Bogotá, Colombia -Edición: 792

 Fecha: Viernes 02-05-2025

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\\ OPINIÓN //

 

 

 

EDITORIAL

 

Ataque a todos

 

La sombra de la violencia sistemática ha regresado con fuerza a escenarios donde nunca se fue del todo. Los asesinatos selectivos de miembros de la Fuerza Pública no solo evocan capítulos oscuros de la historia reciente, sino que reafirman la persistencia de un conflicto armado que, lejos de apagarse, muta y se adapta a los tiempos. La denuncia sobre un posible “plan pistola” no puede tomarse a la ligera: apunta a una estrategia calculada de aniquilamiento, diseñada para socavar la moral del Estado desde sus propias entrañas.

En apenas unas semanas, las cifras de uniformados asesinados hablan por sí solas. No se trata de hechos aislados ni de retaliaciones puntuales. Es violencia con firma, con lógica territorial, con objetivos simbólicos y tácticos. Es la violencia de siempre, disfrazada de nuevas causas, que instrumentaliza a jóvenes armados para sembrar terror y debilitar las instituciones desde lo más profundo.

El país enfrenta un desafío mayúsculo: el fracaso parcial de las negociaciones con grupos armados revela que la voluntad política, sin una estrategia integral, es tan frágil como las promesas de tregua. Dialogar no es claudicar, pero tampoco puede ser una coartada para la inacción o el voluntarismo. Mientras una mano se extiende para firmar acuerdos, la otra debe ser capaz de garantizar la seguridad en el territorio. Lo contrario es alimentar la confusión y, peor aún, poner en riesgo a quienes llevan el uniforme del Estado.

 

Hoy, más que nunca, se hace evidente la necesidad de una política de seguridad que no dependa de la coyuntura ni de anuncios mediáticos. La improvisación en este terreno se paga con vidas humanas. Y esas vidas tienen rostros, familias, historias truncadas por una violencia que parece no tener fin. La ciudadanía necesita claridad, no solo en las cifras, sino en las acciones.

Si el Estado no protege a sus propios servidores, ¿cómo podrá proteger al resto de la población? La violencia no se enfrenta con retórica, se combate con inteligencia —en todos los sentidos del término—, con justicia que actúe y con un enfoque territorial que entienda las dinámicas locales del crimen.

 

Frente a un enemigo que opera con planificación y crueldad, la respuesta debe ser proporcional, coherente y sostenida. Lo contrario sería permitir que el miedo, una vez más, imponga su ley. Y esa es una derrota que el país no puede volver a permitirse.

 

 

 

 

La experiencia de años vividos es base para alcanzar la plenitud

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

La vida es un estado de conciencia en desarrollo. Lo demás es circunstancial. Es como si todo sucediera en un destiempo donde nosotros estamos ahí haciendo presencia en lo inesperado. Por eso cada día es diferente y estamos a merced de quienes dirigen el concierto social.

Unos envejecen, otros añejan, el resto simplemente está como parte de bosque que da pulmón al aire para que la vida continúe.

Sociedades malformadas usan al bosque para que el Estado funcione y los viejos y añejos simplemente miran pasar los días con la esperanza que ese bosque se encienda para que nazca una nueva vegetación. Eso jamás pasa, lo que sí sucede es que un pirómano aparece en los extremos del bosque y hace que todo cambie de la noche a la mañana. Y todos creen que sobre esas cenizas nacerán nuevas generaciones que harán el verdadero cambio. Esas cenizas no son volcánicas que sí traen los nutrientes para una nueva vida.

Las nuevas generaciones no tienen los nutrientes volcánicos que los hagan actuar como si el conocimiento lo hubieran obtenido de ese pasado de donde ellos vienen. Actúan aferrados a las mismas leyes que han hecho tanto daño por décadas y no entienden que se pueden cambiar por algo mejor si presionan a los políticos para que actúen en interés de los electores quienes fueron los que los eligieron.

Los de antaño eran iletrados y no pudieron hacer nada, eran los líderes quienes comandaban esas huestes de criminales que arrasaron con todo y que aún siguen libres sin ser juzgados por sus crímenes. Ellos seguirán en la memoria de los millones de dolientes que jamás perdonan, aunque se firme cualquier acuerdo de paz.

La experiencia está ahí de esos años vividos que no va a permitir que se repita otra vez ese pasado. Sin ella estaríamos en peligro de vivir lo que no se ha vivido. Por eso la experiencia de los años es importante tenerla en cuenta y no rechazar aquellos mayores porque se cree que no se va a desempeñar bien.

En Colombia se ha preferido a los jóvenes para laborar porque no tienen experiencia, pero se les rechaza por lo mismo. Al final se eligen porque es más fácil manipularlos en el pago y en las labores que van a desempeñar.

Los viejos dejan que todo suceda porque hay temores de todas las condiciones y es mejor dejar que pasen los de la primera línea arrasando con todo a que ellos terminen mal trechos y mal heridos en un arranque patriótico.

 

 

 

La plenitud de la vida no se alcanza desde el rincón de la alcoba, solo se llega a ella negándoles a los políticos los derechos que ellos exigen cuando son elegidos. Ellos son nuestros empleados, y como tal hay que obligarlos a que cumplan con sus obligaciones, que es, hacer que la nación funcione para el bien de todos.

 

ELECTRICODEPEN-DIENTES
Crónica #1115

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Audio: https://youtu.be/V5IHIT5yDWM

 

Con el ejemplo español del apagón intempestivo que casi duró 24 horas hemos constatado que aquí en Colombia si nos pasa algo igual, los cajeros no van a funcionar, solo el efectivo guardado debajo de los colchones será la salvación.

Los bancos quedarán inutilizados, la compra y venta de cualquier cosa se verá obstaculizada porque o no se puede pagar con tarjeta o no pueden expedir las facturas.

 

Se apagarán los semáforos, dejarán de funcionar los peajes en las carreteras, las gasolineras no podrán vendernos combustible, las ventas de tiquetes para los sistemas de transporte público motorizado dejarán de venderse para los buses que transitan mientras se les acaba el combustible.

El metro de Medellín no funcionará. Tampoco los cables aéreos. Aeropuerto que no tenga planta eléctrica propia no podrá servir ni para aterrizar ni despegar aviones.

Los congeladores de carne y los enfriadores de frutas y las neveras hogareñas, cesarán en sus funciones.

Los computadores y los celulares se irán apagando lentamente y pagarán la más alta cuota imaginada de incomunicación. Los ascensores dejarán de funcionar en los edificios donde no tengan planta de emergencia y esas plantas cesarán en su función cuando no tengan quien o como las proveen de combustible.

Muchos acueductos no podrán bombear el agua a sus usuarios y otros alcantarillados devolverán las aguas negras por no tener como succionarlas.

Será el apocalipsis de la civilización eléctrica. Volveremos a la arcadia pero no tan feliz. En Colombia, aún cuando estamos acostumbrados a los apagones temporales y fuimos capaces de resistir el racionamiento de Gaviria hace 35 años, lo que acaba de suceder en España, cualquiera que haya sido la causa, nos debe poner a pensar en lo que nos puede pasar por estas épocas cuando todo lo hemos sometido al uso de la electricidad y al menos imaginarnos lo que debemos tener en la reserva para subsistir.

Somos electricodependientes.

El Porce, mayo 2 de 2025

 

 

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