|
Denuncian plan sistemático para
asesinar a miembros de la Fuerza Pública en Colombia

En medio de una preocupante escalada de violencia, el presidente Gustavo
Petro denunció el martes la existencia de un presunto "plan pistola"
dirigido a asesinar sistemáticamente a miembros de la Fuerza Pública en
Colombia. En apenas dos semanas, 15 policías y 12 militares han sido
asesinados, según datos entregados por el propio mandatario, quien
compartió una lista con los nombres de los uniformados caídos desde el
15 de abril.
Petro aseguró que detrás de esta ola de asesinatos estarían las
disidencias de las FARC y el Clan del Golfo, una de las organizaciones
narcotraficantes más poderosas del país. Según su denuncia, estas
estructuras estarían replicando una estrategia de terror similar a la
empleada por Pablo Escobar en los años 90, cuando se pagaba por cada
uniformado asesinado como parte de una guerra abierta contra el Estado.
“Es un asesinato sistemático de hijos del pueblo. Nosotros no vamos a
retroceder”, escribió el presidente en su cuenta oficial de la red X,
mientras anunciaba una ofensiva directa contra el Clan del Golfo,
incluso advirtiendo que la persecución se extenderá hasta sus presuntos
aliados en Dubái.
Los ataques no se han limitado a enfrentamientos armados. Estaciones de
policía, estructuras militares e incluso agentes en sus días de descanso
han sido blanco de atentados. Uno de los hechos más dolorosos ocurrió el
pasado domingo, cuando siete soldados fueron emboscados por disidencias
de las FARC en una zona selvática del departamento de Guaviare, pese a
que ese grupo se encuentra en diálogos de paz con el gobierno.
La situación ha despertado alarma en varios sectores. La Procuraduría
General solicitó al Ministerio de Defensa un informe detallado sobre lo
que calificó como “acciones sistemáticas de violencia” contra los
miembros de la Fuerza Pública.
Escalada de la violencia
Colombia atraviesa su mayor pico de violencia desde la firma del Acuerdo
de Paz en 2016. Las negociaciones con los grupos armados ilegales han
tenido avances marginales. Mientras el gobierno dialoga con dos
facciones disidentes de las FARC y un pequeño frente del ELN, las
conversaciones con el grueso de este último grupo, el Clan del Golfo y
el Estado Mayor Central —comandado por “Iván Mordisco”—, han fracasado.
El ministro del Interior, Armando Benedetti, fue claro el pasado viernes
al reconocer que la política de paz del gobierno “no ha salido bien”.
Mientras tanto, más de 22.000 hombres en armas continúan en actividad
ilegal en el país, alimentando un conflicto que ya deja casi 10 millones
de víctimas tras más de seis décadas de violencia.
La salida de Shell de Colombia enciende alarmas en el sector energético

La reciente decisión de la multinacional Shell de retirarse de Colombia
ha generado una fuerte sacudida en el sector energético del país. Así lo
manifestó la Cámara Colombiana de Petróleo, Gas y Energía
(Campetrol), que calificó la noticia
como un
|
|
golpe más a una industria que ya
enfrenta un escenario complejo.
Nelson Castañeda, presidente de Campetrol, expresó su preocupación
frente al retiro de Shell, sumándose a la lista de al menos seis grandes
compañías que han abandonado operaciones en Colombia. Para el gremio, la
situación evidencia una creciente dificultad para atraer y mantener
inversionistas en proyectos energéticos estratégicos, especialmente en
el campo del gas natural.
Aunque Castañeda resaltó que el país aún envía señales de compromiso
hacia el desarrollo energético —lo cual podría abrir oportunidades para
nuevos actores que asuman la participación dejada por Shell—, no ocultó
el impacto negativo que supone la salida de una empresa de tal
envergadura. “Es una noticia triste para el sector”, puntualizó.
Shell estaba vinculada a proyectos de exploración de crónchor, una
actividad que demanda inversiones multimillonarias y una alta tolerancia
al riesgo. En palabras del presidente de Campetrol, se trata de negocios
que requieren empresas con músculo financiero capaz de invertir entre
3.000 y 5.000 millones de dólares. “Necesitamos compañías grandes, con
capacidad técnica y económica, que puedan sacar adelante estos
desarrollos”, advirtió.
El retiro de Shell también deja en evidencia la creciente incertidumbre
regulatoria y política que enfrentan las compañías extranjeras en
Colombia. Su decisión no solo implica una pérdida de capital, sino
también de experiencia técnica y conocimiento especializado, elementos
clave para consolidar una matriz energética más diversificada.
La industria energética colombiana se encuentra en una encrucijada:
necesita inversión extranjera, pero enfrenta barreras cada vez más
complejas para atraerla. Mientras tanto, la salida de gigantes como
Chevron, Exxon Mobil y ahora Shell, pone en duda la sostenibilidad de
proyectos clave para el futuro energético del país.
En Colombia ya hay más hogares pagando arriendo que con vivienda propia

El sueño de tener casa propia, que por décadas fue símbolo de
estabilidad para los colombianos, parece estar dando un giro inesperado.
Por primera vez, desde 2024, hay más hogares arrendando que habitando
una vivienda en propiedad. Así lo revela un informe de BBVA Research que
retrata una transformación silenciosa, pero profunda, en el
comportamiento habitacional del país.
Hoy, 7,3 millones de hogares viven en arriendo, frente a 7,1 millones
que cuentan con una vivienda propia. La cifra no solo marca un hito,
sino que ubica a Colombia como el país con mayor proporción de
arrendatarios en América Latina, con un 40 % de sus hogares bajo esta
modalidad.
Las causas no son pocas. A la caída del poder adquisitivo se suma el
encarecimiento del crédito, la reducción de subsidios y la incertidumbre
económica, que han enfriado la compra de vivienda, especialmente entre
los estratos más vulnerables. En apenas dos años, las ventas de
viviendas de interés social (VIS) por cada 1.000 hogares pobres pasaron
de 33 a solo 18. Un desplome que no solo refleja la contracción del
mercado, sino también la creciente imposibilidad de muchos colombianos
para acceder a una vivienda formal.
La industria constructora también ha ajustado su ritmo. En 2024, los
lanzamientos de nuevos proyectos cayeron un 13,5 %, mientras que las
iniciaciones —es decir, obras que realmente arrancan— se redujeron en
7,3 %. Hoy, ningún constructor se arriesga sin al menos el 80 % de las
preventas aseguradas, un cambio drástico respecto a 2018, cuando bastaba
con el 33 %.
Mientras tanto, los arriendos no paran de subir. Con menos oferta
disponible, tanto en vivienda nueva como usada, los precios de
|
|
renta llevan casi dos años por encima
de la inflación. En contraste, el precio de venta de vivienda nueva ha
bajado en términos reales en ciudades como Bogotá y Cali. Medellín, con
un leve crecimiento real, es una excepción.
Este contexto ha disparado la rentabilidad del alquiler, atrayendo a
inversionistas, sobre todo en zonas turísticas donde proliferan las
llamadas “viviendas de corta estadía”. Sin embargo, el país aún no
despega en el modelo multifamily, donde empresas administran edificios
completos para arriendo. A diferencia de México o Chile, Colombia carece
de regulación específica, y la Ley 820 no contempla esta figura.
A pesar de todo, el mercado no está muerto. Solo está en pausa. Las
tasas hipotecarias han bajado, y la demanda sigue latente. Pero sin una
política clara y sostenida desde el Estado, el déficit habitacional —más
cualitativo que cuantitativo— seguirá siendo una herida abierta, sobre
todo en regiones olvidadas como Chocó o Vichada.
EE.UU. lanza nueva alerta de viaje por violencia en Colombia

La Embajada de Estados Unidos en Colombia volvió a encender las alarmas
el lunes al emitir una advertencia de seguridad para uno de los
departamentos más visitados del país: el Valle del Cauca. El mensaje,
aunque breve, no deja lugar a dudas sobre la creciente preocupación del
gobierno norteamericano por el recrudecimiento de la violencia en varias
zonas del territorio colombiano.
La nueva alerta llega días después de un ataque con explosivos contra un
CAI en el departamento, un hecho que puso en evidencia la compleja
situación de orden público que enfrenta la región. “Replantéese viajar a
esta área”, fue la recomendación tajante publicada por la embajada en su
sitio web oficial. “Crímenes violentos, como robos armados y asesinatos,
son comunes. Grupos terroristas están activos en algunas áreas”,
añadieron.
A raíz de este contexto, algunos empleados del gobierno estadounidense
que trabajan en Colombia tienen ahora prohibido viajar al Valle del
Cauca. Esta medida se suma a restricciones previas para otras regiones
como Arauca, Cauca (excepto Popayán) y Norte de Santander, que ya están
bajo alerta de nivel 4, la más alta del Departamento de Estado, con una
recomendación clara: no viajar.
Lo más preocupante es que esta advertencia no se limita a zonas remotas
o fronterizas. El Valle del Cauca, con Cali como su capital, es un
centro urbano y turístico de gran relevancia para Colombia. La inclusión
del departamento en esta categoría refleja el nivel de tensión que se
está viviendo y la percepción internacional sobre los riesgos en el
país.
El anuncio también se da tras una ola de atentados, asonadas y
hostigamientos contra la Fuerza Pública en distintos puntos del país.
El Departamento de Estado mantiene a Colombia en el nivel 3 de su escala
de advertencias de viaje, lo que implica reconsiderar desplazamientos
por motivos de seguridad relacionados con crimen, terrorismo, disturbios
civiles y secuestros. Además, recomienda a los ciudadanos
estadounidenses revisar cuidadosamente la advertencia completa antes de
viajar.
Las recomendaciones incluyen evitar manifestaciones, no mostrar signos
de riqueza, no desplazarse de noche, adoptar un perfil bajo y mantenerse
informado por medios locales. También se sugiere a los viajeros
inscribirse en el Programa de Inscripción de Viajeros Inteligentes (STEP)
para recibir alertas, contar con seguros médicos y de evacuación, y
preparar un plan de emergencia personal.
El mensaje de la embajada resuena no solo entre los turistas, sino
también entre autoridades locales que enfrentan una difícil tarea:
garantizar la seguridad de su población y recuperar la confianza
internacional.
|
|