Bogotá, Colombia -Edición: 789

 Fecha: Viernes 25-04-2025

 

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TECNOLOGÍA-CIENCIA

 

 

 

China da un paso firme en la conquista espacial: tres taikonautas lideran nueva misión científica en la estación Tiangong

 

 

 

 

La investigación con materiales superconductores también ocupará un lugar destacado. Estos compuestos, capaces de conducir electricidad sin resistencia, podrían revolucionar la eficiencia energética tanto en la Tierra como en futuros sistemas de propulsión espacial. Ver cómo se comportan sin la influencia de la gravedad terrestre podría arrojar pistas valiosas sobre su potencial tecnológico.

La Shenzhou-20 no es una simple misión de rutina: es la prueba de que China está convirtiendo su presencia en el espacio en una plataforma permanente de innovación. Cada experimento en órbita, cada maniobra de acoplamiento, cada caminata espacial, son pasos calculados en una hoja de ruta que busca proyectar al país como líder global no solo en economía o infraestructura, sino también en conocimiento científico.

 

 

A mediano plazo, los planes son aún más ambiciosos. Para 2030, China espera realizar una misión tripulada a la Luna, con caminatas espaciales y el inicio de la construcción de una base de investigación cerca de uno de sus polos. Más adelante, aunque sin fechas definidas, se mantiene el objetivo de realizar el primer descenso humano sobre Marte.

Por ahora, el mundo observa con atención cómo tres taikonautas orbitan sobre nuestras cabezas, llevando a cabo experimentos que podrían definir el futuro de la medicina, la tecnología y el conocimiento humano más allá de los límites de nuestro planeta. La misión Shenzhou-20 es, sin duda, un nuevo capítulo en la historia de la exploración espacial, uno que China escribe con precisión, paciencia y ambición científica.

 

En la madrugada del 24 de abril, mientras gran parte del mundo aún dormía, China volvía a dejar claro que su ambición espacial no es una simple carrera de prestigio, sino una apuesta estratégica y científica de largo aliento. Desde el cosmódromo de Jiuquan, en el desierto de Gobi, despegó el cohete Long March 2F con tres tripulantes a bordo de la nave Shenzhou-20, rumbo a la estación espacial Tiangong. Durante los próximos seis meses, la tripulación llevará a cabo una serie de experimentos que, además de posicionar al gigante asiático como líder en tecnología orbital, prometen avances revolucionarios en salud, biotecnología y física.

 

 

Los protagonistas de esta nueva hazaña son Chen Dong, comandante veterano de 46 años con dos misiones espaciales previas; Chen Zhongrui, piloto de 40 años; y Wang Jie, ingeniero aeroespacial de 35 años. Los tres taikonautas —como se denomina a los astronautas chinos, en referencia a la palabra taikong, que significa “cosmos”— tienen la misión de relevar a la tripulación de la Shenzhou-19, que durante medio año mantuvo operativa la estación Tiangong.

A pesar de que el vuelo solo tomó unas pocas horas hasta acoplarse al módulo Tianhe, el núcleo central de la Tiangong, su importancia estratégica no puede subestimarse. Se trata de la 35ª misión tripulada del programa espacial chino, cuyo origen se remonta a 1956, cuando el país estableció su primer centro de investigación en misiles y cohetes. Lo que comenzó como un tímido intento de alcanzar el desarrollo militar y científico de otras potencias, hoy se ha convertido en una sólida infraestructura de operaciones espaciales que mira hacia la Luna y, eventualmente, a Marte.
 

Pero antes de poner una bandera sobre la superficie marciana, la prioridad inmediata para China está en consolidar su estación Tiangong como el único laboratorio orbital humano, una vez que la Estación Espacial Internacional (ISS) salga de servicio, probablemente hacia 2030. Esto dejaría a China como la única nación con presencia permanente en la órbita baja de la Tierra, un

 

 

símbolo de soberanía científica y tecnológica que muy pocos países podrán igualar en el corto plazo.

Más allá de lo simbólico, la Tiangong es ante todo un centro de investigación avanzado. Allí se llevan a cabo experimentos que simplemente no serían posibles en la gravedad terrestre. La nueva misión incluirá más de 200 estudios en microgravedad, con especial énfasis en la salud humana, la regeneración celular, el comportamiento de materiales avanzados y el estudio de estados exóticos de la materia.

Uno de los proyectos más llamativos es la experimentación con organoides cerebrales —pequeñas estructuras celulares que simulan funciones de órganos reales— montados sobre chips. Estas investigaciones permitirán entender mejor los efectos de la radiación espacial en el sistema nervioso humano, un campo clave si se piensa en viajes prolongados al espacio profundo. También se explorará cómo ciertos organismos vivos se regeneran en ambientes extremos, lo cual podría abrir puertas a nuevas terapias médicas aplicables en la Tierra.
 

“Este proyecto mejorará nuestra comprensión de los mecanismos fundamentales de la regeneración a nivel individual y podría proporcionar información sobre problemas de salud humana relacionados con las lesiones inducidas por el espacio”, afirmó Lin Xiqiang, portavoz de la Agencia Espacial Tripulada de China.

 

 

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