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EDITORIAL
Significado del
llamado
En los asuntos públicos la
huelga general es una cosa y el paro nacional es otra cosa. La
relación de la clase trabajadora asalariada con la clase
trabajadora no asalariada es una relación en la que el diálogo
social y la cocreación de buen vivir en el estado social de
hecho es algo que tiene que gestarse dentro del vientre del
pueblo. Porque es innegable que quien tiene salario es una
persona en sí misma distinta frente a quienes no tienen salario,
incluso al interior de la propia familia.
El salario es una institución patriarcal heredada de la
esclavitud. Es una de las conquistas genocidas de los señores
feudales y capitalistas autoritarios y explotadores de la
naturaleza y los humanos. La huelga general es acordada por las
centrales sindicales de los trabajadores públicos y privados, en
asamblea general y es de obligatorio cumplimiento en todas sus
filiales. Y lo es si, pues es una huelga general con fines
pedagógicos con el objetivo de constituir el Estado Social de
Derecho fundado en el respeto por la dignidad humana, en el
trabajo y la solidaridad de las personas que lo integran y en la
prevalencia del interés general.
En Colombia es evidente que existe un choque de trenes entre las
tres ramas del poder público que impiden el funcionamiento del
Estado a favor del interés general, lo que significa que el
Estado no puede cumplir con sus fines esenciales: Mantener la
integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo. Como esto no sucede, le corresponde
a la diversidad de las multitudes encarnadas en el pueblo
convocar al cabildo abierto en los mil ciento y más municipios
para acordar el paro nacional.
La huelga general y el paro nacional tienen que ser hechos
educativos para aprender a hacer los reglamentos, las conductas
y las leyes de la moralidad pública que erradiquen el crimen y
la corrupción, y así poder hacer la constitución en carne, hueso,
sangre y mente constituyente. Las voces populares del pueblo
colombiano indican que el pueblo unido está preparado en la
Asamblea Nacional Popular para solicitar y respaldar al
presidente Gustavo Petro para que decrete la consulta popular.
Las reformas que demanda la organización institucional del
Estado de Colombia tienen que hacerse, y si es necesario
decretar la emergencia económica y social de las ramas de los
poderes judiciales y legislativos para que se confinen y
trabajen a toda mecha en la armonización de las instituciones
que le garanticen al pueblo vivir a plenitud y de manera
universal el goce de los derechos fundamentales consagrados
constitucionalmente.
El poder constituido tiene que saber que el pueblo organizado en
la Asamblea Nacional Popular está unido y educado para
participar en la redacción del Contrato Social que asegure el
amor por la dignidad del prójimo, porque el pueblo sabe ser
justo y humilde en aceptar la diferencia de la libre existencia
de los diferentes. Si es verdad que el pueblo colombiano perdió
el miedo a sus opresores sabrá ir con sus organizaciones
sindicales y sociales a la huelga general y al paro nacional.
La innovación y creativa imaginación del pueblo sabrá poner fin
a los disturbios sociales y ambientales causados por la codicia.
Ese es el significado de la soberanía popular, siendo su mandato
promulgar la paz entre las etnias y con la naturaleza de manera
justa.
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¿A dónde van
nuestros impuestos?

Por: Zahur
Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Esta práctica milenaria que han impuesto los soberanos a sus
súbditos y hoy en día el Estrado que va de la mano de los
políticos, nos comprime y nos hace vomitar nuestras viseras para
que el establecimiento sobreviva.
En el mundo primitivo siempre ha sido normal esta práctica
gubernamental. Y para todos es lógico que esto se haga sin
ningún cuestionamiento y sin un raciocinio sobre dónde irán esos
dineros que recibe el Estado.
Las sociedades han evolucionado genéticamente y lo que antes era
una práctica normal hoy es un hecho cuestionable, porque esos
dineros salen del esfuerzo de millones de seres que trabajan y
pagan impuestos y no reciben nada a cambio.
Nuestra sociedad se siente acorralada por la cascada de
impuestos que le vienen imponiendo en nuestros días los
políticos al pueblo. Esto hace que el crimen aumente y la
corrupción se afinque en las instituciones de Estado y esta
simbiosis impida que las ciudades crezcan saludables.
Los impuestos que recibe el Estado diariamente, son fortunas que
desaparecen sin que nadie se entere a dónde fue a parar esas
contribuciones. De ese erario sólo una mínima parte llega a los
sitios que realmente deberían recibir esos dineros.
La ignorancia del pueblo es la base para que crezcan estas
situaciones y nunca ellos reciban lo que les pertenece y por lo
que han pagado.
La salud pública es una de las infraestructuras donde deben ir
esas contribuciones, pero solo llega gota a gota unos dineros
para que sobrevivan y la gente gravite como si ellos fueran los
culpables de lo que está pasando. Si la salud falla, el sistema
se desploma y eso es lo que está pasando cuando se desvía lo
recaudado.
La medicina privada es uno de los más grandes negocios porque
ella vive de millones de pacientes que pagan de sus bolsillos
los costos de la atención médica. A su vez nacen hacen simbiosis
con las aseguradoras para que todo funcione en beneficio de
ellos y no de los pacientes.
Es una obligación del establecimiento velar por la salud del
pueblo, porque ese pueblo es el que sostiene el establecimiento
y mantiene la economía en movimiento. El pueblo paga para que
todos los servicios básicos sean cubiertos con el pago de sus
impuestos y no para sostener una burocracia del Estado que le
paga a miles de empleados con sueldos como prestación por haber
apoyado al candidato en la campaña electoral.
Si la sociedad tuviera un mayor .conocimiento de cómo funciona
la economía de un país y estuviera atenta del movimiento de esos
dineros, no pasaría.
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QUE LEE
GARDEAZABAL

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La sociedad del cansancio
Byung-Chul-Han
Editado por Herder
Audio:
https://youtu.be/yMNrKHutXDA
Escribir y ejercer como filósofo en estas
calendas de los algoritmos y la IA no es ni fácil ni rentable.
Los lectores debemos escasear. Los intérpretes de ese mundo
eternamente frío de la filosofía ya no son humanos.
Pero Byung, el coreano educado en Friburgo y Munich logra ser un
filósofo alcanzable, digerible y lo que puede resultar más
inverosímil, captador de la atención del lector.
Por supuesto para conseguirlo dice frases lapidarias y nos
presenta imágenes impactantes. Con la misma frescura conque
parece vestirse en la vida real afirma que el siglo XX fue un
período inmunológico y que la extrañeza se ha mutado a fórmula
de consumo para volverse inocua.
No explica muy bien, pero afirma convincentemente que cambiamos
la sociedad disciplinaria por la sociedad del rendimiento. Y que
si el sueño es el culmen de la relajación corporal, el
aburrimiento profundo sería el culmen de la relajación
espiritual.
Muy nutrido en Nietzsche, Arendt y Kant, cita constantemente a
sus antecesores en la filosofía y sobre esa sapiencia se atreve
a decir que la sociedad del rendimiento, que es una sociedad de
la actividad, se está convirtiendo poco a poco en una sociedad
del dopaje.
O, lo que quizás golpee, que el delirio por la salud en que
hemos caído las últimas décadas, surge cuando la vida ha quedado
desnuda y vaciada de todo contenido narrativo.
Allí paré (es la página 101 de 118) y volví a releer el rosario
de barbaridades que dice porque si bien los narradores vamos a
quedar sin oficio ya que nos reemplazará la IA, a la vida humana
alguien debe narrarla si pretende llegar al futuro porque si
algo nos ha distinguido como seres racionales es la capacidad
sabernos contar las cosas.
Pensé entonces que Byung, quien acaba de recibir el Príncipe de
Asturias de Humanidades, es a la larga igual de denso y barato
como la filosofía de nuestros tiempos, que solo la adquieren los
que dicen entenderla.
Por eso, quizás, cierra el libro diciendo que el
hipercapitalismo convierte todas las relaciones humanas en
relaciones comerciales. Que despoja al hombre de su dignidad,
reemplazándola completamente por el valor del mercado.
El porce, junio 01
del 2025
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