Bogotá, Colombia -Edición: 795

 Fecha: Viernes 09-05-2025

 

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INFORME

 

 

 

 

 

 

León XIV, el papa que llega desde Chicago con un llamado urgente a la paz y al diálogo

 

 

 

 

 

institución; y la manera de enfrentar los casos de abusos sexuales que tanto daño han causado a su credibilidad moral.

 

En su última entrevista antes del cónclave, Prevost reconocía que aún queda mucho por hacer. “No podemos parar, no podemos retroceder. Tenemos que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana”, afirmó. También remarcó que “el mensaje es siempre el mismo: proclamar a Jesucristo, proclamar el Evangelio, pero la manera de llegar a las personas cambia”.

 

Estas palabras ahora resuenan con otra fuerza. Son el punto de partida de un pontificado que nace bajo el signo del diálogo y la reconciliación. En su primer gesto como Papa, León XIV llamó a rezar juntos a la Virgen María, un gesto que no solo honra la tradición, sino que también busca convocar a la unidad desde la espiritualidad.

 

Mientras tanto, en la Plaza de San Pedro, entre banderas, cantos y oraciones, los fieles no dejaban de celebrar. Muchos de ellos no podían creer aún que el Papa fuese norteamericano, aunque con acento latino y corazón universal. “Es como si el Espíritu Santo hubiera hecho justicia con los pueblos más alejados del poder”, decía entre lágrimas una mujer peruana que había llegado desde Milán solo para rezar por el cónclave.

En las calles adyacentes, los cafés se llenaban de voces que discutían sobre el nuevo Papa, y los balcones de la Via Paolo VI, desde donde se tiene la mejor vista de la Capilla Sixtina, seguían ocupados por periodistas y curiosos que pagaron hasta 500 euros por noche para ser testigos del humo que, una vez más, marcó el rumbo de la historia.

 

 

Atrás quedaban los días de incertidumbre tras el fallecimiento del Papa Francisco, ocurrido el pasado 21 de abril, justo después de la Pascua; también el silencio reflexivo del cónclave, que en solo dos días y tres votaciones logró decidir sobre el futuro espiritual de más de mil millones de personas.

 

Hoy, la Iglesia tiene nuevo líder. León XIV no solo carga con el peso del anillo del pescador, sino con la expectativa de un mundo que necesita referentes éticos y morales. Y aunque muchos aún están descubriendo quién es este hombre de mirada apacible y palabras sencillas, sus primeras frases ya definen el tono de su pontificado: puentes, no muros. Diálogo, no imposición. Paz, no violencia.

Con su elección, el Vaticano escribe una nueva página en su milenaria historia. El primer Papa estadounidense no llega con promesas grandilocuentes, sino con un pedido humilde, casi susurrado entre las columnas de San Pedro: que volvamos a encontrarnos en lo esencial. Que nos reconciliemos. Que nos escuchemos. Porque, como bien dijo en su primer día, “la humanidad necesita a Cristo como puente”.

 

Por primera vez en la historia, un estadounidense ha sido elegido como líder de la Iglesia católica. Robert Francis Prevost, ahora León XIV, asume el papado con un mensaje claro y contundente: el mundo necesita puentes, no muros.

ROMA — A las 19:00 en punto, el cielo de Roma fue testigo de un momento histórico. La pequeña chimenea de la Capilla Sixtina lanzó al viento una densa fumata blanca que, como un suspiro colectivo, desató la emoción de miles de fieles que aguardaban en la Plaza de San Pedro. No se trataba solo de la elección de un nuevo pontífice, sino de una elección inédita: por primera vez, un cardenal estadounidense se convertía en Papa. El elegido fue Robert Francis Prevost, quien desde ese instante pasaría a ser conocido como León XIV.

 

A los 69 años, este religioso nacido en Chicago, de padre franco-italiano y madre española, fue recibido por una ovación multitudinaria cuando apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro. Su primera intervención no tardó en dejar huella: habló en italiano, bendijo a los presentes y al mundo entero, y ofreció un mensaje de paz cargado de simbolismo. “Queridísimos hermanos y hermanas, éste es el primer saludo de Cristo resucitado. Que la paz esté con vosotros”, dijo con voz serena pero firme. Luego añadió una frase que resonó más allá de los muros vaticanos: “Ayúdanos a construir puentes mediante el diálogo”.

 

 

La elección de Prevost se produce en un contexto global complejo, con guerras activas, polarización política creciente y una Iglesia que ha enfrentado duras crisis internas en las últimas décadas. Sin embargo, su figura parece proyectar serenidad, claridad doctrinal y, sobre todo, una gran sensibilidad hacia las realidades del mundo contemporáneo.

Durante su discurso inaugural, el nuevo Papa tuvo palabras de gratitud para su predecesor, Francisco, a quien describió como “un sembrador incansable de misericordia”, y también agradeció en español a su antigua diócesis en Perú, el país donde desarrolló gran parte de su vida pastoral. “A ese pueblo leal que me ha dado tanto y ha compartido su fe conmigo, gracias de corazón”, dijo emocionado.

No fue casual esa mención. Prevost pasó décadas en América Latina como misionero agustino, y llegó a obtener la ciudadanía peruana. Allí se forjó su estilo pastoral, muy cercano a la gente, al estilo de Francisco. En ese sentido, más que una ruptura, su pontificado parece perfilarse como una continuidad del legado del Papa argentino, aunque con nuevos matices y desafíos.
 

La jornada que culminó con su elección había comenzado temprano. A las 8:00 de la mañana, los cardenales celebraron misa en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico. Luego se trasladaron a la Capilla Sixtina para continuar con las votaciones, que, hasta el mediodía, no arrojaron ningún resultado concluyente. El humo negro de la mañana generó cierta desilusión entre los fieles congregados, muchos de los cuales habían viajado expresamente a Roma para vivir este momento. Pero la espera valió la pena. Horas después, el humo blanco selló

 

 

el destino del cónclave y marcó el inicio de una nueva etapa para los más de 1.400 millones de católicos en el mundo.

 

Robert Prevost no era un favorito claro en las quinielas vaticanas. De hecho, la elección fue considerada una sorpresa. En un cónclave que se caracterizó por la diversidad geográfica y por una fragmentación interna entre los cardenales, muchos creían que sería difícil alcanzar un consenso. Sin embargo, la figura de Prevost logró lo que parecía improbable: unir sensibilidades distintas dentro del colegio cardenalicio.

Con formación en Derecho Canónico y un doctorado en Roma, Prevost no es solo un hombre de fe, sino también de gobierno. En 2023 fue nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los cargos más influyentes del Vaticano, desde donde asesoraba directamente al Papa sobre los nombramientos episcopales. Su experiencia administrativa y su habilidad para escuchar parecen haber sido factores decisivos en su elección.

 

Su perfil ha sido definido por la prensa italiana como el de “el menos estadounidense de los estadounidenses”. Y no es una crítica. Más bien, una manera de destacar su carácter sobrio, su visión global y su estilo pastoral humilde, lejos de los estereotipos de poder asociados históricamente al rol geopolítico de Estados Unidos.
 

En efecto, durante siglos, la idea de un Papa norteamericano fue vista como improbable. No solo por razones logísticas —en otros tiempos, los cardenales estadounidenses no llegaban a tiempo al cónclave—, sino también por consideraciones geopolíticas. Se temía que un pontífice estadounidense pudiera ser percibido como una extensión del poder de Washington. Sin embargo, León XIV representa otra cosa. Su trayectoria en Perú, su dominio del español, su trabajo pastoral en zonas desfavorecidas y su distancia con los círculos políticos de su país lo convierten en una figura aceptada en todos los rincones del mundo católico.

 

La reacción del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue rápida. “Es un gran honor saber que es el primer Papa estadounidense. Estoy deseando reunirme con el Papa León XIV. ¡Será un momento muy significativo!”, escribió en su red social Truth Social. Pero, más allá de los gestos políticos, lo cierto es que el nuevo pontífice tendrá que navegar en aguas muy complejas. La Iglesia católica enfrenta desafíos profundos: la pérdida de fieles, especialmente entre los jóvenes; la necesidad de una reforma continua de la curia; el rol de la mujer dentro de la

 

 

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