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EDITORIAL
Entre el
desencanto y la oportunidad
En la actualidad, muchos
colombianos han asumido una postura que parece perpetuar un
ciclo de desencanto hacia el país. Esta perspectiva, cargada de
críticas hacia lo propio y de anhelos hacia lo ajeno, refleja
una desconexión que va más allá de la queja superficial. En el
fondo, radica una falta de responsabilidad colectiva sobre el
presente y el futuro del país.
Colombia, con toda su complejidad, no es el problema en sí mismo.
El verdadero desafío está en cómo los ciudadanos perciben y
viven su relación con el territorio. Se ha vuelto común escuchar
que en "otros países las cosas funcionan mejor", como si el
simple cambio geográfico fuera de la panacea. Sin embargo, esta
narrativa ignora un elemento crucial: el compromiso individual
que muchas veces define el éxito en el extranjero. La disciplina,
el respeto por las normas y la dedicación al trabajo son valores
que florecen fuera, pero que parecen marchar al cruzar nuestras
fronteras.
El discurso pesimista hacia
Colombia ha sido alimentado, en parte, por una falta de
reconocimiento hacia los logros y el potencial del país. En
lugar de celebrar nuestras fortalezas, muchos se centran en sus
carencias. Es cierto que enfrentamos problemas profundos: la
desigualdad, la corrupción y la inseguridad no son elementos
menores. Pero reducir a Colombia a una "cárcel" o un espacio "tóxico"
es una simplificación que impide avanzar hacia una solución.
El amor por la patria no debe
entenderse como una ceguera frente a sus fallos, sino como un
motor para transformarla. Este amor implica responsabilidad,
compromiso y acción. Requiere dejar de vivir a partir del "qué
dirán" y de la comparación constante con otros. La envidia y el
conformismo son enemigos silenciosos que nos alejan del cambio.
En su lugar, el país necesita ciudadanos que reconozcan que su
bienestar individual está intrínsecamente ligado al colectivo.
Colombia no se transformará únicamente con deseos o ensoñaciones,
sino con un cambio profundo en nuestra actitud. Es hora de
construir un futuro donde el orgullo por nuestras raíces no sea
solo un discurso vacío, sino un pilar de acción. Donde la
educación, el respeto y la colaboración sean las herramientas
que destruyen los muros de desencanto.
El desafío no está en buscar refugios fuera, sino en convertir a
Colombia en ese refugio. Es una tarea titánica, pero posible, si
comenzamos a vivir con autenticidad y amor por la tierrita. Solo
entonces, como sociedad, dejaremos de ser prisioneros de
nuestras propias quejas y encontraremos en el país no una cárcel,
sino un hogar lleno de oportunidades.
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La reforma tributaria es igual
que pedir dinero al que está secuestrado
Por: Zahur
Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Los malos economistas al igual que los banqueros
viven de los secuestrados. El pueblo colombiano está secuestrado
e indefenso desde el primer momento que el gobierno hizo un
préstamo a un banco cuando la nación nacía. Estos individuos que
han sido los padres de la patria y que hoy son los congresistas
y gobernadores del establecimiento han vivido del trabajo y de
los bienes que el pueblo ha conseguido con su esfuerzo, trabajo
y tesón.
Apenas hoy se están percatado que estamos secuestrados por el
establecimiento que ha firmado acuerdos comerciales y económicos
a nombre de los colombianos y respaldados por ese capital humano
que representamos.
Ningún político históricamente ha salido a saldar la cuenta que
se debe de esos préstamos existentes, al contrario, han
aumentado la deuda y la hemos venido pagando gota a gota con la
miseria que dejan ellos en el erario. El pueblo no se ha dado
por enterado que ha venido siendo usado por cuanto demagogo
llega a la casa de Nariño y reina por cuatro años y se va
dejando a los colombianos encadenados a los préstamos que haya
hecho en su administración.
¿Por qué tenemos que seguir pagando por ellos?
Ellos están en el congreso devengando lo que ningún colombiano
ha logrado ganar en un año de trabajo. ¿Por qué no los obligamos
a pagar lo que han gastado de sus salarios y mesadas, eliminando
congresistas o el congreso entero? Para eso están los jueces
para que dicten las leyes y pongan el orden en el país.
El país es muy rico, pero ellos son ladronzuelos que ni siquiera
saben robar. Lo que hacen es mantener el país en conflicto y de
esta forma mantenerlo entretenido para poder esquilmar y decir
que hay un desorden institucional y ellos son la institución.
Cuando alguien nace en Colombia ya está endeudado y jamás va a
poder pagar la deuda que heredó, no de su familia sino del
establecimiento. Hasta los mismos políticos han nacido con esa
deuda y no se han dado por enterados porque la ignorancia es tan
grande que alcanza para todos.
Nadie es rico en Colombia, aunque tenga mucho dinero guardado.
Tiene una deuda que lo persigue y no está en Data Crédito y
nadie se la reporta.
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Si no nos organizamos como sociedad
civilizada seguiremos secuestrados por gente más estúpida
que nosotros.
El dólar seguirá creciendo y el peso colombiano va a servir para
empapelar las paredes que nos detienen de alcanzar la libertad.
VERDADERO GOLPE DE ESTADO
Crónica #1008
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://youtu.be/5_5FsYqpweA
El país se niega a dimensionar la magnitud del
atrevimiento de la Superintendente de Industria y Comercio, doña
Cielo Rusinque, de meterse al sancta sanctorum de nuestra
democracia, la Registraduría Nacional del Estado Civil, donde se
nos garantiza la intocabilidad númerica de nuestros documentos
de identidad y la organización y realización del sistema
electoral.
Por atizar probablemente la división interna del otrora Pacto
Histórico que eligió a Petro, la SIC resolvió investigar el
contrato o los contratos que para poder funcionar ha hecho el
Registrador Nacional, en pleno derecho, con la firma Thomas Greg
& Son y, de paso, se introduce en lo intocable de nuestra
democracia, en los archivos de las cédulas con las cuales se
vota.
La Superintendencia disimula su intromisión contra la
Registraduría Nacional del Estado Civil alegando posibles
prácticas monopolísticas relacionadas con la gestión del sistema
de identificación y la entrega de documentos oficiales, como
cédulas de ciudadanía y otros registros vitales.
Pero como resulta que la Registraduría no es ni una empresa ni
industrial ni comercial no es a doña Cielo a quien le
corresponde asomarse a ese santuario. Es a la Procuraduría o en
algunos casos, al Consejo Nacional. Electoral.
Pero como aquí se gobierna de acuerdo a los odios y venganzas
del ejecutivo y ya hay una pelea transada con la firma Thomas
Gregg & Son desde cuando el lío de los pasaportes, y ella ya le
costó la cabeza y la condena al canciller Leiva, lo que se ha
camuflado es un verdadero golpe de estado a través de una
funcionaria menor, pero cabeza de uno de los grupúsculos
enfrentados entre las tortugas zurdas que nos gobiernan.
Asomarse al registro de todas las cédulas que van a votar en el
2026 es ir metiéndose en el control independiente que garantiza
la Constitución para que podamos acudir a depositar nuestro voto
y estemos confiados en sus resultados. Ese si es un verdadero
golpe de estado.
El Porce, noviembre 20 del 2024
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