vehemencia, pero sin compromiso. Así, la palabra se convierte en refugio y la acción en un terreno incómodo al que pocos se atreven a pisar.

El problema no está en soñar, sino en la ausencia de responsabilidad que acompaña esos sueños. Hemos construido una cultura donde la comparación constante con el otro se vuelve una forma de existencia. Se vive a través del “qué dirán”, se mide el éxito según estándares ajenos, y se observa con desdén al que logra avanzar. La envidia, disfrazada de crítica o indiferencia, ha reemplazado el reconocimiento, y con ello hemos erosionado la posibilidad de construir comunidad.

Lo preocupante es que esta actitud ha colonizado incluso la percepción de lo propio. Se desprecia lo local, se desconfía de lo autóctono y se idealiza lo lejano. Se ha dejado de ver el país como un hogar para convertirlo en una carga. Se habla de “irse para progresar”, como si el territorio fuera una condena, sin entender que el verdadero encierro no está en el suelo que se pisa, sino en la mentalidad con la que se camina.

 

No se trata de negar los desafíos, sino de asumir que la transformación comienza en el modo en que cada uno habita su país. El desarraigo emocional, la falta de compromiso, la ausencia de orgullo por lo propio, son ingredientes de una toxicidad que no proviene de la tierra, sino de la actitud con que la habitamos.

 

Tal vez, el primer paso para superar esa toxicidad es dejar de soñar desde el resentimiento y comenzar a construir desde el amor. Ver en lo cotidiano una posibilidad, y no una condena. Recuperar el sentido de pertenencia, no como una consigna vacía, sino como una forma profunda de responsabilidad. Porque un país no se transforma con discursos ni con fugas. Se transforma con decisiones, con afecto, y sobre todo, con voluntad.

 

 

 

 

La inocencia está arruinando a los colombianos

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Las guerras no las hace el pueblo. Las guerras las generan los que tienen intereses en los bienes ajenos y someten a sus lacayos a pelear por lo que no es de ellos. Esta simbiosis se ha sostenido por siglos sin que los lacayos entiendan que ellos son los perros falderos de los que están en el poder que el lacayo le ha dado.

La sociedad es lacaya de los políticos y ella es inocente de esta situación, porque al carecer esta de independencia intelectual se ve sometida a quienes poseen un poco o más capacidad para discernir sobre asuntos públicos o manejo del bien común. Este fenómeno se viene dando desde los principios cuando el ser humano establece la casa como hogar para su tribu o grupo social.

Hoy, en los albores del siglo 21 de nuestra era, podemos ya distinguir la diferencia de conductas humanas que actúan según sus intereses personales en contravía de la leyes y principios que el Estado establece para sostenerse con los impuestos que la sociedad paga para el bien del establecimiento.

Derrotar el establecimiento como tal, seria una batalla de nunca acabar, porque sus raíces son tan milenarias que cada vez que se arranca la mata, algo queda en la profundidad de la conciencia humana que vuelve a renacer como si fuera un nuevo principio.

Estamos tan acostumbrados de tener líderes, pastores y maestros del malabarismo mágico que nos harán creer que somos seres incapaces de avanzar por nuestros propios medios y que ellos son los que pueden hacer que la vida renazca nuevamente por un acto de fe.

Nuestra vida es solo un espacio, hipotético, que cada uno de nosotros lo vivimos como se nos presenta a cada instante. No podemos predecir el mañana, pero si organizarlo para que sea más fructífero o quizás menos angustioso. Pero eso sí, si no se nos atraviesa una sabandija que nos estropea todo lo ya hecho.

Debemos detenernos un instante, y comenzar a evaluar nuestra propia vida y tomar decisiones sobre nuestro propio bien y de aquellos que dependen de uno. Y no dejar que nos tomen como sus mascotas para ellos beneficiarse de nuestro trabajo y sueños de nuestra existencia.

El camino está por recorrer y solo necesitamos dar un paso para hacerlo corto

 

 

 

y cambiar de lugar de donde estamos ahora. Nunca ha sido tarde para alcanzar las metas que cada uno se impone y lograr el objetivo final.

 

LE BESARON EL CULO Y NO PARÓ
Crónica #1094

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Audio: https://www.youtube.com/watch?v=kwjMrsPw1oM


El presidente Trump al hablar vestido de smoking ante el comité republicano se burló de los países que según él, están desesperados por negociar los aranceles impuestos por su administración, afirmando que: "le estaban besando el culo y se mueren por llegar a un acuerdo".

El estupor fue mayúsculo, sin embargo, después de esa grotesca afirmación, digna del lumpen de barriada, no del presidente de la primer potencia del mundo, anunció con bombos y timbales, que sigue en el guerra contra China, y le sube a 125 % los aranceles, pero que suspende los cobros de las otras tasas, dejándolos a todos por 90 días con el solo 10 %, mientras negocia país por país.

El estupor se modificó entonces en el mundo entero y la afirmación universal fue unánime: 'a Trump por lo menos le falta un tornillo y tiene desajustado los ensambles de su cerebro'.

No puede ser posible que un ciudadano norteamericano que ya ejerció 4 años la presidencia vuelva al cargo y juguetee con las finanzas de los 8.000 millones de habitantes de la Tierra como un niño que apenas está largando la teta de su madre. Y si lo es y en ese país no existe un código mínimo de comportamiento para un presidente, por lo menos, la suprema corte, o aún, los subyugados congresistas del capitolio de Washington, deben considerar al señor Trump como indigno de ejercer el cargo.

Hasta ahora no se oyen voces en ese sentido, pero muchos de quienes nacimos después de 1940 estamos recordando las afirmaciones y análisis que hicieron sobre el estado mental de Hitler, que llevó a la hecatombe de la Segunda Guerra.

Lo grave es que en aquellos momentos de hace más de 80 años los alemanes nazis que le acompañaban a gobernar a su país se dejaron contagiar de esa demencia, y llevaron a Alemania y al mundo al oprobio.

¿Podría pasar lo mismo con los gringos que siguen aplaudiendo las barrabasadas de Trump?

El Porce, abril 11 de 2025

 

 

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